- CapĆtulo 1: La abeja Maya aprende a volar
- CapĆtulo 2: La abeja Maya en la casa de la rosa
- CapĆtulo 3: La abeja Maya y la libĆ©lula
- CapĆtulo 4: La abeja Maya conoce a Effie y Bobbie
- CapĆtulo 5: La abeja Maya y el acróbata
- CapĆtulo 6: La abeja Maya y Puck la mosca
- CapĆtulo 7: La abeja Maya se mete en problemas
- CapĆtulo 8: La abeja Maya y la mariposa
- CapĆtulo 9: La abeja Maya y la pierna perdida
- CapĆtulo 10: La abeja Maya y las maravillas de la noche
- CapĆtulo 11: La abeja Maya vuela con el duende de las flores
- CapĆtulo 12: La abeja Maya y Elvis la mariquita
- CapĆtulo 13: La abeja Maya en la fortaleza de los avispones
- CapĆtulo 14: La abeja Maya y el centinela
- CapĆtulo 15: La abeja Maya advierte a la reina
- CapĆtulo 16: La abeja Maya en batalla
- CapĆtulo 17: La abeja Maya se hace amiga de la reina
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CapĆtulo 1: La abeja Maya aprende a volar
Maya es una pequeña, alegre y testaruda abeja que es muy curiosa. Vivió muchas aventuras desde que nació.
La abeja Maya fue la Ćŗltima abeja que nació en una gran colmena cerca de unas ruinas en el bosque. Tiene muchos hermanos y hermanas. La seƱorita Cassandra es una cuidadora de abejas muy inteligente que ayuda con el nacimiento de muchas abejas nuevas. Inmediatamente quedo claro que Maya era una abejita terriblemente curiosa. Lo primero que le preguntó a la seƱorita Cassandra al nacer fue: āĀæPor quĆ© me llamaste Maya?ā, a lo que Cassandra respondió: āSin ninguna razón, simplemente todos necesitan un nombreā.

El dĆa que Maya nació, se suponĆa que la mitad de las abejas saldrĆan de la colmena, o no habrĆ” suficiente espacio para todas las abejas. Maya aprendió mucho de la seƱorita Cassandra durante su primer dĆa de vida. Conoció a Willie, una abeja muy dulce, pero no tan inteligente. EstĆ” en la clase por segunda vez.
āNosotras, las abejas, somos muy trabajadorasā, explica la seƱorita Cassandra. āRecolectamos miel todos los dĆas, por eso es bueno saber cuĆ”les son las mejores flores para eso. Te enseƱarĆ© todo, y es importante que sepas quiĆ©nes son tus enemigos. El avispón, por ejemplo, ese es nuestro mayor enemigoā.
Al dĆa siguiente, cuando Maya se despertó, estalló el pĆ”nico en la colmena. Se habĆan quedado demasiadas abejas en la colmena y la conmoción hizo que la colmena se caliente y la miel se derrita. Esto es un gran desastre para los nuevos huevos puestos por la reina. El calor de la colmena solo puede ser enfriado por el movimiento de las alas de todas las abejas. Maya tambiĆ©n hace lo mejor que puede y nota que al mover sus alas hacia arriba y hacia abajo, se eleva mĆ”s y mĆ”s en el aire. Ā”Parece volar! Pero solo recibe su primera lección de vuelo esa tarde.
Emocionada, le cuenta a toda la colmena que va a aprender a volar, y que la seƱorita Cassandra le va a enseƱar.

Es hora de que Maya aprenda a volar sola, y le encanta. Recoge miel y conoce a Flip el saltamontes. Flip no puede quedarse quieto y tiene que saltar todo el tiempo. āĀ”Es justo lo que hacen los saltamontes!ā, le explica a Maya. Ćl promete ayudarla si se mete en problemas. āĀ”Y eso va a suceder, porque eres muy testaruda!ā, aƱade.
Mientras Maya vuela de amapola a tulipƔn, se da cuenta de que es mucho mƔs divertido estar afuera, y decide que no volverƔ a la colmena.
āĀæPor quĆ© deberĆa volver?ā, se pregunta. āNo veo nada agradable allĆ, y no tiene sentido todo ese trabajo duro. Me quedarĆ© afuera y me divertirĆ©ā.
Se hace tarde y oscurece.
āHay una hermosa flor donde voy a dormir esta nocheā.
EstĆ” tan cansada de tanto volar que se queda dormida de inmediato y duerme como un tronco.

CapĆtulo 2: La abeja Maya en la casa de la rosa
El sol habĆa brillando durante bastante tiempo cuando Maya se despertó en la flor donde se habĆa quedado dormida la noche anterior.
Los pĆ©talos se balancearon suavemente con la brisa. āĀ”Es como si estuvieran bailando!ā, dijo Maya, aĆŗn emocionada por todas las aventuras que habĆa vivido el dĆa anterior. āĀ”Definitivamente no volverĆ© a la colmena!ā. Y cuando pensaba en la seƱorita Cassandra, su corazón latĆa mĆ”s rĆ”pido. Con quĆ© claridad habĆa mostrado lo terrible que es tener que entrar y salir de la colmena para recoger y llevar miel. No, ciertamente esa no era una vida para Maya. Ā”QuerĆa disfrutar de su libertad, sin importar quĆ© pasara!
Mientras tanto, su estómago comenzó a gruñir un poco. Era hora de comer algo. A lo lejos, vio una hermosa flor roja. Voló hacia ella y, al hacerlo, hizo que una gran gota de agua cayera de la hoja, salpicando el suelo en docenas de pequeñas y brillantes gotitas de agua. ”Qué hermosa vista!

La flor roja tenĆa un olor delicioso y dulce. En el interior de la flor, a la entrada de la copa, habĆa un escarabajo. Era un poco mĆ”s pequeƱo que ella y tenĆa alas marrones y el pecho negro. Miró a Maya seriamente. Maya recibió al escarabajo con un saludo amistoso.
āĀæQuĆ© estĆ”s haciendo aquĆ?ā, preguntó el escarabajo.
āĀæQuĆ© clase de hermosa flor es esta?ā preguntó Maya, sin responder a la pregunta del escarabajo. āĀæSerĆas tan amable de decirme el nombre de esta flor?ā.
El escarabajo rió. āDebes ser nueva aquĆā, dijo. Y querĆa decir que entendĆa que ella acababa de nacer y que aĆŗn no podĆa saber mucho.
āEs una rosaā, dijo el escarabajo. āAhora lo sabesā.
Aunque segĆŗn Maya el escarabajo no tenĆa los mejores modales, pensó que tenĆa buen carĆ”cter.
āNos mudamos aquĆ hace cuatro dĆasā, dijo el escarabajo. āĀæQuieres entrar y echar un vistazo?ā.
Maya dudo un momento, pero superó sus dudas y siguió hacia adelante. El escarabajo apartó un pétalo transparente para dejar entrar a Maya. Caminaron juntos por las estrechas habitaciones con la luz apagada y paredes fragantes.
āĀ”QuĆ© casa tan encantadora!ā, exclamó Maya, āĀ”y huele exquisito aquĆ!ā.
El escarabajo estaba complacido con la admiración de Maya.
āSaber dónde vivir requiere sabidurĆaā, dijo, sonriendo amablemente. āDime dónde vives y te dirĆ© lo que vales, dice un viejo dicho. ĀæQuieres un poco de nĆ©ctar?ā.
āĀ”Bueno, sĆ, por favor!ā, dijo Maya, dĆ”ndose cuenta de lo hambrienta que estaba.
El escarabajo dejó sola a Maya por un momento para buscar el nĆ©ctar. Maya presionó su nariz contra el pĆ©talo rojo para absorber el aroma por completo. āLa vida es tan maravillosa aquĆā, se dijo. āEs mucho mejor estar aquĆ que en la vida de las abejas que solo vuelan de un lado a otro y se preocupan por recolectar miel. Ā”El silencio es delicioso!ā.
De repente, hubo un fuerte ruido detrĆ”s de las paredes. Era el escarabajo gruƱendo invadido por la ira. ParecĆa que estaba empujando a alguien bruscamente. Un momento despuĆ©s se escuchó el sonido de alguien corriendo afuera. El escarabajo regresó y arrojó malhumorado un poco de nĆ©ctar. āĀ”Es una penaā, dijo. āNo puedes escapar de esas alimaƱas por ningĆŗn lado. No te dan un momento de pazā.
Maya tenĆa tanta hambre que tomó un poco del nĆ©ctar sin agradecerle al escarabajo. āĀæQuiĆ©n era ese?ā, murmuró Maya con la boca aĆŗn llena.
āEra una hormigaā, exclamó enojado. āSe les mete en la cabeza ir a la despensa sin pedir permiso. Toman sin preguntar. Me pone furioso. Ā”Si no me diera cuenta de que estas criaturas mal educadas en realidad no saben nada, no dudarĆa ni por un momento en llamarlas ladronas!ā.
En este punto, de repente recordó sus modales. āLo sientoā, dijo, volviĆ©ndose hacia Maya. āOlvidĆ© presentarme. Mi nombre es Peter, de la familia de los escarabajos de las rosasā.
āMi nombre es Mayaā, dijo tĆmidamente la pequeƱa abeja. āEstoy encantada de conocerte.ā Miró a Peter atentamente, quien se inclinó repetidamente y extendió sus antenas como dos pequeƱos abanicos marrones. Maya pensó que era hermoso.
āTienes unas antenas de lo mĆ”s fascinantesā, dijo.
āGraciasā, dijo Peter halagado. āĀæTe gustarĆa ver el otro lado?ā.
āSĆ, por favorā, respondió Maya.

El escarabajo de las rosas apartó sus antenas en forma de abanico y dejó que un rayo de sol cayera sobre ellas.
āGenial, Āæno?ā, dijo.
āĀ”Creo que es muy especial!ā, exclamó maya. āLas mĆas no son tan hermosasā.
āOhā, dijo Peter, ācada uno tiene sus propias caracterĆsticas especiales. Por ejemplo, tienes unos ojos muy bonitos y el color dorado de tu cuerpo es muy atractivoā.
Maya sonrió. Peter fue el primero en decirle que se veĆa bien. La vida era maravillosa.
Tomó un poco mÔs de néctar.
āMiel de excelente calidadā, seƱaló.
āToma un poco mĆ”s ādijo Peter, bastante sorprendido por el hambre de su pequeƱa invitada. āTambiĆ©n hay algo de rocĆo, si tienes sedā.
āMuchas graciasā, dijo Maya. āPero ahora tengo que volar de nuevo, si te parece bienā.
El escarabajo rosa rió.
āVuela, siempre volandoā, dijo. āEstĆ” en la sangre de las abejas. No entiendo una forma de vida tan inquieta. TambiĆ©n tiene sus ventajas quedarse en un solo lugar, Āæno crees?ā.
Peter apartó educadamente la cortina roja.
āIrĆ© contigo a nuestra hoja de observaciónā, dijo. āEs un excelente lugar para volarā.
āOh, graciasā, dijo Maya, āpero puedo volar desde cualquier lugarā.
āEso es una ventajaā, respondió Peter. āTengo algunos problemas con mis alas traserasā. Le estrechó la mano y apartó la Ćŗltima cortina para ella.
āĀ”Oh, el cielo azul!ā, exclamó Maya. āAdiós.ā
āĀ”Adiós!ā, gritó Peter, quedĆ”ndose en el pĆ©talo superior para ver a Maya elevarse bajo la dorada luz del sol en el aire claro y puro de la maƱana. Con un suspiro, regresó a su fresco hogar de rosas cantando para sĆ mismo.

CapĆtulo 3: La abeja Maya y la libĆ©lula
Con el Ć”nimo en alto y alegrĆa por una nueva aventura, Maya voló sobre los verdes prados. En el camino, ya se habĆa encontrado con muchos insectos que a menudo la saludaban alegremente. Le encantaba disfrutar de su libertad, pero a veces tambiĆ©n se sentĆa un poco culpable, sabiendo que su colonia de abejas cumplĆa con su duro trabajo todos los dĆas.

Maya aterrizó al borde de un estanque para descansar bajo la hoja de una planta de loto. Estaba alisando sus alas cuando una mosca azul se posó en una hoja junto a ella.
āĀæQuĆ© estĆ”s haciendo en mi hoja?ā, preguntó malhumorada la mosca azul. Maya se sorprendió y gritó en un tono mĆ”s fuerte de lo que pretendĆa: āĀæEs tan malo si descanso aquĆ por un tiempo?ā.
La seƱorita Cassandra le habĆa dicho que las abejas son importantes en el mundo de los insectos, y que eran tratadas en consecuencia. Ahora podrĆa ver si eso era cierto. La mosca azul sĆ parecĆa incómoda. PodĆa verlo claramente. Saltó de su hoja a una por encima de Maya y dijo: āDeberĆas estar trabajando. Como abeja, deberĆas estar haciendo eso. Pero si quieres descansar, estĆ” bien. EsperarĆ© un ratoā.
āHay un montón de hojas, Āæno?ā, comentó Maya.
āEstĆ”n todas ocupadasā, dijo la mosca azul. āEn estos dĆas, estĆ”s contento si puedes llamar tuyo a un pedazo de tierra. Si mi predecesor no hubiera sido comido por una rana hace dos dĆas, todavĆa no tendrĆa un lugar decente para vivir. Realmente no es agradable tener que buscar un nuevo lugar para quedarse cada noche. No todos tienen una buena vida, como ustedes, las abejas. Pero dĆ©jame presentarme, mi nombre es Jack Christopherā.
Maya guardó silencio y pensó en lo terrible que debĆa ser caer en las garras de una rana.

