Érase una vez, en un tranquilo y pacífico valle lleno de colinas ondulantes y vientos susurrantes, dos jóvenes pastores, la Pequeña Bo-Peep y el Pequeño Boy-Blue, que cuidaban de sus lanudos rebaños. Sus ovejas de juguete eran algo más que juguetes: eran sus mejores amigas, cada una con su propia personalidad, su nombre e incluso una campanita en el cuello que tintineaba cuando jugueteaban.
Una tarde soleada, Pequeño Boy-Blue se dio cuenta de que Bo-Peep parecía preocupada. Le preguntó:
—¿Qué has hecho con tus ovejas, Pequeña Bo-Peep?
Bo-Peep, levantando la vista de su prado vacío, respondió entre risitas:
—Oh, Pequeño Boy-Blue, ¡qué divertido! Las he perdido a todas y cada una de ellas —su risa era contagiosa, pero no ocultaba la preocupación de sus ojos.
Pequeño Boy -Blue sacudió la cabeza, con una sonrisa juguetona bailándole en los labios.
—¡Oh, qué has hecho, Pequeña Bo-Peep!
Justo cuando Bo-Peep estaba a punto de preguntarle lo mismo, notó un vacío similar en el pasto de Pequeño Boy-Blue.
—¿Qué has hecho con tus ovejas, Pequeño Boy-Blue? —preguntó sorprendida.
Con un suspiro, Boy-Blue admitió:
—Pequeña Bo-Peep, mis ovejas se fueron cuando yo dormía.
Bo-Peep, dándose cuenta de la gravedad de la situación, dijo suavemente:
—Siento mucho lo de tus ovejas, Pequeño Boy-Blue.
Al ver la preocupación de Bo-Peep, Boy-Blue preguntó:
—¿Qué vas a hacer, Pequeña Bo-Peep?
Con un brillo en los ojos, Bo-Peep respondió con confianza:
—Pequeño Boy-Blue, ya verás, vendrán todas a casa a tomar el té.
Desconcertado, Boy-Blue murmuró:
—No harían eso por mí, Pequeña Bo-Peep.
Pensando un momento, de repente tuvo una idea brillante.
—Pequeña Bo-Peep, haré sonar mi cuerno durante una hora más o menos —proclamó.
Intrigada, Bo-Peep no pudo evitar bromear.
—¿No es bastante lento, Pequeño Boy-Blue?
En medio de sus bromas, Bo-Peep le hizo una pregunta sorprendente:
—¿Con quién te vas a casar, Pequeño Boy-Blue?
Con las mejillas encendidas, respondió tímidamente:
—Pequeña Bo-Peep, Boy-Blue, me gustaría que conmigo te cases tú.
Esto hizo que Bo-Peep se sonrojara, pero dijo con valentía:
—Creo que a mí también me gustaría.
Cuando el sol empezó a ponerse, pintando el cielo en tonos naranjas y rojos, Boy-Blue preguntó:
—¿Dónde vamos a vivir, Pequeña Bo-Peep?
Mirando a lo lejos, respondió:
—Pequeño Boy-Blue, viviremos en las colinas con las ovejas. ¿Y amarás a tu Pequeña Bo-Peep, Pequeño Boy-Blue?
Mirándola a los ojos, le juró:
—Te amaré por siempre, Pequeña Bo-Peep.
Con el corazón lleno de amor, Bo-Peep susurró:
—Pequeño Boy-Blue, querido, mantente cerca, muy cerca.
—Siempre estaré aquí, Pequeña Bo-Peep —prometió Boy-Blue con una sonrisa sincera en el rostro.
Cuando las estrellas empezaron a titilar, oyeron un lejano sonido de campanas. Ambos se giraron sorprendidos al ver a sus ovejas de juguete, que volvían hacia ellos. Las ovejas habían oído el cuerno de Boy-Blue y habían seguido el sonido hasta llegar a casa. Fue un espectáculo digno de contemplar, un verdadero testimonio de amistad y amor que volvió a unir su mundo, bajo un cielo lleno de estrellas.
Y así, la historia de la pequeña Bo-Peep y el pequeño Boy-Blue terminó aquella noche, con la promesa de un nuevo comienzo, lleno de amor, risas y el reconfortante sonido de las campanillas de las ovejas. Vivieron felices para siempre, cuidando de sus rebaños bajo las estrellas parpadeantes, sabiendo que siempre podrían contar el uno con el otro, pasara lo que pasara. Y eso, queridos míos, es una historia para otro momento.