Hombrecitos de las Colinas, me han contado ya
que, en noches de luna llena, buscan oro sin parar.
Así que tengan cuidado, Hombrecitos de las Colinas,
que el zorro podría llevarlos a su cruel guarida.
Una noche de luna, el Zorro Gracioso y la señora Zorro, salieron a ver qué veían. Para su deleite, vieron que los Hombrecitos de la Colina estaban cavando por oro y cantando:
—Somos los Hombrecitos de la Colina, y es muy gracioso;
Cavamos, ¡cavamos y cavamos en busca de oro!
“Clic, clic, clic,” hacían sus pequeños picos; “Chin, chin, chin,” hacían las monedas en sus pequeñas bolsas.

El Zorro Gracioso le dijo a la señora Zorro:
—¡Espera aquí hasta que toque el silbato! —y se puso bien a la vista, donde todos los Hombrecitos de la Colina pudieran verlo. Y bailó la danza más maravillosa.
Bailaba y cantaba:
—Bailar bajo la luz de la luna, es placentero;
Seguir la música con gran regocijo y esmero.
El primer Hombrecito de la Colina dejó de cavar. El segundo Hombrecito de la Colina se detuvo a observarlo. Pronto, todos se detuvieron para ver al Zorro Gracioso bailando a la luz de la luna. Gritaron:
—Hombrecitos de la Colina, a dejar de cavar;
Ven, Zorro, ¡y enséñanos a bailar!
El Zorro Gracioso respondió sin siquiera pestañar:
—Me han dicho que no podrían bailar,
si sus bolsas de oro han de cargar.
Todos los Hombrecitos de la Colina se quitaron las bolsas de oro de la cintura y las dejaron en el suelo. El Zorro Gracioso dijo:
—Hasta que cuente noventa y tres, cierren todos los ojos,
entonces cada uno será un bailarín maravilloso.
Entonces, los Hombrecitos de la Colina cerraron los ojos y bailaron el nuevo paso hasta que el Zorro contó hasta noventa y tres, y contaron tan alto que no se dieron cuenta de que su voz venía de más lejos cada vez. Cuando miraron a su alrededor, el Zorro Gracioso y su oro habían desaparecido, y dijeron, pensando en su prisa por aprender a bailar:
—El que mucho se divierte
pierde lo que le tocó en suerte.
No les quedó más remedio que volver a coger sus palitas, cantando:
—Somos los Hombrecitos de la Colina, de la Colina, sí,
Jugamos y nos divertimos, en todos lados, aquí y allí.
Del baile ya probamos, nos gusta sin dudar,
Pero aprendimos que apresurarse, es malgastar.