Una carta de Santa

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Mi querida Susie Clemens,

He recibido y leído todas las cartas que tú y tu hermanita me han escrito. Puedo leer sin ningún problema las dentadas y fantásticas marcas tuyas y de tu hermanita. Pero tuve problemas con las cartas que me dictabas a través de tu madre y de las niñeras, porque soy extranjero y no sé leer bien la escritura inglesa. Verás que no cometí ningún error con las cosas que tú y la bebé pidieron en sus propias cartas: bajé por tu chimenea a medianoche, cuando dormías, y las entregué todas yo mismo, y también las besé a las dos. Pero… hubo uno o dos pedidos pequeños que no pude cumplir, porque nos quedamos sin reservas.

Había una o dos palabras en la carta de tu mamá que tomé como “un baúl lleno de ropa de muñeca”. ¿Es eso? Llamaré a la puerta de tu cocina sobre las nueve de la mañana para preguntar. Pero no debo ver a nadie y no debo hablar con nadie más que contigo. Cuando suene el timbre de la cocina, Jorge debe tener los ojos vendados y salir a la puerta. Debes decirle a Jorge que debe caminar de puntillas y no hablar, de lo contrario morirá algún día. Luego debes subir a la habitación de los niños y subirte a una silla o a la cama de la niñera y poner la oreja en el tubo parlante que baja a la cocina y cuando yo silbe a través de él debes hablar por el tubo y decir: “¡Bienvenido, Santa!”. Entonces te preguntaré si era un baúl lo que habías pedido o no. Si dices que sí, te preguntaré de qué color quieres que sea el baúl… y entonces deberás decirme con todo detalle cada cosa que quieres que contenga el baúl. Luego, cuando yo diga “Adiós y feliz Navidad a mi pequeña Susy Clemens”, tú deberás decir “Adiós, amable Santa, te lo agradezco mucho”. Luego debes bajar a la biblioteca y hacer que Jorge cierre todas las puertas que dan al salón principal, y todo el mundo debe quedarse quieto un ratito.

Iré a la luna a buscar esas cosas y unos minutos después bajaré por la chimenea del hogar que está en el vestíbulo, si es un baúl lo que quieres, porque no podría meter una cosa como un baúl por la chimenea del cuarto de los niños. Si dejo nieve en el vestíbulo, dile a Jorge que la barra hasta la chimenea, porque no tengo tiempo de hacer esas cosas. Jorge no debe usar una escoba, sino un trapo, o morirá algún día. Si mi bota deja una mancha en el mármol, Jorge no debe limpiarla. Déjala ahí para siempre en recuerdo de mi visita; y siempre que la mires o se la enseñes a alguien, debes dejar que te recuerde que debes ser una buena niña. Siempre que te portes mal y alguien señale la marca que la bota de Santa hizo en el mármol, ¿qué dirás, cariño?

Adiós por unos minutos, hasta que baje al mundo y toque el timbre de la cocina.

Tu querido Santa,
A quien a veces la gente llama:
“El Hombre en la Luna”


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