āĀæHay muchas ranas en el lago?ā, preguntó, moviĆ©ndose hacia el centro de la hoja para evitar ser vista desde el agua.
La mosca azul rió. āLa rana puede verte desde abajo cuando brilla el sol, porque la hoja es transparente. Puede verte perfectamente sentada en mi hojaā.
De repente, Maya ya no se sintió muy cómoda sobre la hoja. Estaba a punto de salir volando cuando Jack Christopher fue recogido por una libĆ©lula grande y brillante. Sin pensar, gritó: āĀ”Suelta a la mosca azul inmediatamente! Ā”No tienes derecho a querer comerte a alguien al azar!ā. La libĆ©lula se volvió hacia ella. Maya se sobresaltó ante su gran tamaƱo y se estremeció. āĀæPor quĆ© no? ĀæQuĆ© estĆ” pasando, niƱa?ā, preguntó la libĆ©lula en tono amistoso.
āPor favor, dĆ©jalo irā, gritó Maya con lĆ”grimas en los ojos. āSu nombre es Jack Christopherā. La libĆ©lula sonrió. āĀæPor quĆ©, pequeƱa?ā. Maya tartamudeó sin poder decir nada. āOh, es un caballero agradable, y nunca te ha hecho ningĆŗn daƱo, que yo sepaā. La libĆ©lula miró pensativa a Jack Christopher. āSĆ, es un hombrecito dulceā, respondió la libĆ©lula y Ā”SNAP! Jack Christopher bajó por su garganta. Por un momento, Maya no supo quĆ© decir. Ella escuchó con horror mientras la libĆ©lula masticaba y roĆa. Miró a la libĆ©lula, atónita.
āNo seas tan sensibleā, dijo la libĆ©lula. āTu sensibilidad no me impresiona. Ustedes, las abejas, no son mejores. ĀæQuĆ© estĆ”s haciendo aquĆ? Aparentemente, todavĆa eres muy joven y no sabes mucho sobre la vida. Todos aquĆ en la naturaleza tienen su propio lugar y su propia tarea. Probablemente tengas mucho que aprender. AsĆ que deja de hablarmeā.
āNo te atrevas a dar un paso mĆ”s, gritó Maya, porque si lo haces, usarĆ© mi aguijón contigoā. La libĆ©lula la miró con severidad y habló lenta y amenazadoramente: āLas libĆ©lulas y las abejas se llevan bien y no se amenazan entre sĆā.

āBueno, eso parece muy sabioā, dijo Maya.
La libélula se preparó para volar, extendiendo sus alas para volar sobre el lago. La luz del sol en el agua creó un destello en sus alas y fue una vista tan hermosa que por un momento Maya se olvidó de su amigo Jack Christopher y su miedo.
āĀ”QuĆ© hermoso!ā, exclamó.
āĀæTe refieres a mĆ?ā, preguntó la LibĆ©lula, sorprendida, pero agregó: āSĆ, sĆ© que luzco fantĆ”stica. Recientemente, la gente me vio en la orilla del rĆo y hablaron sobre mi hermosa aparienciaā.
āĀæGente?ā, exclamó Maya, porque tenĆa mucha curiosidad por los humanos. āĀæHas visto gente?ā.
āPor supuestoā, dijo la libĆ©lula. āPero probablemente estĆ©s mĆ”s interesada en mi nombre. Me llamo Lovedearā.
āOh, cuĆ©ntame mĆ”s sobre las personas en lugar de esoā, interrumpió Maya a la libĆ©lula. āĀæLos humanos tambiĆ©n tienen aguijones?ā.
āOh, no, definitivamente noā, respondió la libĆ©lula, acomodĆ”ndose en la hoja junto a Maya. āNo, los humanos tienen peores armas contra nosotros. Son muy peligrosos. No hay alma que no les tenga miedoā.
āĀæTratan de atraparte?ā, preguntó Maya emocionada.
āSĆ, Āæno entiendes por quĆ©?ā, Lovedear miró sus alas. āRara vez he conocido a un humano que no haya intentado atraparmeā.
āPero Āæpor quĆ©?ā, preguntó Maya, temblando.
āBueno, verĆ”sā, dijo la seƱorita Lovedear con una sonrisa modesta, āhay algo atractivo en nosotras, las libĆ©lulas. Esa es la Ćŗnica razón por la que lo sĆ©ā.
āĀæPara comerte?ā, preguntó Maya.
āNo, no lo creo, dijo la libĆ©lula. Hasta donde yo sĆ©, los humanos no comen libĆ©lulas. Es mĆ”s un deporte. Los humanos lo hacen por diversión. Pero puedo ver en tu cara que no me creesā.
āPor supuesto que lo dudoā, exclamó Maya indignada. la seƱorita Lovedear encogió sus hombros. āTe contarĆ© una historia terrible. Mi hermano tenĆa un futuro prometedor por delante, pero un dĆa lo atrapó un niƱo. Lo pusieron en un frasco con la tapa puesta. Mi pobre hermano se quedó sin aire y murió. Es una terrible manera de morir, Āæno crees?ā. Una lĆ”grima rodó por la mejilla de la libĆ©lula. āPienso en Ć©l todos los dĆasā.
āTerribleā, dijo Maya, sintiĆ©ndose mal por la triste historia.
āĀæAlguna vez has sentido tristeza en tu vida?ā, preguntó la libĆ©lula.
āNoā, dijo Maya. āEn realidad, siempre he sido feliz hasta ahoraā.
āEntonces deberĆas estar agradecidaā, dijo la seƱorita Lovedear. āPero ahora debo irme. Si quieres, te cuento mĆ”s en otro momento. Ā”Adiós Maya!ā. Y luego se fue volando.
Maya la escuchó cantar una canción. Entonces Maya pensó que era hora de volar ella misma, y abrió sus alas para continuar su propio camino.
CapĆtulo 4: La abeja Maya conoce a Effie y Bobbie
Maya habĆa dormido maravillosamente en la corona de una hermosa flor azul. Se despertó con el sonido un suave golpeteo sobre los pĆ©talos de las flores. Ā”Estaba lloviendo! Era la primera vez en la vida de Maya que veĆa llover. Pensó que era hermoso, pero tambiĆ©n sabĆa que la lluvia era algo con lo que una abeja debĆa tener cuidado. La seƱorita Cassandra le habĆa advertido desde el principio sobre la lluvia. Con las alas mojadas, era mĆ”s difĆcil volar, y la lluvia tambiĆ©n podĆa ser muy frĆa. Asomó la cabeza entre los pĆ©talos de la flor para ver quĆ© estaba pasando en la hierba.

Lentamente, pensó en la colmena, y comenzó a sentir nostalgia por la protección que le brindaba. La lluvia significarĆa que no habrĆa trabajo por un tiempo. La abeja reina hacĆa sus rondas para saludar a todas las abejas y poner un huevo aquĆ y allĆ”. Empezó a sentirse un poco sola, y tambiĆ©n se estaba enfriando. āEspero que deje de llover prontoā, pensó, āporque tan hermosa como es esta flor, no tiene mucho nĆ©ctarā.
Entonces se dio cuenta de que el sol era de gran importancia en la vida de un aventurero. āSin el sol, casi nadie se irĆa de aventurasā, pensó, y se sintió feliz de haber empezado una vida por su cuenta. Ya habĆa pasado por mucho, mucho mĆ”s de lo que las otras abejas pasan en sus vidas. āLa experiencia es lo mĆ”s preciado de la vida, y vale la pena cualquier sacrificioā, pensó.
Pasó una manada de hormigas, cantando juntas una canción mientras se movĆan por la hierba. De repente, un diente de león fue empujado a un lado por un gran escarabajo azul. ParecĆa un cĆrculo de metal oscuro con luces azules, verdes y, en ocasiones, negras que brillaban aquĆ y allĆ”. ParecĆa que nada podrĆa destruir su duro caparazón. El canto de las hormigas soldado aparentemente lo habĆa despertado de su sueƱo. ParecĆa muy enojado, y gritó: āĀ”Abran paso! Ā”Ya voy! Ā”Cedan el paso!ā.
Probablemente pensó que el grupo de hormigas lo dejarĆan pasar. āMe alegro de no estar en su caminoā, pensó Maya, y se retiró mĆ”s hacia la campana de la flor. El escarabajo se movió a travĆ©s de la hierba mojada y se detuvo bajo la flor de Maya. En el suelo vio una hoja seca, que el escarabajo apartó. Debajo, Maya vio un agujero en el suelo. Maya se quedó muy quieta. El Ćŗnico sonido era el suave repiqueteo de la lluvia.
Luego escuchó la llamada del escarabajo a travĆ©s del agujero: āSi quieres casarte conmigo, debes decidir levantarte. Ya es de dĆaā. Pasó mucho tiempo antes de que llegara la respuesta. Entonces Maya escuchó una voz fina que salĆa del agujero.
āPor el amor de Dios, cierra la puerta ahĆ arriba. EstĆ” lloviendo dentroā.
El escarabajo obedeció. Se quedó esperando, con la cabeza un poco ladeada, y miró por la rendija.
āPor favor, date prisaā, se quejó.
Un insecto marrón salió lentamente del agujero. TenĆa un cuerpo gordo, piernas delgadas y de movimiento lento, y una cabeza gruesa con antenas pequeƱas y verticales.
āBuenos dĆas, querida Effieā, dijo el escarabajo. āĀæHas dormido bien, querida?ā.
āNo voy a ir contigo, Bobbieā, respondió ella. āLa gente estĆ” hablando de nosotrosā.
āNo entiendoā, dijo el escarabajo. āĀæDebe ser destruida nuestra felicidad por semejante tonterĆa? Effie, piĆ©nsalo. ĀæQuĆ© te importa lo que digan los humanos? Tienes tu agujero. Puedes meterte en Ć©l cuando quieras. Y si entras lo suficiente, no escucharĆ”s ninguno de los chismes de la superficieā.

