Hace mucho tiempo, en la tierra mágica de la cosecha, vivían muchas criaturas especiales. No eran los típicos conejos, ardillas o pájaros, sino diferentes seres que representaban elementos de la naturaleza. Había seis niños Gota de Lluvia, vestidos con suaves prendas grises; seis niñas Rayo de Sol, adornadas con brillantes vestidos amarillos con volados; seis niñas Duende del Viento, con trajes azul claro y muchas serpentinas; seis niños Soldado del Suelo, con trajes negros y máscaras; seis niños Granos de Maíz, con trajes rojos y gorros amarillos; y seis Trabajadores: tres niñas con delantales y gorros y tres niños con overoles y sombreros de paja.
Entre todos estos coloridos personajes destacaba el más brillante: el Espíritu de la Cosecha, una chica alta con un vestido amarillo brillante, decorado con serpentinas marrones, rojas y verdes y una corona hecha de vibrantes hojas de otoño.
Un día soleado, Espíritu de la Cosecha, de pie y orgullosa en medio de su reino, dijo:
—Una vez más, ha llegado la época de la cosecha. ¡Qué gratificante es ver los resultados del trabajo de todo el año!
De repente, los chicos Gota de Lluvia aparecieron bailando a su alrededor. Uno de ellos dijo:
—Nosotros ayudamos a las semillitas a crecer. Sin nosotros, esas pequeñas semillas nunca podrían abrirse camino en la tierra —. Espíritu de la Cosecha los encontró intrigantes, pues cantaban una cancioncita sobre cómo caen suavemente sobre la tierra, proporcionando a las plantas la humedad que tanto necesitan.

Las niñas Rayo de Sol, al oír su canción, entraron dando saltitos, tomadas de la mano.
—Somos las niñas Rayo de Sol. Brillamos para iluminar a tierra, calentar el suelo y dar salud a los seres vivos —dijo la primera niña Rayo de Sol. Luego cantaron una alegre canción sobre cómo mantienen la tierra caliente y luminosa durante todo el año.
Las chicas Duende del Viento, al ver toda la diversión, entraron con un movimiento arremolinado. Hicieron un sonido “¡Hu—hu—u—u!”, indicando que eran los duendes del viento. Cada duende del viento habló a Espíritu de la Cosecha de su función única: algunas llevaban el cálido aliento de la tierra del sur, mientras que otras traían la humedad del océano tierra adentro, algunas incluso traían un pesado manto de nieve para proteger las plantas y las semillas en invierno.
Entonces llegaron corriendo los Soldados del Suelo. A pesar de su aspecto oscuro, eran tan vitales como cualquier otro del grupo. Llevaban el alimento vital a las plantas y sabían exactamente qué necesitaba cada semilla para crecer.
Mientras el grupo se maravillaba de la dedicación de los Soldados del Suelo, entraron los Granos de Maíz.
—Somos los pequeños granos de maíz que crecen hasta convertirse en tallos altos y borlas de colores brillantes con la ayuda del sol y las lluvias —dijo el primer Grano.
Por último, entraron los seis Trabajadores, que mostraron su labor de mantener los cultivos libres de malas hierbas. Cantaron una canción sobre su diligente trabajo en los campos desde la mañana hasta la noche.
Al final, Espíritu de la Cosecha exclamó:
—Veo que me sería imposible seleccionar a un solo grupo de trabajadores que hacen que la cosecha sea abundante, así que debo darles a todos el crédito por hacer posible un verdadero Día de Acción de Gracias.
El aire se llenó de canciones mientras todos cantaban celebrando su duro trabajo, su unidad y la abundante cosecha que habían conseguido juntos. Y así, cada día, continuaron esforzándose, trabajando juntos para obtener una abundante cosecha del suelo virgen de su hermosa tierra.
Su historia nos recuerda que todos desempeñamos un papel vital en el gran esquema de la naturaleza y que juntos hacemos del mundo un lugar mejor.