Niño Azul

Érase una vez un niño llamado Niño Azul, aunque ese no era su verdadero nombre. Vivía en una granja con su madre y su padre, tres vacas, diez ovejas lanudas, un corderito blanco y un jardín lleno de flores.

Al niño azul le encantaban las tres vacas, las diez ovejas lanudas y el corderito blanco, pero sobre todo le encantaba el jardín de flores y todas las flores que había en él. Un día, su papá le trajo un cuerno azul con estrellas doradas pintadas en él. Y cuando el niño tocó el cuerno, su sonido le pareció muy dulce, como el pan y la miel, y pareció muy dulce a las vacas en el prado, como si fuese dorado maíz ondulante, y pareció muy dulce a las ovejas lanudas, como si fuese la hierba y los arroyos que cantan, y sonó muy dulce al cordero blanco, como si fuese su madre llamándolo. Pero para las hadas que vivían en el jardín, era el sonido más dulce de todos, como bailar a la luz de la luna.

Niño Azul jugó todo el día en el jardín hasta que, cuando las sombras habían apagado el sol y los pájaros cantaban canciones de cuna, el viento de la noche llegó al jardín con un mensaje de su madre: 

—Niño Azul, a casa debes regresar.
Es la hora de cenar, y luego te debes acostar.
Niño Azul, te estoy mandando llamar.

El niño se puso el cuerno azul con las estrellas doradas bajo el brazo y saludó con un “Buenas noches” a las flores del jardín. Las rosas se inclinaron deseándole las buenas noches, y los nomeolvides se despidieron con cortesía, y la alegre aguileña asintió con la cabeza, pero no se veía un pequeño pensamiento púrpura por ninguna parte. Te diré por qué. El pensamiento se había colado en el cuerno, y cuando el Niño Azul se fue a casa, el pensamiento también se fue con él. Y cuando estaba metido en la cama con su cuerno azul con estrellas doradas a su lado, el pequeño pensamiento púrpura se quedó quieto hasta que la luna asomó por la ventana.

¡Entonces sucedió algo extraordinario! Ya sabes, cuando brilla la luna, las hadas salen de sus hogares de flores y bailan en el prado hasta que amanece. Así que, cuando el primer rayo de luz de la luna bajó del cielo, saltó el hada del pensamiento púrpura y cantó:

—Niño Azul, tu cuerno ven a tocar,
las hadas en el prado hasta la mañana bailarán.

El Niño Azul se sentó y se frotó un ojo, pero antes de que pudiera frotarse el otro ojo, el hada del pensamiento lo había sacado de la habitación, lo había bajado por las escaleras y lo había llevado al prado debajo de la puerta del jardín. No se olvidó del cuerno azul con sus estrellas doradas, el hada del pensamiento se encargó de eso. La luz de la luna los siguió hasta el prado, y cuando el niño hizo sonar el cuerno, la música de hadas surgió de él a raudales, como estrellas jugando a la mancha entre sí, y el hada cantó:

—Bajo el árbol de verde madera
que bailar conmigo espera,
Ven aquí, ven aquí, ven aquí.

Las hadas que vivían en las flores del jardín saltaron al escuchar las melodías. Del tulipán salió un hada joven con una falda rojo brillante. De la margarita salió un niño gordo vestido de blanco. Del nomeolvides salió un pequeño bebé vestido de azul. De la violeta salió una preciosa niña vestida de púrpura pálido. De las rosas salieron hermosas hadas, todas vestidas de rosa. Y del nenúfar más cercano a la fuente, la reina de las hadas, con un vestido de raso blanco y una corona de oro. Podía abrir la puerta por sí misma, y condujo a las hadas a la hierba verde, y bailaron mientras el Niño Azul tocaba aquella dulce música.

Durante toda la noche, bailaron y bailaron hasta que, y esto ya lo sabes, escucharon cierto sonido. Era el gallo, diciéndoles que la mañana estaba en camino. 

—Quiquiriquí,
el sol está tras de ti.
Las hadas deben dormir,
y tú, Niño Azul. Es así.
Quiquiriquí.

La pequeña hada del pensamiento púrpura fue la última en irse, y justo antes de irse, arrojó un poco de polvo de hadas a los ojos del niño. Y él se frotó los ojos y se frotó los ojos, pero la sensación de somnolencia no desaparecía. Se dejó caer junto al pajar de la pradera, y antes de que el sol de la mañana pudiera colarse entre la hierba, estaba profundamente dormido. Las hadas corrieron al jardín y se acurrucaron en las flores, porque si no llegan a tiempo a sus camas, el sol las convertirá en mariposas, y tendrán que volar todo el día de flor en flor sin ningún lugar donde descansar. Y les da mucho sueño.

Y el sol despertó a las tres vacas y a las diez ovejas lanudas y al corderito blanco, pero no pudo despertar al Niño Azul, debido al polvo de hadas en sus ojos. Su papá lo buscó y le dijo: 

—Niño Azul, toca tu cuerno en el portal.
Las ovejas al prado, las vacas al maizal.
El niño que cuida ovejas ¿Dónde se ha metido?
¡En el pajar, profundamente dormido!

En un santiamén, se despertó y corrió a casa para contarle a su madre todo sobre su extraordinaria aventura.


Downloads