āBobbie, no lo entiendes. Tengo mis ideas sobre esto. AdemĆ”s, te aprovechaste de mĆ. Me dejaste pensar que eras un escarabajo rosa, pero ayer un caracol me dijo que eras un escarabajo pelotero. Y eso es bastante diferente, Āæno?ā.
Bobbie estaba sorprendido. Cuando se recuperó del susto, gritó enojado: āNo, no entiendo. no puedo entender. El amor es algo que sienten el uno por el otro, sin importar quiĆ©nes sean, Āæno es asĆ?ā.
āBueno, me importaā, respondió Effie. āSi eres una criatura a la que le gusta revolcarse en el estiĆ©rcol, tengo que decirte que ese comportamiento no me va. Entonces, Ā”adiós!ā
Y… PUF… Effie se metió en su agujero. Effie se habĆa ido y Bobbie se quedó mirando asombrado la oscura y vacĆa abertura. ParecĆa tan tonto que Maya tuvo que reĆrse. El escarabajo sacudió la cabeza y sus antenas cayeron. āLa gente ya no aprecia el carĆ”cter, y el respeto es difĆcil de lograrā suspiró. āNo quisiera admitirlo, pero ella es cruel. Pero incluso si ella no siente nada por mĆ, deberĆa ser lo suficientemente inteligente para casarse conmigo y ser mi esposaā.
Maya vio las lÔgrimas salir de sus ojos, y su corazón se llenó de lÔstima.
āDios mĆo, pensó, realmente hay mucho dolor en el mundoā.
Luego vio que el escarabajo mordĆa un trozo de gusano y se lo comĆa. ””Y el resto del gusano siguió retorciĆ©ndose!! āQuĆ© extraƱoā, pensó Maya. QuerĆa preguntarle al escarabajo al respecto y gritó: āĀ”Hola!ā. El escarabajo se sobresaltó. āĀ”MuĆ©vete!ā, gritó el escarabajo.
āPero si no estoy en tu caminoā, dijo Maya.
āĀæEntonces, Āædónde estĆ”s? No puedo verteā, dijo el escarabajo.
āEstoy aquĆ arriba, en la flor azulā, gritó Maya.
āEstĆ” bien, pero no puedo verte. ĀæPor quĆ© me llamaste?ā.
āLa otra mitad del gusano se estĆ” escapandoā, dijo Maya.
āSĆā, dijo Bobbie. āSon criaturas muy inquietas. Pero he perdido el apetitoā. Luego tiró el trozo de gusano que habĆa mordido, y esa parte del gusano se escapó, pero en la dirección opuesta.
Maya estaba confundida. Pero Bobbie parecĆa estar familiarizado con los gusanos.
āNo creas que siempre como gusanosā, comentó el escarabajo. āPrefiero las rosas, pero no las encuentras en todas partesā.
āDile al gusanito en quĆ© dirección se fue su otra mitadā, gritó Maya emocionada.
Bobbie negó con la cabeza y dijo con seriedad: āAquellos separados por el destino nunca se reĆŗnen. Y ĀæquiĆ©n eres tĆŗ?ā
āMaya, del Pueblo Abejaā.
āMe alegra escuchar esoā, dijo el escarabajo. āNo tengo nada en contra de las abejas. ĀæPor quĆ© estĆ”s sentada allĆ? Por lo general las abejas no se quedan quietas. ĀæHas estado allĆ mucho tiempo?ā.
āDormĆ aquĆā, dijo Maya.
āEspero que hayas dormido bienā, dijo Bobbie, sonando enojado. āĀæAcabas de despertar?ā.
āSĆā, dijo Maya, que habĆa adivinado que a Bobbie no le gustarĆa que escuchara a escondidas su conversación con Effie, el grillo.
āSoy Bobbie, de la familia de los escarabajos de las rosasā, dijo el escarabajo.
Maya tuvo que reĆrse para sus adentros, porque sabĆa bien que Ć©l no era un escarabajo rosa, sino un escarabajo pelotero. Pero no dijo nada, porque no querĆa herir sus sentimientos.
āĀæNo te molesta la lluvia?ā, le preguntó.
āNo, estoy acostumbrado a la lluvia, a travĆ©s de las rosas, ya sabes. Donde crecen las rosas, por lo general llueveā.
Maya pensó para sĆ misma: āAhora tiene que dejar de mentir. No dejarĆ© que me engaƱe mĆ”sā.
āBobbieā, dijo con una sonrisa traviesa, āĀæquĆ© es ese agujero debajo de la hoja?ā.
āĀæUn agujero? ĀæUn agujero, dices? Hay muchos agujeros aquĆ. Probablemente sea solo un agujero. No tienes idea de cuĆ”ntos agujeros hay en el sueloā.
Bobbie apenas habĆa terminado de hablar cuando sucedió algo terrible. En su intento de actuar como si no le importara, perdió el equilibrio y se cayó. Maya escuchó un grito, y al momento siguiente vio al escarabajo de espaldas sobre la hierba. Sus brazos y piernas se agitaban en el aire.
āĀ”Oh Dios!ā, chilló el escarabajo. āNunca podrĆ© pararme sobre mis piernas otra vez. MorirĆ©. Voy a morir en esta posición. ĀæAlguna vez has oĆdo hablar de un destino peor?ā.
Y Bobbie siguió tratando de tocar el suelo con los pies. Pero cada vez que lograba agarrar un poco de tierra, caĆa hacia atrĆ”s sobre abultada espalda. La situación parecĆa desesperada. Maya comenzó a preocuparse. Se estaba poniendo muy pĆ”lido y sus gritos eran desgarradores.
āĀ”Espera!ā, gritó. āVoy a tratar de darte la vuelta. Si me esfuerzo, estoy segura de poder hacerlo. Pero tienes que dejar de gritar y escucharme. Si doblo la hierba hacia adelante y llevo la punta hacia ti, Āæpuedes usarla para ponerte en la posición correcta?ā.
AsĆ que la pequeƱa Maya voló, bajo la lluvia, desde su lugar protegido en la flor hasta una verde hoja de hierba junto a Bobbie, y se aferró a ella por la punta. Se dobló bajo su peso y se hundió justo encima de sus brazos, que se retorcĆan.
āĀ”AgĆ”rrate a eso!ā, gritó Maya.
Bobbie la agarró, primero con una mano, luego con la otra y finalmente con las piernas. Poco a poco, se arrastró por la hierba hasta llegar a la parte mĆ”s fuerte del tallo. Ahora podĆa agarrarlo mejor y darse la vuelta con Ć©l. Dejó escapar un gran suspiro de alivio.
āĀ”Gracias al cielo!ā, exclamó. āĀ”Eso fue terrible!ā.
āĀæTe sientes mejor ahora?ā, preguntó Maya.
Bobbie se puso una mano en la frente. āGracias, Maya. Muchas gracias. Cuando pase mi mareo, te contarĆ© todo sobre mĆā.
Pero Maya no escuchó nada mĆ”s. Un ratón de campo vino saltando por la hierba en busca de insectos. Maya se escondió y se quedó muy quieta en el suelo hasta que el bribón se fue. Cuando miró a su alrededor en busca de Bobbie, ya no estaba. AsĆ que decidió seguir su camino tambiĆ©n, porque habĆa dejado de llover y el dĆa era claro y cĆ”lido.

CapĆtulo 5: La abeja Maya y el acróbata
Maya se habĆa acomodado en un hueco en un Ć”rbol. Estaba segura y seca. Para protegerse de todas las criaturas, habĆa sellado un poco la entrada del hueco del Ć”rbol con cera de abejas. TambiĆ©n habĆa guardado un poco de miel allĆ, para no tener que pasar hambre en los dĆas de lluvia.

Hoy estaba seco y podĆa volar de nuevo.
āĀ”Hoy conocerĆ© a un humano!ā, exclamó con alegrĆa. āEn dĆas como hoy, la gente querrĆ” estar al aire libre para disfrutar de la naturalezaā.
Nunca habĆa visto tantos insectos en un dĆa. Iban y venĆan. En el aire se escuchaba el zumbido de diferentes insectos. En la hierba, vio trĆ©boles, y decidió tomar un poco de nĆ©ctar de las flores. De pronto vio, encima de la flor que estaba sobre ella, a una criatura verde y flaca sentada. Vio a la aterradora criatura, y tenĆa tanto miedo que no podĆa moverse. TenĆa una extraƱa frente y largas y finas antenas que crecĆan en sus cejas. Su cuerpo era delgado y verde por todas partes. Incluso sus ojos eran verdes. TenĆa elegantes patas delanteras y alas delgadas y discretas que, segĆŗn Maya, no serĆan de mucha utilidad. Lo mĆ”s extraƱo eran sus patas traseras, que sobresalĆan sobre su cuerpo.
āĀæTerminaste de mirar?ā, dijo la criatura. āĀæNunca has visto un saltamontes antes? ĀæO estĆ”s poniendo huevos en este momento?ā.
āĀæDe quĆ© estĆ”s hablando?ā dijo Maya, sorprendida. āĀæPoniendo huevos? Ni siquiera lo pensarĆa. Incluso si pudiera, no lo harĆa. Eso es la tarea de la reina. Ā”Ella es la Ćŗnica que puede hacer eso!ā.
El saltamontes bajó la cabeza e hizo una mueca tan graciosa que Maya no pudo evitar reĆrse.
āSeƱoraā, dijo el saltamontes, āĀ”eres todo un personaje!ā. El saltamontes tambiĆ©n rió.
āĀæPor quĆ© te rĆes?ā, preguntó Maya. En serio, no puedes esperar que ponga huevos aquĆ en la hierbaā.
Entonces el saltamontes dijo: āĀ”Hop!ā, y de un salto, se fue. Luego volvió hasta Maya con otro āĀ”Hop!ā. El saltamontes miró a Maya de arriba abajo. āNoā, dijo. āDefinitivamente no puedes poner huevos. No estĆ”s equipada para ello. Eres una avispa, Āæno?ā. Ā”Ser llamada avispa! Maya lo encontró un gran insulto. āĀæCómo te atreves a llamarme avispa?ā, gritó enojada.
āĀ”Hop!ā, dijo el saltamontes y se fue de nuevo.

Maya se fue volando, ofendida. ĀæCómo se atrevĆa a llamarla avispa? Pensaba que las avispas eran criaturas inĆŗtiles. La hizo enojar mucho.
āĀ”Hop!ā. AllĆ estaba de nuevo.
āSeƱoraā, dijo el saltamontes, āle pido perdón por cortar nuestra conversación. Pero es que tengo que saltar de vez en cuando. No puedo evitarlo. De vez en cuando tengo que saltar, donde sea. ĀæPuedes saltar tĆŗ tambiĆ©n?ā.
Sonrió de oreja a oreja y Maya ya no pudo mĆ”s estar enojada con Ć©l, y tuvo que reĆrse.
āĀæQuiĆ©n eres?ā, preguntó Maya. āMe gustarĆa saberā.
āBueno, todos saben quiĆ©n soyā, dijo el saltamontes.
Maya nunca supo si estaba bromeando o hablando en serio.
āSoy nueva en estos lugaresā, respondió amablemente, āde lo contrario, te conocerĆa. Pero ten en cuenta que pertenezco a la familia de las abejas y no soy una avispaā.
āDios mĆoā, dijo el saltamontes. āUstedes se parecen muchoā.
āObviamente nunca has ido a la escuelaā, estalló. āMira bien a una avispaā.
āĀæPor quĆ© deberĆa?ā, respondió el saltamontes. āĀæDe quĆ© servirĆa ver diferencias que existen solo en la mente de los humanos? TĆŗ, una abeja, vuelas por el aire, picas todo lo que encuentras y no puedes saltar. Lo mismo ocurre con una avispa. Entonces, Āædónde estĆ” la diferencia?ā.
āĀ”Hop!ā. Y se fue.
āPero ahora me voy a ir volandoā, pensó Maya.
AllĆ estaba de nuevo.
āSeƱoraā, dijo el saltamontes, āme gustarĆa invitarla a un concurso de saltos en el que yo mismo participarĆ©, en el jardĆn del guardabosquesā.
āNo me interesan las acrobaciasā, dijo Maya. āAlguien que vuela tiene mejores interesesā.
El saltamontes sonrió, una sonrisa que casi se podĆa oĆr.
āĀ”No se tenga en tan alta estima, mi querida! La mayorĆa de las criaturas de este mundo pueden volar, pero solo unas pocas pueden saltar. He conocido saltamontes, miembros de mi familia, que pueden saltar hasta trescientas veces su tamaƱo. Ā”Trescientas veces su propia longitud! Imagina eso. Incluso el elefante, el animal mĆ”s grande del mundo, no puede saltar tan altoā.
āĀ”Hop!ā. Y se fue de nuevo.
Maya vio que era un tipo extraƱo, ese saltamontes que se hacĆa llamar Flip el saltamontes. Pero en la breve conversación que tuvo con Ć©l, le enseñó muchas cosas nuevas. Aunque no estaba de acuerdo sobre los saltos, lo encontraba muy interesante. SabĆa los nombres de muchos tipos diferentes de criaturas. ĀæEntenderĆa tambiĆ©n su idioma? Si volviera, se lo preguntarĆa. Y tambiĆ©n le preguntarĆa quĆ© pensaba acerca de acercarse a un humano, o entrar a la casa de un humano.
āĀ”Hop!ā. AhĆ estaba el saltamontes otra vez.
āĀ”Dios mĆo! ĀæDe dónde sigues viniendo?ā, preguntó Maya.
āDe los alrededoresā, dijo el saltamontes.
āPero dime, Āæsimplemente saltas por el mundo sin saber dónde quieres aterrizar?ā, volvió a preguntar.
āPor supuesto. ĀæPor quĆ© no? ĀæPuedes leer el futuro? Nadie puede hacer eso. Ā”Solo el sapo del Ć”rbol lo sabe, pero nunca lo dice!ā, dijo el saltamontes.
āĀ”Las cosas que sabes! Ā”Maravilloso, simplemente maravilloso!ā, dijo Maya. āĀæEntiendes el lenguaje de los humanos?ā, preguntó con curiosidad.
āEsa es una pregunta difĆcil de responder, Maya, porque no se sabe si los humanos tienen un lenguaje. Hacen sonidos y parecen entenderse entre sĆ. Una vez escuchĆ© a dos niƱos soplando una hierba. El resultado fue un silbato parecido al canto de un grillo, aunque con mucho menos calidad. Aparentemente, los humanos hacen un intento honestoā, respondió el saltamontes.
Y una vez mĆ”s, el saltamontes se fue. Pero esta vez, Maya esperó en vano por Ć©l. Miró a su alrededor en la hierba y las flores. No se lo veĆa por ninguna parte.

CapĆtulo 6: La abeja Maya y Puck la mosca
Maya, adormecida por el calor, voló por el jardĆn hacia el fresco refugio de un gran castaƱo. En un trozo plano de cĆ©sped a la sombra debajo del Ć”rbol, se colocaron sillas y mesas para una comida al aire libre. Un poco mĆ”s allĆ” brillaba el techo rojo de una casa de campo, y de las chimeneas salĆan finas columnas de humo.
āAhoraā, pensó Maya. āAhora finalmente verĆ© a un humanoā. ĀæHabĆa llegado al corazón del mundo humano? El Ć”rbol debĆa ser suyo, y el extraƱo artilugio de madera en la sombra de abajo tenĆa que ser una colmena. Entonces algo zumbó, y una mosca aterrizó en la hoja junto a ella. La pequeƱa criatura corrió arriba y abajo de la hoja verde con pequeƱas sacudidas. Sus piernas no se podĆan ver moviĆ©ndose, y parecĆa estar arrastrando los pies con entusiasmo. Luego voló de una ancha hoja a otra, pero tan rĆ”pido que uno pensarĆa que no voló, sino que saltó.
Aparentemente, estaba buscando el lugar mĆ”s cómodo de la hoja. De vez en cuando, volaba brevemente y zumbaba con fuerza, como si algo desagradable hubiera sucedido, haciendo que el mundo se detuviera. Luego volvĆa a caer sobre la hoja, como si nada, y comenzaba a correr de nuevo. Finalmente, se quedó muy quieta, como una estatua.

