La liebre y la tortuga


Resumen

Este relato es una fábula popular que narra la historia de una liebre veloz que se burla de una tortuga lenta, desafiándola a una carrera. A pesar de la confianza y rapidez de la liebre, esta se detiene a descansar a mitad del recorrido, subestimando a su oponente. La tortuga, aunque más lenta, avanza constantemente sin detenerse y logra cruzar la meta primera, ganando la carrera. La fábula enseña la lección de que la constancia y la perseverancia pueden superar la rapidez y la arrogancia, resaltando la importancia de no subestimar a los demás y de seguir avanzando con determinación.

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Érase una vez una veloz liebre a la que le encantaba presumir de lo rápido que corría. Una mañana soleada, vio a una tortuga que caminaba lentamente por el sendero. La liebre se rio a carcajadas y gritó:

—¡Tortuga, que lenta eres! Apuesto a que ni siquiera sabes correr.

La tortuga, sabia y con calma, miró a la liebre y dijo:

—Puede que sea lenta, pero apuesto a que puedo ganarte en una carrera.

La liebre se echó a reír.

—¿Tú? ¿Ganarme? Es lo más gracioso que he oído nunca. Pues hagámoslo. ¡Hagamos una carrera!

El zorro, que era su amigo, aceptó marcar el recorrido y ser juez.

—En sus marcas, listos, ¡ya! —gritó el zorro, y se pusieron en marcha.

La liebre salió disparada, con las patas borrosas mientras corría por el sendero. La tortuga empezó a andar a paso lento y constante, como siempre.

Al poco tiempo, la liebre le llevaba tanta ventaja que decidió echarse una siesta. “Soy tan rápida que puedo permitirme una siesta”, pensó mientras se tumbaba a la sombra de un árbol y se quedaba profundamente dormida.

Mientras tanto, la tortuga seguía avanzando, paso a paso, sin detenerse nunca. Pasó junto a la liebre dormida, en silencio y con paso firme, hasta llegar a la meta.

Cuando la liebre despertó, vio que la tortuga se acercaba a la meta. Se levantó de un salto y corrió tan rápido como pudo, pero ya era demasiado tarde. La tortuga ya había cruzado la meta.

El zorro declaró:

—¡Gana la tortuga!

La liebre no lo podía creer. 

—¿Cómo lo has hecho? —preguntó, desconcertada y un poco avergonzada.

La tortuga sonrió y dijo:

—Despacio y con constancia se gana la carrera.