Tiktok y el Rey Nome

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El rey Nome estaba desagradablemente enfadado. Se había mordido la lengua por descuido en el desayuno y aún le dolía; así que rugía, deliraba y pataleaba en su palacio subterráneo de una manera que lo hacía muy desagradable.

Sucedió que ese desafortunado día, Tiktok, el Hombre Mecánico, visitó al rey Nome para pedirle un favor. Tiktok vivía en la Tierra de Oz, y aunque era una persona activa e importante, estaba hecho enteramente de metal. Una maquinaria dentro de él —algo así como los mecanismos de un reloj— lo hacía moverse; otra maquinaria lo hacía hablar; y otra maquinaria lo hacía pensar.

A pesar de su ingeniosa construcción, el Hombre Mecánico distaba mucho de ser perfecto. Tres llaves distintas accionaban su maquinaria de movimiento, su lenguaje y sus pensamientos. Uno o varios de estos mecanismos podían averiarse en un momento crítico, dejando al pobre Tiktok indefenso. Además, algunas de sus piezas se estaban desgastando por el uso, y ahora mismo su maquinaria del pensamiento necesitaba reparación. El pequeño y hábil Mago de Oz había toqueteado los pensamientos de Tiktok sin conseguir regularlos adecuadamente, por lo que había aconsejado al Hombre Mecánico que fuera a ver al Rey Nome y le consiguiera un nuevo juego de resortes, que harían sus pensamientos más elásticos y sensibles. 

—Ten cuidado con lo que le dices al Rey Nome —advirtió el Mago—. Tiene mal temperamento y la menor cosa lo hace enfadar.

Tiktok lo prometió, y el Mago dio cuerda a su maquinaria y lo puso a caminar en dirección a los dominios del rey Nome, justo al otro lado del desierto de la Tierra de Oz. Bajó corriendo justo hasta la entrada del palacio subterráneo, y allí lo encontró Kaliko, el Mayordomo Principal del Rey Nome, y le dio cuerda de nuevo.

—Quiero ver al Rey —dijo Tiktok, con su voz entrecortada.

—Bueno —comentó Kaliko—, puede que sea seguro para una persona de hierro como tú enfrentarse a Su Majestad esta mañana; pero debes anunciarte, porque si yo mostrara mi cara dentro de la caverna repleta de joyas donde el Rey está ahora delirando, pronto parecería un plato de puré de patatas, y ya no sería de utilidad para nadie.

—No tengo miedo —dijo Tiktok.

—Entonces entra y siéntete como en casa —respondió Kaliko, y abrió de par en par la puerta de la caverna del Rey.

Tiktok entró de inmediato y enfrentó al asombrado Rey Nome, a quien dijo:

—Bue-nos dí-as. Quie-ro dos re-sor-tes de a-ce-ro nue-vos pa-ra mi má-qui-na de pen-sar y u-na rue-da den-ta-da nue-va pa-ra mi má-qui-na de ha-blar. ¿Qué le pa-re-ce, Ma-jes-tad?

El Rey Nome lanzó un gruñido amenazador y sus ojos enrojecieron de rabia.

—¿Cómo te atreves a entrar en mi presencia? —gritó.

—Me a-tre-vo a cual-quier co-sa —dijo Tiktok—. No ten-go mie-do de un No-me gor-do.

Era cierto, pero un discurso imprudente. Si los pensamientos de Tiktok hubieran funcionado bien, habría dicho otra cosa. El furioso Rey Nome no tardó en levantar su pesada maza y lanzarla directamente contra Tiktok. Cuando impactó en el pecho del hombre de metal, la fuerza del golpe reventó los pernos que mantenían unidas las placas de su cuerpo y éstas cayeron al suelo en una veintena de pedazos. Cientos y cientos de ruedas, pernos, engranajes y resortes llenaron el aire como una nube y luego sonaron como granizo en el suelo.

Donde había estado Tiktok había ahora sólo un montón de chatarra y el Rey Nome estaba tan impresionado por el terrible efecto de su golpe que se quedó mirando atónito.

La ira de Su Majestad se enfrió rápidamente. Recordó que el Hombre Mecánico era uno de los súbditos favoritos de la poderosa princesa Ozma de Oz, quien seguramente resentiría la ruina de Tiktok.

—¡Qué mal! ¡Qué lástima! —murmuró arrepentido—. Siento mucho haber hecho chatarra al tipo. No sabía que se rompería.

—Más te vale —comentó Kaliko, que ahora se aventuraba a entrar en la habitación—. Tendrás una guerra entre manos cuando Ozma se entere de esto, y lo más probable es que pierdas tu trono y tu reino.

El Rey Nome se puso pálido, pues le encantaba gobernar a los Nome y no conocía otra forma de ganarse la vida en caso de que Ozma luchara y lo conquistara.

—¿Tu… tú crees que Ozma se enfadará? —preguntó ansioso.

—Estoy seguro —dijo Kaliko—. Y tiene derecho a estarlo. Has convertido en chatarra a su favorito.

El Rey gimió.

—Bárrelo y arroja la basura al pozo negro —ordenó; y luego se encerró en su guarida privada y durante días no vio a nadie, porque estaba muy avergonzado de su ira irracional y temía los resultados de su acto temerario.

Kaliko recogió los pedazos, pero no los arrojó al pozo negro. Como mecánico inteligente y hábil que era, decidió encajar las piezas de nuevo.

Ningún hombre se enfrentó jamás a un rompecabezas mayor, pero era un trabajo interesante y Kaliko lo consiguió. Cuando encontraba un resorte o una rueda desgastados o imperfectos, fabricaba uno nuevo.