Al ver sus payasadas, Maya se acercó a la mosca y le dijo: āĀæCómo estĆ”s? Bienvenido a mi hoja. Eres una mosca, Āæno?ā.
āĀæCon quĆ© otra cosa me confundes?ā dijo la pequeƱa mosca. āMi nombre es Puck. Estoy muy ocupado. ĀæQuieres ahuyentarme?ā.
āĀæPor quĆ© habrĆa de hacerlo? Para nada. Me complace conocerteā, dijo Maya.
āTe creoā, fue todo lo que dijo Puck, y luego trató de sacar su propia cabeza de su cuerpo.
āDios mĆo, ĀæquĆ© estĆ”s haciendo?ā, dijo Maya.
āTengo que hacer esto, no entiendes. Es algo de lo que tĆŗ, como abeja, no sabes nadaā, dijo Puck, ahora calmado de nuevo. Y deslizó sus piernas sobre sus alas hasta que se curvaron alrededor de la punta de su cuerpo. āAdemĆ”s, soy mĆ”s que una simple moscaā, agregó con orgullo. āSoy una mosca domĆ©stica. He volado aquĆ por el aire frescoā.
āĀ”Que interesante!ā, dijo Maya alegremente. āEntonces debes saber todo sobre los humanosā.
āTan bien como conozco los bolsillos de mis pantalonesā, dijo Puck. āMe siento sobre humanos todos los dĆas. ĀæNo sabĆas eso? PensĆ© que ustedes, las abejas, eran inteligentes. Ciertamente actĆŗas como talā.
āMi nombre es Mayaā, dijo la abeja, algo tĆmida. No entendĆa de dónde sacaban los otros insectos su confianza en sĆ mismos, por no hablar de su audacia.
āGracias por la información. Cualquiera que sea tu nombre, eres una tonta. Debes tener cautela y ser cuidadosaā, dijo. āEso es lo mĆ”s importante de todoā.
Pero mientras tanto, una ola de ira se alzó en la pequeƱa Maya. El insulto que Puck le habĆa lanzado fue demasiado. Sin saber realmente por quĆ© lo estaba haciendo, corrió hacia Ć©l, lo agarró por el cuello y lo agarró con fuerza.
āĀ”Te enseƱarĆ© a ser amable con una abeja!ā, gritó.
Puck comenzó a llorar con fuerza. āPor favor, no me piquesā, se lamentó. āEs lo Ćŗnico que puedes hacer, pero es mortal. DĆ©jame ir, por favor dĆ©jame ir, si aĆŗn puedes. HarĆ© cualquier cosa que digas. ĀæNo puedes entender un chiste? Solo era una broma. Todo el mundo sabe que las abejas son los insectos mĆ”s respetados y los insectos mĆ”s poderosos y numerosos. No me mates, por favor. No habrĆ” nadie que me devuelva la vida. Ā”QuĆ© gracia! Ā”Nadie aprecia mi humor!ā.
āBienā, dijo Maya, āte dejarĆ© vivir con la condición de que me cuentes todo lo que sabes sobre los humanosā.
āCon mucho gusto lo harĆ©ā, exclamó Puck. āTe lo habrĆa dicho de todos modos. Pero dĆ©jame ir primeroā.
Maya lo soltó. Su respeto por la mosca y la confianza que pudiera tener en Ć©l, habĆan desaparecido. ĀæQuĆ© valor podrĆan tener las vivencias de un ser tan bajo? ĀæQuĆ© sabrĆa Ć©l de la gente? TendrĆa que aprender mĆ”s sobre los humanos por ella misma. Pero, la lección no habĆa sido en vano. Puck ahora estaba mĆ”s calmado. Pero murmurando por lo bajo, enderezó sus antenas y alas, y los diminutos vellos de su cuerpo que se habĆan arrugado horriblemente porque la Abeja Maya lo habĆa agarrado con fuerza.
āĀ”Todo en mi cuerpo estĆ” fuera de lugar, se ha salido de control!ā, dijo en un tono dolido. āEso se debe a tu manera impulsiva de hacer las cosas. Pero dime, ĀæquĆ© quieres saber sobre los humanos? Creo que lo mejor que puedo hacer es contarte algunas cosas de mi propia vida. VerĆ”s, crecĆ entre humanos, asĆ que escucharĆ”s exactamente lo que quieres saberā.
āĀæCreciste entre humanos?ā.
āPor supuesto. Fue en la esquina de su habitación donde mi madre puso el huevo del que salĆ. Hice mis primeros intentos de caminar sobre su parasol y probĆ© la fuerza de mis alas volando de Schiller a Goetheā.
āĀæQuĆ© son Schiller y Goethe?ā

āSon estatuasā, explicó Puck en un tono de superioridad. āEstatuas de dos hombres diferentes de los demĆ”s, aparentemente. EstĆ”n debajo del espejo, uno a la derecha y otro a la izquierda, pero nadie les hace casoā.
āĀæQuĆ© es un espejo? ĀæY por quĆ© estĆ”n las estatuas debajo del espejo?ā.
āComo mosca, un espejo es bueno para ver tu barriga cuando te arrastras sobre Ć©l, es muy divertido. Cuando las personas van al espejo, se ponen las manos en el pelo o se tiran de la barba. Cuando estĆ”n solos, sonrĆen en el espejo, pero cuando hay alguien mĆ”s en la habitación, se ven muy serios. CuĆ”l es su propósito, nunca he podido averiguarlo. Parece ser un juego inĆŗtil de ellos. Yo mismo, cuando todavĆa era un niƱo, tuve muchos problemas con el espejo. QuerĆa volar en Ć©l, pero fui rechazado con fuerzaā.
Maya le hizo mĆ”s preguntas sobre el espejo, que Puck encontró muy difĆciles de responder.
āMiraā, dijo finalmente, āĀænunca has volado sobre la suave superficie del agua? Bueno, un espejo es asĆā.
La pequeƱa mosca, que vio que Maya escuchaba sus historias con atención, se volvió mĆ”s amable y educada. En cuanto a la opinión de Maya sobre Puck, aunque no creĆa todo lo que decĆa, lamentaba haber pensado mal de Ć©l en su encuentro anterior.
Puck continuó con su historia: āMe tomó mucho tiempo entender su idioma. Ahora por fin sĆ© lo que quieren. No es mucho, porque suelen decir lo mismo todos los dĆasā.
āApenas puedo creer esoā, dijo Maya. āTienen muchos intereses, piensan en muchas cosas y hacen muchas cosas. Cassandra me dijo que construyen ciudades que son tan grandes que no puedes volar alrededor de ellas en un dĆa, torres tan altas como el vuelo de nuestra abeja reina y casas que flotan en el agua. Y tambiĆ©n tienen casas que se deslizan sobre la tierra en dos ruedas y van mĆ”s rĆ”pido que los pĆ”jarosā.
āEspera un minutoā, dijo Puck. āĀæQuiĆ©n es Cassandra, si se me permite preguntar?ā.

āOh, ella era mi maestraā.
āMaestraā, repitió Puck. āProbablemente una abeja. ĀæQuiĆ©n mĆ”s sino una abeja sobreestimarĆa a los humanos de esa manera? tu seƱorita Cassandra no conoce su historia en absoluto. Ninguna de esas ciudades, torres y otros artilugios humanos de los que hablas son buenos para nosotrosā.
Puck hizo algunos movimientos en zigzag en la hoja y tiró de su cabeza nuevamente, para gran preocupación de Maya.
āĀæSabes cómo puedes saber que tengo razón?ā, preguntó Puck, frotĆ”ndose las manos. āCuenta el nĆŗmero de humanos y el nĆŗmero de moscas en una habitación. El resultado te sorprenderĆ”ā.
āPodrĆas tener razón. Pero ese no es el puntoā.
āĀæCrees que nacĆ este aƱo?ā, preguntó Puck de repente.
āNo lo sĆ©ā.
āSobrevivĆ un inviernoā, anunció Puck. āMis experiencias se remontan a la Edad de Hielo. En cierto sentido, me llevan a travĆ©s de la Edad de Hielo. Por eso estoy aquĆ tambiĆ©n, estoy aquĆ para recuperarmeā.
āSeas lo que seas, eres una criatura valienteā, observó Maya.
āEso es lo que yo dirĆaā, exclamó Puck, y dio un pequeƱo salto. āLas moscas son la raza mĆ”s audaz. Nunca nos escapamos, a menos que sea mejor huir, pero aun asĆ siempre volvemos. ĀæAlguna vez te has sentado en un humano?
āNoā, dijo Maya, mirando a la mosca con rabia. TodavĆa no sabĆa muy bien quĆ© hacer con Ć©l. āNo, no estoy interesado en sentarme sobre humanosā.
āAh, querida niƱa, eso es porque no sabes cómo es. Si alguna vez vieras la diversión que tengo con el hombre en casa, te pondrĆas verde de envidia. DĆ©jame contarte: Hay un anciano en mi habitación. A menudo se queda dormido en el sofĆ” y empieza a hacer ruidos extraƱos. Para mĆ, son una seƱal de que debo bajar. Vuelo allĆ y me siento en la frente del hombre dormido. La frente estĆ” entre la nariz y el cabello, y se usa para pensar. Puedes verlo en las arrugas largas. La frente tambiĆ©n muestra si las personas estĆ”n irritadas. Pero luego los pliegues se mueven hacia arriba y hacia abajo y se forma un hueco redondo sobre la nariz. Tan pronto como me siento en su arruga y empiezo a correr de un lado a otro sobre las arrugas, y el hombre levanta las manos en el aire. Cree que estoy en algĆŗn lugar en el aire. Eso es porque estoy sentado en su frente, su zona de pensamiento, y Ć©l no puede determinar con rapidez dónde estoy realmente. Eventualmente, comienza a gritar y lanzar golpes. Bueno, seƱorita Maya, o como se llame, hay que ser inteligente con esto. Veo venir la mano, pero espero hasta el Ćŗltimo momento, luego vuelo hĆ”bilmente a un lado, me siento y veo lo que hace a continuación. A menudo jugamos durante media hora completa. No tienes idea de cuĆ”nta resistencia tiene ese hombre. Finalmente, salta y suelta unas palabras que muestran lo desagradecido que es. Pero un alma noble como yo no busca recompensa. En ese momento, ya estoy sentado en el techo, escuchando su arrebatoā.
āNo puedo decir que me guste muchoā, comentó Maya. āĀæNo es bastante inĆŗtil?ā.
āĀæEsperas que le ponga un panal en la nariz?ā, dijo Puck. āNo tienes sentido del humor, niƱa. ĀæQuĆ© haces tĆŗ que sea Ćŗtil?ā
La pequeña Maya se puso completamente roja, pero se recuperó para ocultar su vergüenza a Puck.
āPronto llegarĆ” el momentoā, dijo, ācuando harĆ© algo grande y hermoso, y tambiĆ©n bueno y Ćŗtil. Pero primero, quiero ver lo que estĆ” pasando en el mundo. En lo profundo de mi corazón, siento que ya casi es horaā.
Mientras Maya hablaba, sintió que la esperanza y el entusiasmo invadĆan su ser.
Pero Puck no parecĆa darse cuenta de lo seria que estaba. Zigzagueó un rato con su forma inquieta y luego preguntó: āĀæTienes miel contigo, querida niƱa?ā.
āLo sientoā, respondió Maya. āMe encantarĆa darte un poco, especialmente porque me entretuviste de manera muy agradable, pero realmente no tengo nada de miel conmigo. ĀæPuedo hacerte una pregunta mĆ”s?ā.
āPregunta lo que quierasā, dijo Puck. āResponderĆ©, siempre responderĆ©ā.
āMe gustarĆa saber cómo entrar en la casa de un humanoā.
āVuela adentroā, dijo Puck hĆ”bilmente.
āPero Āæcómo, sin correr peligro?ā.
āEspera hasta que se abra una ventana. Pero asegĆŗrate de encontrar el camino de regreso. Una vez dentro, si no puedes encontrar la ventana, lo mejor que puedes hacer es volar hacia la luz. En cada casa encontrarĆ”s muchas ventanas. Solo tienes que fijarte por dónde pasa el sol. ĀæYa te vas?ā.
āSĆ, me voyā, respondió Maya extendiendo su mano. āTengo algunas cosas en que ocuparme. Adiós. Espero que te recuperes bien de los efectos de la edad de hieloā.
Y con su zumbido delicado y seguro de sà mismo que también sonaba un poco ansioso, la pequeña Maya levantó sus brillantes alas y voló hacia el sol, en camino para recoger algo de comida de los prados floridos.
CapĆtulo 7: La abeja Maya se mete en problemas
DespuĆ©s de conocer a la mosca Puck, Maya no estaba muy contenta. No podĆa creer que Ć©l tuviera razón en todo lo que dijo sobre los humanos, ni que todo lo que habĆa vivido con los humanos fuera cierto. TenĆa una imagen mĆ”s agradable y hermosa de los humanos en su cabeza. Ella no querĆa que esa imagen cambiara por todas estas ideas ridĆculas sobre la humanidad. Sin embargo, todavĆa tenĆa miedo de entrar en una casa. ĀæCómo sabrĆa si al dueƱo le gustarĆa su visita o no? Pero se asegurarĆa de que nadie se molestara con ella. Volvió a pensar en las cosas que Cassandra le habĆa dicho.
āLa gente es buena y sabiaā, habĆa dicho Cassandra. āSon fuertes y poderosos, pero nunca abusan de su poder. Las abejas, sabiendo que son nuestros amigos, compartimos nuestra miel con ellos. Nos dejan suficiente para el invierno. Nos dan cobijo del frĆo y nos protegen de otros animales hostiles. Hay pocas criaturas en el mundo que hayan tenido tal amistad con los humanos y trabajen para ellos. Entre los insectos se suele hablar mal de los humanos. No los escuches. Si una ciudad de abejas tontamente intenta regresar a la naturaleza ignorando a los humanos, la ciudad perece rĆ”pidamente. Hay demasiados animales que quieren nuestra miel y, a menudo, toda una ciudad de abejas, todos sus edificios y todos sus habitantes, son destruidos. Un acto sin sentido, solo porque un animal quiere saciar su hambre de mielā.
Eso es lo que Cassandra le habĆa dicho a Maya sobre los humanos, y hasta que Maya se convenciera de lo contrario, querĆa mantener esta imagen de los humanos. Ahora era por la tarde. El sol se ocultaba tras los Ć”rboles frutales de la gran huerta por la que volaba Maya. Los Ć”rboles habĆan dejado de florecer hacĆa mucho tiempo, pero la pequeƱa abeja aĆŗn recordaba el esplendor de innumerables flores. El delicioso aroma y el brillo, oh, nunca olvidarĆa lo hermoso que era. Mientras volaba, pensó en cómo toda esa belleza regresarĆa en la primavera, y su corazón latĆa de alegrĆa por que se le permitiera volar en un mundo tan hermoso. Al final del jardĆn, el jazmĆn estaba en plena floración. Las flores tenĆan caras amarillas con una corona de blanco. OlĆan deliciosamente dulce mientras Maya flotaba en una suave brisa.

