La asombrosa vida de un plátano

Érase una vez, en lo más profundo de la selva tropical, una pequeña planta de plátanos. Era un brote diminuto, no más grande que una brizna de hierba. Pero estaba llena de vida y energía, y estaba decidida a crecer grande y fuerte. 

Con el paso de los días, la planta empezó a crecer más y más. Sus hojas se desprendían del tallo y se elevaban hacia el sol brillante y la lluvia cálida. El plátano estaba muy contento de estar vivo y de formar parte de la selva tropical.

A medida que la planta crecía, veía todo tipo de cosas asombrosas: pájaros de colores que volaban entre los árboles, monos que se balanceaban de rama en rama y arroyos que burbujeaban y gorgoteaban mientras fluían por la selva.

Un día la planta comenzó a producir pequeñas bananas verdes. Estas bananas crecieron y crecieron, sorprendentemente no hacia el suelo como suelen hacer las frutas debido a la gravedad, ¡sino hacia el sol! Tomaron el sol hasta que estuvieron maduras, amarillas y curvilíneas. Cuando estaban listas, los animales de la selva tropical los recogían y se los comían. Especialmente los elefantes, los murciélagos y los tucanes disfrutaban de la fruta.

Pero el plátano aún no había terminado. Tenía más energía y estaba decidida a crecer aún más grande y fuerte. Así que siguió creciendo y creciendo, produciendo más y más bananas.

Con el paso de los años, la planta se convirtió en un árbol alto y poderoso, con cientos de bananas colgando de sus ramas. Y era amado por todos los animales de la selva, que disfrutaban de su deliciosa fruta.

El plátano estaba orgulloso de lo que había conseguido y sabía que tenía un trabajo muy importante: proporcionar alimento a los animales y ayudar a mantener la selva sana y próspera.

Y así, el plátano vivió feliz para siempre, repartiendo alegría y alimento a todos los que lo conocían.


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