Oro de hadas

Si buscas el oro de hadas, ten cuidado,
me han dicho que es algo muy delicado,
nunca dejes que se revele el secreto,
¡o desaparecerá, eso te lo advierto!

El Zorro Gracioso llamó a la señora Zorro una noche de luna:

la carretilla vieja tomaremos,
y el oro de hadas buscaremos.

Así que se pusieron en marcha, la vieja Sra. Zorro montada en la carretilla, hasta que llegaron al lugar donde el Zorro quería cavar en busca del tesoro escondido.

“Clic, clic, clic” hizo su pala en el suelo.

—¡Hurra, hurra, hurra! —gritó, mientras desenterraba dos cajas y seguía sacando más oro del que jamás había soñado.

No perdieron tiempo, puedes estar seguro, en llenar la carretilla con el tesoro, y se turnaron para llevarla a casa. Hicieron planes para gastar algunas de las monedas sueltas y decidieron esconder el resto.

Incluso pensaron hacer un regalo al Tejón Audaz, que era su fiel amigo.

Mientras volvían a casa, el Zorro Gracioso repetía una y otra vez:

—El dinero es un buen sirviente.

La luna se rio al ver que el Zorro Gracioso escondía su oro, pues sabía que, si uno roba el Oro de las Hadas, la mala suerte lo perseguirá, a menos que renuncie a él.


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