Voló entre los tallos de los arbustos de moras. Pero cuando despegó de nuevo para volar mÔs lejos, algo extraño cayó sobre su frente y hombros, y también cubrió rÔpidamente sus alas. Fue la sensación mÔs extraña de todas, como si de repente se detuviera su vuelo y se cayera sin poder hacer nada.
Una fuerza invisible y malĆ©vola parecĆa estar sujetando sus antenas, sus piernas y sus alas. Pero no cayó. Aunque ya no podĆa mover sus alas, todavĆa colgaba, balanceĆ”ndose en el aire. Subió un poco, luego bajó un poco, luego fue arrojada a un lado, luego hacia el otro. Era como si fuera una hoja suelta en el viento. Maya estaba preocupada, pero aĆŗn no realmente aterrorizada. ĀæPor quĆ© lo estarĆa? No sintió dolor de ningĆŗn tipo. Era muy peculiar, tan peculiar, que algo terrible parecĆa acechar en el fondo. Pero tenĆa que seguir volando. Si se esforzaba mucho, sin duda podrĆa hacerlo.

Pero entonces vio un hilo elĆ”stico sobre su pecho, mĆ”s fino que la seda mĆ”s fina. Se quedó helada de miedo y rĆ”pidamente lo agarró. Pero se pegó a su mano y no pudo quitĆ”rselo. Y habĆa otro hilo sobre sus hombros. El hilo estaba sobre sus alas y las unĆa. Ā”Y allĆ, y allĆ! Ā”Por todas partes en el aire, y sobre su cuerpo y debajo de su cuerpo, estaban esos hilos brillantes y pegajosos! Maya gritó con horror. Ā”Ahora lo sabĆa! Ā”Oh, oh, ahora lo sabĆa! Estaba atrapada en una telaraƱa.
Sus gritos aterrorizados sonaron en el aire tranquilo del verano mientras la luz del sol convertĆa el verde de las hojas en oro, los insectos volaban de un lado a otro y los pĆ”jaros volaban alegremente de Ć”rbol en Ć”rbol. Cerca, el jazmĆn esparció su delicioso aroma por el aire, el jazmĆn que ella habĆa querido alcanzar… Ahora todo habĆa terminado. Una pequeƱa mariposa azulada, con manchas marrones que brillaban como cobre en sus alas, pasó volando.
āAy, pobre almaā, exclamó la mariposa al escuchar los gritos de Maya y verla desesperada. āQue tu muerte sea fĆ”cil, querida niƱa. No puedo ayudarte. Un dĆa, tal vez incluso esta noche, sufrirĆ© el mismo destino. Pero mientras tanto, la vida sigue siendo deliciosa para mĆ. Ā”Adiós! No olvides pensar en la luz del sol durante el sueƱo profundo de la muerteā. Y la mariposa azul se alejó revoloteando, regocijĆ”ndose con el sol, las flores y su propia alegrĆa de vivir.
Las lĆ”grimas salieron de los ojos de Maya y perdió la cordura. Sacudió su cuerpo de un lado a otro, zumbó tan fuerte como pudo y gritó pidiendo ayuda. Pero cuanto mĆ”s se movĆa, mĆ”s se enredaba en la red. Ahora, las advertencias de Cassandra pasaron por su cabeza:
āCuidado con la araƱa y su telaraƱa. Si las abejas caemos bajo el poder de una araƱa, sufrimos la muerte mĆ”s espantosa. La araƱa es astuta, y una vez que tiene a alguien en su tela, nunca lo sueltaā.
En su miedo, Maya hizo un Ćŗltimo intento por liberarse. Y en algĆŗn lugar, uno de los hilos mĆ”s largos y pesados se rompió. Maya sintió que se rompĆa, pero al mismo tiempo, sintió la telaraƱa por todas partes. AsĆ funciona una telaraƱa, cuanto mĆ”s se lucha en ella, mĆ”s peligrosa se vuelve. AsĆ que se rindió, completamente agotada. En ese momento, vio a la propia araƱa, muy cerca, debajo de una hoja de zarzamora. Al ver al gran monstruo, agachado como si estuviera listo para atacar, el horror de Maya se hizo aĆŗn mayor. Los malvados y brillantes ojos miraron con frialdad a la pequeƱa abeja.
Maya dejó escapar un fuerte grito. Este fue el peor de todos. La muerte no podĆa verse peor que ese monstruo gris y peludo con sus malvados colmillos y piernas levantadas debajo de su grueso cuerpo. La araƱa vendrĆa corriendo hacia ella y entonces todo terminarĆa. De repente, Maya se enojó, peor que nunca. Se olvidó de su gran miedo a la muerte y se concentró en una sola cosa, vender su vida lo mĆ”s cara posible. Dejó escapar el grito de batalla fuerte, claro y alarmante que todas las criaturas conocĆan y temĆan.
āPagarĆ”s tu astucia con la muerteā, le gritó a la araƱa. āVen e intenta matarme, adelante, sabrĆ”s lo que puede hacer una abejaā.

