El hijo ingrato

脡rase una vez un hombre y su mujer que estaban sentados delante de su casa dispuestos a comer un pollo asado. Pero entonces el hombre vio a su anciano padre caminar hacia ellos. R谩pidamente escondi贸 el pollo, porque no quer铆a compartirlo con su padre. El anciano lleg贸, se bebi贸 un vaso de cerveza y se fue a casa. El hijo quiso volver a poner el pollo asado en la mesa, pero cuando lo toc贸, el pollo se transform贸 en un gran pato que vol贸 hacia la cara del hijo y no pensaba bajarse.

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Cuando alguien intent贸 quitarle el pato, 茅ste se aferr贸 con sa帽a. A nadie se le permit铆a tocarla y el ingrato hijo ten铆a que alimentarla todos los d铆as, de lo contrario lo habr铆a hecho pedazos. Todos sus amigos intentaron liberarlo del animal, pero nada funcion贸.

En cuanto alguien intentaba quit谩rselo, el pato clavaba sus u帽as en la carne del hijo, que entonces gritaba de dolor: “隆No importa! Me duele demasiado”. Pas贸 mucho tiempo antes de que el hombre se pusiera a pensar en la causa de este desastre. Y cuando por fin comprendi贸 lo que hab铆a hecho mal, tard贸 mucho tiempo en asimilarlo.

Un rato despu茅s, volvieron a sentarse junto a la puerta principal con un pollo asado que pensaban comer. De nuevo vio a su viejo padre acercarse a ellos. Cuando se acerc贸, el hijo se levant贸 y camin贸 hacia 茅l. El padre se asust贸 y le pregunt贸: ‘Hijo m铆o, 驴por qu茅 tienes ese feo pato en la cara? Qu铆tatelo”.

‘Desgraciadamente’, dijo el hijo. “No puedo y nadie puede’. Y cay贸 a los pies de su padre, confes贸 su avaricia y pidi贸 perd贸n. ‘Te perdono, hijo m铆o’, dijo el padre. Y en ese instante el pato se convirti贸 en el pollo asado.

Juntos comieron la comida. ‘隆Sabe delicioso!’, dijo el anciano. ‘Estos pollos est谩n bien asados’. ‘Y a m铆 tambi茅n me saben bien, porque me has perdonado’, respondi贸 el hijo.


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