Una grajilla voló por casualidad sobre el jardín del palacio del rey. Allí vio con mucho asombro y envidia una bandada de pavos reales en todo la gloria de su espléndido plumaje.
Ahora bien, la grajilla negra no era un pájaro muy hermoso, ni muy refinado en modales. Sin embargo, imaginó que todo lo que necesitaba para adaptarse a la sociedad de los pavos reales era un vestido como el de ellos. Así que recogió algunas plumas desechadas de los pavos reales y las metió entre sus propias plumas negras.
Vestido con sus galas prestadas, se pavoneaba altivamente entre los pájaros de su propia especie. Luego voló hacia el jardín entre los pavos reales. Pero pronto vieron quién era. Enojados por el engaño, volaron hacia él, arrancando las plumas prestadas y también algunas propias.
La pobre grajilla volvió tristemente donde sus antiguos compañeros. Allí le esperaba otra desagradable sorpresa. No habían olvidado sus aires de superioridad hacia ellos y, para castigarlo, lo expulsaron con una lluvia de picotazos y burlas.