La araƱa no se alarmó. HabĆa asustado a criaturas mĆ”s grandes que la pequeƱa Maya. Fuerte en su ira, Maya ahora hizo otro violento y desesperado intento de liberarse y… uno de los largos hilos que colgaban sobre ella se rompió. La red probablemente era usada para moscas y mosquitos, no para insectos tan grandes como las abejas. Pero Maya solo se enredó mĆ”s en la red. En un movimiento, la araƱa se acercó mucho a Maya. Balanceó sus Ć”giles piernas en un solo hilo y colgó con el cuerpo recto hacia abajo.
āĀæQuĆ© te da derecho a romper mi red?ā, le dijo a Maya con voz Ć”spera. āĀæQuĆ© estĆ”s haciendo aquĆ? ĀæNo es el mundo lo suficientemente grande para ti? ĀæPor quĆ© molestas a alguien pacĆfico como yo?ā.
Eso no era lo que Maya esperaba escuchar.
āNo era mi intenciónā, gritó, pero con un rayo de esperanza. Por muy fea que fuera la araƱa, no parecĆa estar planeando ningĆŗn daƱo. āNo vi tu red y quedĆ© atrapada en ella. Lo siento mucho. Por favor, discĆŗlpameā.
La araña se acercó.
āTienes un cuerpecito graciosoā, dijo, soltando el hilo con una pierna, luego con la otra. El hilo delgado tembló. Ā”QuĆ© increĆble que un hilo tan delgado pudiera soportar a una criatura tan grande!
āOh, por favor, ayĆŗdame a salir de aquĆā, suplicó Maya. āEstarĆa muy agradecidaā.
āPor eso estoy aquĆā, dijo la araƱa, sonriendo extraƱamente. A pesar de sus sonrisas, parecĆa mala y engaƱosa. āTu lucha estĆ” daƱando toda mi red. CĆ”llate un momento y te liberarĆ©ā.
āĀ”Oh gracias! Ā”Gracias!ā, dijo Maya.
La araña estaba ahora muy cerca de ella. Miró cuidadosamente la red para ver cómo estaba enredada Maya.
āĀæQuĆ© pasa con tu aguijón?ā, preguntó.
Ā”Oh, quĆ© horrible parecĆa! Maya se preocupó al pensar en la araƱa tocĆ”ndola, pero respondió tan amablemente como pudo: āNo te preocupes por mi aguijón. Lo guardarĆ© y nadie podrĆ” lastimarse con Ć©lā.
āEspero que noā, dijo la araƱa. āAhora, Ā”ten cuidado! TranquilĆzate. De lo contrario, estropearĆ”s mi redā.
Maya se quedó en silencio. De repente, sintió que la sacudĆan de un lado a otro en el mismo lugar, hasta que se mareó, sintió nĆ”useas y tuvo que cerrar los ojos. ĀæQuĆ© pasa? Abrió los ojos. Estaba completamente enredada en un hilo nuevo y pegajoso que la araƱa debĆa haber tenido con ella.
āĀ”Dios mĆo!ā, gritó suavemente la pequeƱa Maya. Eso fue todo lo que dijo. Ahora vio lo mala que habĆa sido la araƱa. HabĆa caĆdo en su trampa y ahora no habĆa ninguna posibilidad de escapar. No podĆa mover ninguna parte de su cuerpo. Su final estaba muy cerca ya. Su ira se habĆa desvanecido, solo sentĆa una gran tristeza.
āNo sabĆa que habĆa tanta maldad en el mundoā, pensó. āLa noche oscura de la muerte me espera. Adiós, querido sol brillante. Adiós, mis queridas abejas. ĀæPor quĆ© las dejĆ©? Deseaba una vida feliz, pero desafortunadamente, voy a morirā.
La araƱa estaba en guardia, un poco a un lado. TodavĆa tenĆa miedo del aguijón de Maya.
āBueno, bueno, Āæahora quĆ©?ā, se burló. āĀæCómo te sientes, niƱa?ā.
Maya era demasiado orgullosa para responder a la falsa criatura. DespuĆ©s de un rato, cuando ya no podĆa mĆ”s, solo dijo: āPor favor, solo mĆ”tame yaā.
āĀ”En serio!ā, dijo la araƱa y ató algunos hilos rotos juntos. āĀ”En serio! ĀæCrees que soy un animal tan loco como tĆŗ? MorirĆ”s de todos modos, si te quedas el tiempo suficiente, es entonces que te chuparĆ© la sangre, cuando ya no puedas picarme. Si pudieras ver cuĆ”nto has daƱado mi red, te darĆas cuenta de que mereces morirā.
Se dejó caer al suelo, colocó el extremo del hilo alrededor de una piedra. Luego volvió corriendo, agarró el hilo del que colgaba atrapada la pequeña Maya y la arrastró.
āTe pondrĆ© a la sombra, queridaā, dijo, āpara que no te seques al sol. AdemĆ”s, colgada aquĆ, parecerĆ”s un espantapĆ”jaros. Asustas a otros que no estĆ”n prestando atención a dónde van. A veces vienen gorriones y asaltan mi red. Por cierto, mi nombre es Thekla, estoy emparentada con las araƱas cruzadas. No tienes que decirme tu nombre. No tiene importancia. Eres una abeja gorda y simpĆ”tica, y tendrĆ”s un sabor deliciosamente tierno y jugosoā.
AsĆ colgaba la pequeƱa Maya a la sombra de la zarzamora, pegada al suelo, completamente a merced de la cruel araƱa que querĆa dejarla morir lentamente de hambre. Con la cabeza abajo, pronto sintió que no tardarĆa muchos minutos mĆ”s. Ella gritó suavemente, y su grito de ayuda se hizo mĆ”s y mĆ”s dĆ©bil. ĀæQuiĆ©n podrĆa oĆrla ahora? Su colonia de abejas no sabĆa nada de esto, por lo que no podrĆan acudir en su ayuda. De repente escuchó a alguien gruƱendo en la hierba: āĀ”MuĆ©vete! Ya voyā.
El corazón de Maya comenzó a latir rÔpido. Reconoció la voz de Bobbie, el escarabajo pelotero.
āĀ”Bobbie!ā, gritó tan fuerte como pudo. āĀ”Bobbie, querido Bobbie!ā.
āĀ”A moverse! Ya voy.ā
āPero no estoy en tu camino, Bobbieā gritó Maya. āNo, estoy sobre tu cabeza. La araƱa me ha atrapadoā.
āĀæQuiĆ©n eres?ā preguntó Bobbie. āMucha gente me conoce. Lo sabes, Āæno?ā.
āSoy Maya. Maya, la abeja. Ā”Oh, por favor, ayĆŗdame, por favor!ā.
āĀæMaya? ĀæMaya? Ah, ahora me acuerdo. Me conociste hace unas semanas. EstĆ”s muy mal, si puedo decirlo. Seguro necesitas mi ayuda. Dado que tengo un poco de tiempo, no me negarĆ©ā.
āOh, Bobbie, Āæpuedes romper estos hilos?ā.
āĀæRomper? ĀæEsos hilos? No me insultes. Mira estos mĆŗsculos, duros como el acero. Puedo hacer mucho mĆ”s que romper algunas telas de araƱa. VerĆ”sā.
Bobbie se arrastró hasta la hoja, agarró el hilo del que colgaba Maya, se aferró a él y luego soltó la hoja. El hilo se rompió y ambos cayeron al suelo.
āEsto es solo el comienzoā, dijo Bobbie. āPero Maya, estĆ”s temblando. Mi querida niƱa, Āæpor quĆ© tienes tanto miedo a la muerte? Debes mirar a la muerte tranquila a los ojos, como lo hago yo. Ahora te liberarĆ©ā.
Maya no podĆa hablar. LĆ”grimas de felicidad rodaron por sus mejillas. VolverĆa a ser libre, volarĆa bajo el sol, volarĆa donde quisiera. Ā”VivirĆa de nuevo! Bobbie liberó a Maya de la telaraƱa. Pero luego vio a la araƱa bajar por el arbusto de moras.
āĀ”Bobbie!ā, gritó, āĀ”viene la araƱa!ā.
Bobbie continuó con calma y rió por lo bajo. Era realmente un insecto fuerte.
āSe lo pensarĆ” dos veces antes de acercarseā, dijo.
Pero entonces la voz malvada resonó por encima de ellos: āĀ”Ladrones! Ā”Ayuda! Me estĆ”n robando. Gordo, ĀæquĆ© estĆ”s haciendo con mi presa?ā
āNo se preocupe, seƱoraā, dijo Bobbie. āSi dices otra palabra que no me gusta, romperĆ© toda tu red en pedazos. Ahora, dime, Āæpor quĆ© de repente estĆ”s tan callada?ā
āHe sido derrotadaā, dijo la araƱa.
āSerĆ” mejor que te vayas de aquĆ ya mismoā, afirmó Bobbie.
La araƱa le lanzó a Bobbie una mirada llena de odio, pero volvió a pensarlo cuando miró su telaraƱa, y lentamente se dio la vuelta, enojada. Los colmillos y las picaduras no servirĆan de nada. Ni siquiera dejarĆan rastro en el grueso caparazón que tienen los escarabajos. Con airados murmullos sobre la injusticia, la araƱa se escondió en una hoja marchita, desde la cual podĆa espiar y vigilar su telaraƱa. Mientras tanto, Bobbie habĆa liberado a Maya. Rasgó los hilos alrededor de sus piernas y alas. El resto lo podĆa hacer ella sola. Ā”QuĆ© feliz estaba! Pero tuvo que moverse lentamente, ya que todavĆa estaba dĆ©bil.
āSolo tienes que olvidar lo que ha pasadoā, dijo Bobbie. āEntonces dejarĆ”s de temblar. Ahora prueba si puedes volar. IntĆ©ntaloā.
Maya se levantó con un suave zumbido. Sus alas todavĆa funcionaban y, para su alegrĆa, sintió que ninguna parte de su cuerpo habĆa resultado herida. Voló hacia las flores de jazmĆn, bebió ansiosamente de la savia de miel deliciosamente fragante y regresó con Bobbie, que habĆa dejado los arbustos de zarzamora y estaba sentado en la hierba.
āTe lo agradezco con todo mi corazónā, dijo Maya, profundamente feliz por su libertad recuperada.
āUnas palabras de agradecimiento estĆ”n bienā, dijo Bobbie. āPero asĆ soy yo: siempre hago algo por los demĆ”s. Ahora vuela rĆ”pido. Te aconsejo que te acuestes temprano esta noche. ĀæDebes recorrer un largo camino?ā.
āNoā, dijo Maya. āNo tengo que ir muy lejos. Vivo al borde del bosque de hayas. Adiós, Bobbie, nunca te olvidarĆ©, nunca, nunca, mientras viva. Ā”Adiós!ā.
CapĆtulo 8: La abeja Maya y la mariposa
Su aventura con la araƱa dio a Maya algo en lo que pensar. ProcurarĆa ser mĆ”s cuidadosa en el futuro y no actuar de forma imprudente y apresurada. TenĆa que tomar en serio las advertencias de Cassandra sobre tener cuidado con los peligros que amenazan a las abejas. Y habĆa muchas cosas por descubrir, el mundo era un lugar muy grande. HabĆa mucho que hacer para una pequeƱa abeja.
En las noches, cuando caĆa la tarde y Maya estaba completamente sola, pensaba en esto. Pero a la maƱana siguiente, cuando brillaba el sol, se olvidaba de todas sus preocupaciones. Su deseo de nuevas vivencias la llevó de vuelta a la feliz carrera de la vida.
Un dĆa conoció a una criatura muy curiosa. Era como un panqueque. Su caparazón se veĆa bastante limpio, pero no estaba claro si tenĆa alas. La extraƱa criaturita se sentó quieta sobre la sombra de la hoja de un arbusto de frambuesa con los ojos medio cerrados, perdida en su meditación. El delicioso aroma de las frambuesas llenaba el aire. Maya querĆa saber quĆ© tipo de animal era. Voló a una hoja cercana y preguntó: āĀæCómo estĆ”s?ā. El extraƱo no respondió.
āBueno, Āæcómo estĆ”s?ā, dijo Maya, y golpeó su hoja. El objeto plano abrió un ojo, apuntó a Maya y dijo: āUna abeja. El mundo estĆ” lleno de abejasā. Y volvió a cerrar el ojo.

āQuĆ© extraƱa criatura es esaā, pensó Maya, y decidió que descubrirĆa los secretos del extraƱo ser. Ā”Despertó su curiosidad mĆ”s que nunca! AsĆ que probó con miel. āTengo un poco de mielā, dijo. āĀæPuedo ofrecerte un poco?ā. El extraƱo abrió un ojo y miró a Maya por un momento. āĀæQuĆ© dirĆ” esta vez?ā, se preguntó Maya.
Pero esta vez no hubo respuesta. El Ćŗnico ojo volvió a cerrarse y el extraƱo se sentó muy quieto, pegado a la hoja, de modo que no podĆa ver sus patas. Casi se podrĆa pensar que la criatura habĆa sido aplastada con un dedo. Maya se dio cuenta de que el extraƱo querĆa ignorarla, pero ya sabes cómo es la pequeƱa abeja: no le gusta que la ignoren o la molesten, especialmente si aĆŗn no ha descubierto lo que quiere saber.
āĀ”Seas quien seasā, gritó Maya, āpuedo decirte que los insectos tienen la costumbre de saludarse, incluso mĆ”s cuando uno de ellos es una abeja!ā. El insecto se quedó quieto, sin moverse y sin abrir su Ćŗnico ojo. āSeguro estĆ” enfermoā, pensó Maya. āQuĆ© horrible estar enfermo en un hermoso dĆa como este. Por eso se queda en la sombraā. Voló hacia la hoja y se sentó junto a la criatura. āĀæNo te estĆ”s sintiendo bien?ā, preguntó, lo mĆ”s amablemente posible.
En esto, la criatura comenzó a moverse. āMoverā es la Ćŗnica palabra que puedo usar, porque no caminaba, corrĆa, volaba ni saltaba. Continuó como empujada por algo invisible.
āNo tiene piernas. Por eso estĆ” tan enojadaā, pensó Maya.
Cuando llegó al tallo de la hoja, se detuvo por un momento, luego continuó y, asombrada, Maya vio que habĆa dejado una pequeƱa gota marrón en la hoja.
āQuĆ© extraƱoā, pensó. Pero luego puso su mano frente a su nariz y la sujetó con fuerza. Un gran olor salió de la pequeƱa gota marrón. Maya casi se desmaya. Voló lo mĆ”s rĆ”pido que pudo y se sentó en una frambuesa, manteniendo aun su nariz tapada y temblando de asco y disgusto.
āĀæPor quĆ© tocarĆas un insecto tan apestoso?ā, gritó alguien por encima de ella y se rió.
āĀ”No te rĆas!” !ā, Maya gritó Maya.

Buscó con la mirada. Una mariposa blanca se posó en una rama delgada del arbusto de frambuesa, abriendo y cerrando lentamente sus anchas alas. Se sentó quieta y contenta bajo la luz del sol. La mariposa tenĆa esquinas negras en sus alas y puntos negros redondos en el medio de cada ala. Ā”Ay, quĆ© hermoso, quĆ© hermoso! Maya olvidó su molestia. Y tambiĆ©n estaba feliz de hablar con la mariposa. Nunca habĆa conocido a una, aunque habĆa visto pasar muchas volando.
āOhā, dijo, āprobablemente tengas razón al reĆrte. ĀæEse era un insecto apestoso?ā.
āEso es lo que eraā, respondió la mariposa, todavĆa sonriendo. āEs el tipo de criatura de la que hay que mantenerse alejado. ĀæProbablemente todavĆa eres bastante joven?ā
āBuenoā, comentó Maya, āyo no dirĆa eso. He pasado por mucho. Pero ese fue el primer individuo de ese tipo que he encontrado. ĀæTe imaginas hacer algo como lo que hizo esa chinche apestosa?
La mariposa volvió a reĆr.
āYa sabes lo que esā, explicó, āa los bichos apestosos les gusta estar solos. No son muy populares, por lo que usan la gota apestosa para llamar la atención. Sin esa gota, probablemente nos olvidarĆamos de su existencia. Sirve como recordatorio. Y quieren ser recordados, de todos modosā.
Maya continuó hablando con la mariposa: āTus alas son hermosas, realmente muy hermosasā, dijo Maya. āĀæMe puedo presentar? Maya, del pueblo abejaā.
La mariposa plegó sus alas juntas y parecĆa como si una sola ala se mantuviera erguida en el aire. Hizo una ligera reverencia.
āFredā, dijo despreocupadamente.
Maya miró a la mariposa con asombro.
āVuela un pocoā, pidió.
āĀæDeberĆa volar lejos?ā.
āOh, no. Solo quiero ver tus grandes alas moverse en el cielo azul. Pero no importa. Puedo esperar hasta mĆ”s tarde. ĀæDónde vives?ā
āEn ningĆŗn lugar especial. Un lugar fijo es demasiado molesto. La vida se volvió encantadora cuando me convertĆ en una mariposa. Antes de eso, cuando era una oruga, todo lo que hacĆa era sentarme en el repollo todo el dĆa, comer y pelearā.
āĀæQuĆ© quieres decir?ā, preguntó Maya, desconcertada.
āAntes, yo era una orugaā, explicó Fred.
āĀ”Eso nunca podrĆa haber sido posible!ā, exclamó Maya.
āBueno, buenoā, dijo Fred, apuntando sus antenas directamente a Maya, ātodo el mundo sabe que una mariposa comienza como una oruga. Incluso los humanos lo saben.
Maya estaba completamente perpleja. ĀæPodrĆa algo asĆ realmente suceder?
āRealmente tienes que explicarlo mĆ”s claroā, dijo. āNo puedo creer lo que dijiste. No puedes esperar eso de mĆā.
La mariposa se sentó junto a la abejita en la delgada rama del arbusto de frambuesa, y se balancearon juntas con la brisa de la maƱana. Ćl le contó cómo habĆa comenzado su vida como una oruga y luego, un dĆa, cuando salió de su Ćŗltima piel de oruga, se envolvió en un capullo.
āDespuĆ©s de algunas semanasā, continuó, āme despertĆ© de mi sueƱo y atravesĆ© la cĆ”scara del capullo. No puedo decirte, Maya, lo que sientes cuando de repente vuelves a ver el sol despuĆ©s de tanto tiempo. SentĆ como si me estuviera derritiendo en un cĆ”lido ocĆ©ano dorado, y amaba tanto mi vida que mi corazón comenzó a latir con fuerzaā.
āLo entiendo, completamenteā, dijo Maya. āYo tambiĆ©n me sentĆ asĆ cuando dejĆ© la vida cotidiana de nuestra ciudad abeja y volĆ© hacia el brillante mundo de las floresā. La pequeƱa abeja se quedó en silencio por un momento, pensando en su primer vuelo. Pero luego quiso saber cómo podĆan crecer las grandes alas de la mariposa en el pequeƱo espacio de un capullo.
Fred se lo explicó.
āEn el capullo, las alas estĆ”n plegadas como los pĆ©talos de una flor. Cuando el tiempo es claro y cĆ”lido, la flor tiene que abrirse, y los pĆ©talos se abren. AsĆ que mis alas primero se plegaron, y luego se desplegaron. Nadie puede resistirse a la luz del sol cuando brillaā.
āNo, nadie puede resistirse a la luz del solā, dijo Maya, mientras miraba a la mariposa sentada en la luz de la maƱana, de un blanco puro contra el cielo azul.
āA menudo la gente nos acusa de ser frĆvolosā, dijo Fred. āPero estamos verdaderamente felices, solo eso, simplemente felices. No creerĆan la seriedad con la que a veces pienso en la vidaā.
āDime lo que piensasā.
āOhā, dijo Fred, āpienso en el futuro. Es muy interesante pensar en el futuro. Pero ahora me gustarĆa volar. Los prados en las colinas estĆ”n llenos de flores hermosas. Me gustarĆa estar allĆ, Āæsabes?ā.
Maya lo entendió bien, asĆ que se despidieron y volaron en diferentes direcciones. La mariposa blanca se balanceaba silenciosamente como impulsada por el suave viento. Y la pequeƱa Maya voló, con el zumbido de la abeja alrededor de una flor. El sonido que escuchamos en los dĆas hermosos y en el que siempre pensamos cuando pensamos en el verano.

