La golondrina y el cuervo discutieron un día sobre su plumaje.
Dijo la golondrina: «Sólo mira mis plumas brillantes y suaves. No vale la pena tener tus plumas negras y rígidas. ¿Por qué no te vistes mejor? ¡Muestra un poco de orgullo!»
«Tus plumas pueden crecer muy bien en primavera», respondió el cuervo, «pero no recuerdo haberte visto nunca en invierno, y es cuando más me divierto».