En dos semanas, trabajando sin descanso día y noche, el jefe de los Mayordomos completó su tarea y colocó los tres juegos de mecanismos de relojería y el último remache en el cuerpo de Tiktok. Luego puso en marcha la maquinaria de movimiento, y el Hombre Mecánico caminó por la habitación con la misma naturalidad de siempre. Entonces Kaliko puso en marcha la maquinaria del pensamiento y el regulador del habla y le dijo a Tiktok:

—¿Cómo te sientes ahora?

—Bien —dijo el Hombre Mecánico—. Has he-cho un gran tra-ba-jo, Ka-li-ko, y me has sal-va-do de la des-truc-ción. Mu-chas gra-cias.

—Ni lo menciones —respondió el jefe de Mayordomos—. Disfruté bastante el trabajo.

En ese momento sonó el gong del Rey Nome, y Kaliko salió corriendo por la caverna repleta de joyas hacia la guarida donde el Rey se había escondido, dejando las puertas entreabiertas.

—Kaliko —dijo el Rey con voz mansa—, he estado encerrado aquí el tiempo suficiente para arrepentirme amargamente de la destrucción de Tiktok. Por supuesto que Ozma se vengará y enviará un ejército para combatirnos, pero debemos tomar nuestra medicina. Una cosa me consuela: Tiktok no era realmente una persona viva; era sólo un hombre-máquina, y por eso no fue muy malvado detener sus mecanismos de relojería. Al principio no podía dormir por la preocupación, pero no hay más daño en destrozar a un hombre máquina que en romper un muñeco de cera. ¿No te parece?

—Soy demasiado humilde para pensar en presencia de Su Majestad —dijo Kaliko.

—Entonces tráeme algo de comer —ordenó el Rey—, porque estoy casi muerto de hambre. Dos cabras asadas, un barril de pasteles y nueve tartas de carne picada me bastarán hasta la hora de cenar.

Kaliko hizo una reverencia y se alejó a toda prisa hacia la cocina real, olvidándose de Tiktok, que deambulaba por la caverna exterior. De repente, el Rey Nome levantó la vista y vio al Hombre Mecánico de pie ante él, y al verlo, los ojos del monarca se agrandaron y se pusieron redondos, y le temblaron todos los miembros.

—¡Fuera, temible Sombra! —gritó—. No estás aquí, lo sabes; no eres más que un amasijo de ruedas dentadas y resortes, yaciendo en el fondo del pozo negro. Desaparece, tú, Visión del demolido Tiktok, y déjame en paz, ¡pues me he arrepentido amargamente!

—En-ton-ces dis-cúl-pa-te —dijo Tiktok con voz ronca, pues Kaliko había olvidado engrasar los engranajes del habla.

Pero el sonido de una voz procedente de lo que él creía una mera visión fue demasiado para los agitados nervios del Rey Nome. Lanzó un grito de miedo y salió corriendo de la habitación. Tiktok lo siguió, por lo que el Rey salió corriendo por los pasillos y chocó con Kaliko, que volvía con una bandeja de cosas para comer. El ruido de los platos al romperse contra el suelo, aumentó el terror del Rey, que gritó de nuevo y se precipitó en una gran caverna donde un millar de Nomes trabajaban martillando metal.

—¡Cuidado! ¡Aquí viene el Hombre Mecánico fantasma! —gritó el aterrorizado monarca, y todos los Nome soltaron sus herramientas y salieron corriendo de la caverna, derribando a su Rey en su loca huida y pisoteando temerariamente su gordo cuerpo postrado. Así, cuando Tiktok entró en la caverna, sólo quedaba el Rey Nome, que se revolcaba en el suelo rocoso y aullaba pidiendo clemencia, con los ojos cerrados para evitar ver lo que estaba seguro era un espantoso fantasma que venía directo hacia él.

—Se me o-cu-rre —dijo Tiktok con calma—, que Su Ma-jes-tad es-tá ac-tuan-do co-mo un be-bé. No soy un fan-tas-ma. Un fan-tas-ma es i-rre-al, mien-tras que yo soy re-al.

El Rey se dio la vuelta, se sentó y abrió los ojos.

—¿No te he hecho pedazos? —preguntó en tono tembloroso.

—Sí —dijo Tiktok.

—Entonces no eres más que un montón de chatarra, y esta forma en la que apareces ahora no puede ser real.

—Sin em-bar-go, lo es —dijo Tiktok—. Ka-li-ko re-co-gió mis pe-da-zos y me pu-so de nue-vo en pie. Es-toy co-mo nue-vo, y tal vez me-jor.

—Es cierto, Su Majestad —añadió Kaliko, que ahora hacía acto de presencia—, y espero que me perdone por arreglar a Tiktok. Estaba bastante destrozado, después de que lo destrozaras, y me resultó casi tan difícil emparejar sus piezas como recoger nabos de los arbustos de grosellas. ¡Pero lo hice!—agregó con orgullo.

—Estás perdonado —anunció el Rey Nome, poniéndose de pie y dando un largo suspiro—. Te subiré el sueldo un specto al año, y Tiktok volverá a la Tierra de Oz cargado de joyas para la princesa Ozma.

—Es-tá bien —dijo Tiktok—. Pe-ro lo que quie-ro sa-ber es, ¿por qué me gol-peas-te con tu ma-za?

—Porque estaba enojado —admitió el Rey—. Cuando me enfado siempre hago algo de lo que después me arrepiento. Así que he resuelto firmemente no enfadarme nunca más; a menos que… a menos que…

—¿A menos que qué, Su Majestad? —preguntó Kaliko.

—A menos que algo me moleste —dijo el Rey Nome. Y luego fue a su cámara del tesoro a buscar las joyas para la princesa Ozma de Oz.


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