CapĆtulo 9: La abeja Maya y la pierna perdida
En el hueco del Ć”rbol donde Maya se habĆa quedado para pasar el verano, vivĆa tambiĆ©n una familia de escarabajos. FridolĆn, el padre, era un escarabajo trabajador que se esforzaba mucho por cuidar de su numerosa familia. Estaba muy orgulloso de sus cinco hijos, quienes habĆan cavado sus propios tĆŗneles retorcidos en el tronco del pino.
Una maƱana temprano, como de costumbre, FridolĆn vino a darle los buenos dĆas y le preguntó si habĆa dormido bien. āĀæNo vas a volar hoy?ā, preguntó.
āNo, hace demasiado vientoā.
De hecho, el viento aullaba, sacudiendo las ramas hacia arriba y hacia abajo, y arrancando hojas de los Ć”rboles. DespuĆ©s de cada rĆ”faga de viento, el cielo se aclaraba, pero los Ć”rboles se iban quedando sin hojas. Incluso el pino donde vivĆan Maya y FridolĆn crujĆa y gemĆa con el viento.
FridolĆn suspiró. āTrabajĆ© duro toda la noche. Tienes que hacer algo para llegar a alguna parte. Pero no estoy nada contento con este pino. Otro Ć”rbol hubiera estado mejorā, dijo a Maya. FridolĆn agregó con preocupación: āAh, la vida serĆa realmente hermosa si no hubiera pĆ”jaros carpinterosā.
Maya asintió. āSĆ, de hecho, tienes razón. El pĆ”jaro carpintero se come todos los insectos que veā.
āSi eso fuera todo, si solo se comiera a las criaturas descuidadas, entonces dirĆa que un pĆ”jaro carpintero tambiĆ©n necesita vivir. Pero que llegue a lo profundo de nuestros tĆŗneles en el Ć”rbol es realmente inapropiadoā, observó FridolĆn.
āPero Ć©l no puede hacer eso. Es demasiado grande, Āæverdad?ā.
FridolĆn miró a Maya con expresión seria, levantó las cejas y sacudió la cabeza dos o tres veces. ParecĆa sentirse realmente importante por saber algo que ella no sabĆa. āSu tamaƱo no importa, mi querida Maya. Lo que tememos es su lenguaā.
Maya lo miró con los ojos muy abiertos. FridolĆn le habló de la lengua del pĆ”jaro carpintero: era larga y delgada, redonda como un gusano, y pegajosa. āPuede estirar su lengua diez veces mi longitud, y luego clavarla profundamente en todas las grietas del Ć”rbol con la esperanza de encontrar algo allĆ. AsĆ es como se mete tambiĆ©n en nuestras casasā.
āNo me asusto fĆ”cilmente, dijo Maya, pero esto da miedoā.
āOh, no tienes que tener miedo, tienes un aguijónā, dijo FridolĆn. āPero es diferente para nosotros los escarabajosā.
Maya se sentó a escuchar, pensando en sus propias aventuras en el pasado y los accidentes que aĆŗn podrĆan ocurrirle. De repente oyó la risa de FridolĆn. āĀ”Mira quiĆ©n estĆ” aquĆ!ā, exclamó. Maya levantó la vista.
Vio una criatura extraordinaria que trepaba lentamente por el tronco. No sabĆa que tales criaturas existĆan. āĀæNo deberĆamos escondernos?ā, preguntó con miedo.
āNo seas tontaā, respondió el escarabajo, āsiĆ©ntate quieta y sĆ© cortĆ©s con Ć©l. Es muy culto y tambiĆ©n amable y divertido. Ā”Mira lo que estĆ” haciendo ahora! EstĆ” luchando con el vientoā, dijo FridolĆn, y se rió. āEspero que sus piernas no se enredenā.
āĀæSon esos largos hilos sus piernas?ā, preguntó Maya, con los ojos muy abiertos. āNunca habĆa visto algo asĆā.
Ahora podĆa ver mejor al reciĆ©n llegado. Su cuerpo, sobre sus largas piernas, parecĆa balancearse en el aire, y parecĆa que tenĆa que agarrarse por todos lados. Dio un paso adelante, la pequeƱa bola marrón de su cuerpo se movĆa arriba y abajo, y se agarró al Ć”rbol con todas sus piernas.
Maya aplaudió. āBueno, jamĆ”s hubiera soƱado que pudieran existir piernas tan delicadas. Son tan finas como un cabello y puedes usarlas asĆ. Creo que es asombroso, FridolĆnā.
Entonces el extraño se unió a ellos y miró a Maya desde lo alto de sus piernas altas y puntiagudas.
āBuenos dĆasā, dijo. āĀ”QuĆ© viento!ā, y se agarró al Ć”rbol con todas sus fuerzas.
FridolĆn se volteó para ocultar su risa, pero la pequeƱa Maya asintió cortĆ©smente y le explicó que ella no volaba por el viento. Luego se presentó. El extraƱo la miró a travĆ©s de sus piernas.
āMaya, del Pueblo Abeja, me alegro de conocerteā.
āYo mismo pertenezco a la familia de las araƱas, las araƱas de patas largas. Mi nombre es Hannibalā.
Las araƱas tienen mala reputación entre los insectos pequeƱos y Maya no pudo ocultar completamente su miedo. Volvió a sentir el miedo luego de su aventura en la telaraƱa de la araƱa Thekla. Pero pensó: āSiempre puedo volar lejos. No tiene alas, y su telaraƱa estĆ” en otro lugarā.
āSi no te importa, irĆ© y me sentarĆ© en tu gran rama tambiĆ©nā.
āBueno, por supuestoā, dijo Maya, haciĆ©ndole un lugar. āHay tantos tipos diferentes de animales en el mundoā, pensó. āUn nuevo descubrimiento cada dĆaā. De repente, exclamó: āĀ”Hannibal, tienes una pierna de mĆ”s!ā.
āFinalmente te diste cuentaā, dijo con tristeza. āPero en realidad, me falta una pierna, no me sobraā.
āĀæPor quĆ©? ĀæSueles tener ocho patas?ā
āLas araƱas tenemos ocho patas, y las necesitamos todas. PerdĆ una de mis piernas, cosa muy mala, pero hago lo mejor que puedoā.
āDebe ser terrible perder una piernaā, dijo Maya con simpatĆa.
Hannibal apoyó la barbilla en la mano y colocó las piernas debajo de Ć©l para que no fueran fĆ”ciles de contar. āTe dirĆ© cómo sucedió. Por supuesto, un humano estaba involucrado. Las araƱas somos cuidadosas, pero los humanos son descuidadosā.
āOh, por favor, cuĆ©ntame la historiaā, dijo Maya, acomodĆ”ndose.

āEscuchaā, dijo Hannibal. āLas araƱas cazamos de noche. VivĆa en un cobertizo de jardĆn, podĆa entrar y salir fĆ”cilmente de Ć©l. Una noche, vino un hombre con una lĆ”mpara, papel y tinta, porque querĆa escribir. Escribió sobre insectos, pero los humanos realmente saben muy poco sobre los insectos. Una noche, como de costumbre, estaba sentado en el marco de una ventana y el hombre estaba sentado a la mesa. Me irritó que un enjambre de pequeƱas moscas y mosquitos, de los que dependo para mi sustento, estuviera posado sobre la lĆ”mpara y mirĆ”ndola. EstarĆan mejor afuera, debajo de las hojas, donde estarĆan a salvo de la lĆ”mpara y donde yo podrĆa atraparlos. En esa noche, vi morir algunos mosquitos bajo la lĆ”mpara. El hombre los dejó allĆ, asĆ que decidĆ ir a buscarlos yo mismo. Esa fue mi perdición. Me arrastrĆ© por la pata de la mesa y caminĆ© con cuidado hacia la lĆ”mpara. Pero cuando pasĆ© la botella, el hombre me agarró. Me levantó por una de mis piernas y me balanceó de un lado a otro mientras se reĆa con fuerza. Y me quedĆ© mirando sus grandes ojosā.
Hannibal suspiró y la pequeƱa Maya se quedó muy quieta. Su cabeza dio vueltas por la historia. āĀæLos humanos tienen ojos tan grandes?ā, preguntó finalmente.
āĀ”Por favor, imagina cómo fue para mĆ!ā, gritó Hannibal enojado. āEstaba colgando de una pierna frente a esos ojos grandesā.
āĀ”Horrible! Ā”Realmente terrible!ā.
āAfortunadamente, mi pierna se rompió. Si no, habrĆa sucedido algo mucho peor. CaĆ sobre la mesa y corrĆ lo mĆ”s rĆ”pido que pude. Puso mi pierna, que aĆŗn se movĆa, sobre un papel blancoā.
āĀæTu pierna todavĆa se movĆa?ā, preguntó Maya con incredulidad.
āSĆ. Nuestras piernas siempre se mueven cuando nos las quitan. Mi pierna corrió, pero como yo no estaba allĆ, no sabĆa adónde correrā.
āImposibleā dijo Maya, āuna pierna que se ha arrancado ya no se puede moverā.
āTodavĆa eres demasiado joven para entender, pero nuestras piernas siguen moviĆ©ndose, incluso cuando ya no estĆ”n nuestros cuerposā, dijo la araƱa, enojada.
āNo puedo creerlo sin pruebasā.
āĀæCrees que me cortarĆa una pierna?ā, dijo Hannibal, aĆŗn mĆ”s enojado. āNo quiero volver a verte. Nadie ha dudado nunca de mis palabrasā.
Maya no entendĆa quĆ© habĆa molestado tanto a la araƱa, o quĆ© cosa habĆa hecho.
āNo es fĆ”cil tratar con extraƱosā, pensó. āNo piensan como nosotros y no ven que no queremos hacer daƱoā. Miró con tristeza a la araƱa enfadada.
Al parecer, Hannibal habĆa confundido la amabilidad de Maya con debilidad. Ahora algo le sucedió a la pequeƱa abeja. De repente se volvió muy valiente. Se puso de pie, levantó sus hermosas y transparentes alas, emitió su zumbido alto y claro y dijo, con un brillo en los ojos: āSoy una abeja, Sr. Hannibalā.
āDisculpaā, dijo la araƱa, y sin despedirse, dio media vuelta y corrió hacia el tronco del Ć”rbol tan rĆ”pido como alguien con siete patas puede hacerlo.
El viento estaba casi en calma y prometĆa ser un hermoso dĆa. Maya pensó en los prados llenos de flores y las laderas soleadas detrĆ”s del lago. Y voló, como una abeja feliz, por los aires, rumbo a los prados con sus alegres alfombras de flores, y se alegró de estar viva.

CapĆtulo 10: La abeja Maya y las maravillas de la noche
En el verano, la pequeƱa Maya volaba alegremente y tenĆa muchas aventuras. Sin embargo, extraƱaba a las otras abejas. QuerĆa un trabajo que fuera Ćŗtil. Las abejas son criaturas inquietas. Sin embargo, la pequeƱa Maya aĆŗn no estaba lista para vivir en el reino de las abejas para siempre. No todas las abejas pueden adaptarse bien, al igual que las personas. Debemos tener cuidado y darles la oportunidad de demostrar su valĆa. Debajo de su comportamiento se encuentra un profundo anhelo por algo mĆ”s hermoso que la vida cotidiana.
La pequeƱa Maya era un ser puro y sensible, con un gran interĆ©s en todo lo que el mundo tenĆa para ofrecer. Sin embargo, es difĆcil estar solo, incluso si eres feliz. Y cuanto mĆ”s tiempo experimentaba Maya sus aventuras a solas, mĆ”s anhelaba compaƱĆa. A estas alturas, habĆa pasado de ser una pequeƱa abeja a una hermosa criatura con alas fuertes y un aguijón afilado. Y era una verdadera aventurera.
QuerĆa hacer algo con todo lo que habĆa aprendido en el camino. A veces querĆa volver a la colmena y pedir perdón a la reina. Pero su deseo de conocer humanos era mayor. SegĆŗn ella, nadie era mĆ”s inteligente o poderoso que los humanos. Un dĆa vio a una niƱa dormida entre las flores. Maya la miró con asombro y la encontró muy dulce. Inmediatamente olvidó todas las cosas horribles que habĆa escuchado sobre los humanos.
DespuĆ©s de un rato, pasó una mosquito y la saludó. āMira a esa chica de allĆ. Mira lo buena y hermosa que esā, le dijo Maya, encantada. La mosquito lanzó una mirada de sorpresa a Maya, luego se dio la vuelta lentamente y miró al objeto de su admiración. āSĆ, es una buena humana. Acabo de probarla. La piquĆ©. Mira, mi cuerpo estĆ” brillando rojo por su sangreā.
Maya estaba sorprendida. āĀæMorirĆ”? ĀæDónde la lastimaste? ĀæComo pudiste?ā.
La mosquito se rió: āOh, la acabo de picar a travĆ©s de sus medias. ĀæDe verdad crees que los humanos son buenas criaturas? Nunca he conocido a nadie que voluntariamente me haya dado una gota de sangreā.
āNo sĆ© mucho acerca de los humanos, lo admitoā, dijo Maya.
āPero de todos los insectos, ustedes, las abejas, son los que mĆ”s tienen que ver con los humanos. Ese es un hecho conocidoā.
āDejĆ© nuestro reinoā, confesó Maya tĆmidamente. āNo me gustó. QuerĆa aprender mĆ”s sobre el mundo exteriorā.
āĀæY te gusta el mundo exterior? Admiro tu independencia. Nunca aceptarĆa servir a los humanosā.
āĀ”Pero los humanos tambiĆ©n nos sirven!ā, dijo Maya, que no soportó las crĆticas de la mosquito.
āTal vez. ĀæA quĆ© tribu perteneces?ā.
āVengo de la tribu de las abejas en el parque del castilloā.
āHe oĆdo hablar de eso. Respeto tu reino, donde recientemente hubo un levantamiento, Āæes eso cierto?ā, dijo la mosquito.
āSĆā, dijo Maya con orgullo. Y en el fondo de su corazón, sentĆa nostalgia por su pueblo y la necesidad de servir a la reina. No le hizo mĆ”s preguntas a la mosquito sobre los humanos. Pensó que la mosquito era una dama descarada.
āVoy a tomar otro buen sorboā, exclamó la mosquito mientras se alejaba volando. Maya se fue rĆ”pidamente. No podĆa soportar ver a la mosquito lastimando a la niƱa dormida. ĀæY cómo podrĆa hacer esto y no morir ella misma? ĀæNo habĆa dicho Cassandra: āĀæSi picas a un humano, morirĆ”s?ā.
A pesar de esto, su deseo de conocer bien a los humanos no fue cumplido. Se prometió ser mĆ”s valiente y nunca detenerse hasta lograr su objetivo. Su deseo de conocer a los humanos se harĆa realidad, de una manera mĆ”s hermosa de lo que jamĆ”s podrĆa haber soƱado.
En una noche cĆ”lida, se acostó temprano, y de repente se despertó en medio de la noche. Cuando abrió los ojos, vio que su dormitorio tenĆa un brillo azulado silencioso. La luz venia de la entrada, y parecĆa una cortina azul plateada. Al principio, Maya tuvo miedo de mirar. Pero junto con la luz llegó una calma, y se podĆa escuchar un sonido armonioso. Miró hacia afuera, y el mundo entero parecĆa estar bajo un hechizo. Los Ć”rboles y la hierba estaban cubiertos por un velo plateado, y todo estaba envuelto en este suave resplandor azul.
āEsto debe ser la nocheā, susurró Maya mientras plegaba sus alas.
Un disco plateado colgaba en lo alto del cielo, y una hermosa luz fluyó hacia el mundo. Maya vio innumerables lucecitas en el cielo. Todo estaba muy tranquilo y hermoso. Vio la noche con la luna y las estrellas. HabĆa oĆdo hablar de ellos antes, pero nunca los habĆa visto. Entonces volvió a oĆr el sonido que la habĆa despertado. Un buen chirrido. Ya no podĆa quedarse en su habitación, y salió volando hacia la hermosa noche.
Justo cuando estaba a punto de volar adentrĆ”ndose en la noche plateada, Maya vio que una criatura aterrizaba en una hoja. Levantó la cabeza y las alas hacia la luna y se volvió a oĆr el sonido que Maya habĆa escuchado antes esa noche. āĀ”QuĆ© hermoso! Suena celestialā, susurró Maya. Voló hacia la hoja, pero en cuando la tocó, el canto se detuvo. Se hizo un profundo silencio que era casi inquietante.
āBuenas nochesā, dijo Maya cortĆ©smente. āLamento interrumpir, pero la mĆŗsica que haces es tan hermosa que tenĆa que averiguar de dónde venĆaā. El grillo preguntó sorprendido: āĀæQuĆ© clase de criatura que se arrastra eres tĆŗ? Nunca he conocido a nadie como tĆŗā.
āNo soy un insecto rastrero. Soy Maya, del pueblo de las abejasā.
āOh, del pueblo de las abejas. Vives de dĆa, Āæno? Me enterĆ© sobre tu raza por el erizo. Me dijo que come abejas muertas que arrojan de la colmena por la nocheā.
āSĆā, dijo Maya algo temerosa, ātambiĆ©n he oĆdo hablar del erizo. Sale cuando cae la noche y come insectos muertos. Pero Āæeres amigo de esa criatura? Es terriblemente rudoā.
āNosotros, los grillos de los Ć”rboles, nos llevamos muy bien con Ć©l. Por supuesto, trata de atraparnos, pero nunca logra tener Ć©xito. Siempre nos burlamos de Ć©lā.
āAsĆ que eres un grillo de Ć”rbolā, dijo Maya.
āSĆ, un grillo de Ć”rbol nevado. Pero ahora no tengo tiempo para hablar. Realmente tengo que hacer mĆŗsica. Es una hermosa noche con luna llenaā.
āLa noche de verano es la noche mĆ”s hermosa del aƱoā, dijo el grillo. āEso es todo lo que puedo decirte, escucha mi mĆŗsica y la oirĆ”sā. Y el grillo empezó a cantar de nuevo.
La pequeña abeja se sentó en silencio en la noche azul de verano, pensando profundamente en la vida. Luego cayó el silencio. Hubo un suave zumbido y Maya vio al grillo volar hacia la luz de la luna.
āLa noche tambiĆ©n entristece a una abejaā, pensó. AsĆ que rĆ”pidamente voló a su prado de flores. En el camino, a lo largo del arroyo, vio hermosos lirios que brillaban a la luz de la luna. Aterrizó en uno de sus pĆ©talos azules.
āĀæAdónde va toda esa agua del arroyo?ā, se preguntó. āSĆ© tan poco sobre el mundoā.
De repente, una delicada voz se elevó desde la flor junto a ella. Sonaba como una clara campana, y no se parecĆa a ningĆŗn sonido que Maya hubiera escuchado antes. āĀæQuĆ© podrĆ” ser esto?ā, pensó la pequeƱa abeja. Entonces, una pequeƱa criatura con un cuerpo resplandeciente salió de la flor, vestida con una prenda blanca.

La criatura levantó los brazos hacia la luz de la luna y su rostro comenzó a irradiar felicidad. Entonces, se desplegaron dos alas blancas. Maya nunca habĆa visto algo tan hermoso. La criatura resplandeciente comenzó a cantar una canción sobre el alma de las cosas, lo que conmovió profundamente el corazón de Maya. Incluso empezó a llorar.
āĀæQuiĆ©n estĆ” llorando?ā, preguntó la criatura blanca.
āSoy yoā, dijo Maya. āPerdón por molestarteā.
āPero Āæpor quĆ© estĆ”s llorando?ā.
āTal vez solo porque eres muy hermosa. Oh, dime, eres un Ć”ngel, Āæno?ā.
āOh no, soy un elfo de las flores. ĀæQuĆ© haces aquĆ tan tarde en la noche?ā, preguntó el elfo, mirando amablemente a la abeja.
Maya le contó sus aventuras y lo que aĆŗn deseaba. Cuando terminó, el elfo le acarició la cabeza y la miró con calidez y amor. āNosotros, los elfos de las floresā, explicó, āvivimos durante siete noches, pero debemos quedarnos en la flor en la que nacimos, o moriremos al amanecerā.
āĀ”Date prisa, date prisa! Ā”Vuela de regreso a tu flor!ā, gritó Maya alarmada.
El elfo sacudió la cabeza con tristeza y dijo: āEs demasiado tarde. Pero la mayorĆa de los elfos de las flores estĆ”n felices de dejar su flor, porque una gran felicidad acompaƱa a nuestra partida. Antes de morir, podemos cumplir el deseo mĆ”s querido de la primera criatura que encontremos. Entonces, hacemos a alguien muy felizā.
āQuĆ© maravilloso. Entonces yo tambiĆ©n dejarĆa la florā. A Maya no se le ocurrió que ella fuera la primera criatura que conoció el elfo. āĀæEntonces te mueres?ā, preguntó la abeja.
El elfo asintió, āVivimos hasta el amanecer, luego nos dejamos llevar por los velos que flotan sobre la hierba y las flores. Parece como si una luz blanca brillara desde estos velos. Esos son los elfos de las flores. Cuando se hace de dĆa, nos convertimos en gotas de rocĆo. Las plantas nos beben y nos convertimos en parte de su crecimiento, hasta que volvemos como elfos de los pĆ©talos de las flores despuĆ©s de un tiempoā.
āAsĆ que una vez fuiste otro elfo de las floresā, preguntó Maya, con gran interĆ©s.
āAsĆ es, pero he olvidado mi existencia pasada. Olvidamos todo en nuestro sueƱo de floresā.
āĀ”Oh, quĆ© hermoso destino!ā.
āAsĆ es como sucede con todas las criaturasā, dijo el elfo.
āOh, soy muy feliz ahoraā, exclamó Maya.
āPero Āæno tienes un deseo?ā, preguntó el duende. āTengo el poder de cumplir tu deseo mĆ”s queridoā.
āĀæA mĆ? Solo soy una abeja. No, eso es demasiado grande. No merezco que seas tan bueno conmigoā.
āNadie merece lo bueno y lo bello. Lo bueno y lo bello nos llegan como la luz del solā, dijo el elfo.
El corazón de Maya estaba acelerado. Oh, por supuesto, tenĆa un deseo, pero no se atrevĆa a decirlo. El elfo pareció sentirlo y sonrió sabiamente.
āMe gustarĆa aprender sobre las personas en su mejor y mĆ”s bello estadoā, dijo tĆmidamente la abejita.
El elfo se levantó y la miró con ojos llenos de confianza. Tomó la mano de Maya y dijo: āVen, volemos juntos. Tu deseo se harĆ” realidadā.
CapĆtulo 11: La abeja Maya vuela con el duende de las flores
Y asĆ, Maya y el elfo de las flores partieron juntos en una clara noche de verano. La pequeƱa Maya estaba muy feliz de poder confiar en este hermoso ser blanco para que la guiara adondequiera que fueran. QuerĆa hacerle mil preguntas al elfo de las flores, pero no se atrevió. Mientras volaban a travĆ©s de los Ć”rboles, una polilla oscura zumbó sobre ellos, tan grande y fuerte como un pĆ”jaro.
āEspera, por favorā, llamó el elfo de las flores. Maya se sorprendió al ver lo rĆ”pido que respondió la polilla.
Los tres se acomodaron en una rama, con vistas al paisaje iluminado por la luna. La polilla agitó sus alas, creando una brisa fresca. Rayas inclinadas de color azul brillante marcaban sus alas. Su cabeza parecĆa estar hecha de terciopelo, con una cara como una mĆ”scara misteriosa con ojos oscuros. Ā”QuĆ© maravillosas son estas criaturas de la noche! Un escalofrĆo recorrió a Maya, que pensó que estaba soƱando el sueƱo mĆ”s extraƱo de su vida.
āEres realmente hermosaā, dijo Maya a la polilla, que estaba muy impresionada.
āĀæQuiĆ©n es tu compaƱera de viaje?ā, preguntó la polilla al elfo de las flores.
āUna abeja. La conocĆ justo cuando dejĆ© mi florā.
La polilla pareció entender lo que eso significaba. Miró a Maya casi con celos. āTienes mucha suerteā, dijo, en un tono serio y pensativo, moviendo la cabeza de un lado a otro.
āĀæEstĆ”s triste?ā, preguntó la afectuosa Maya.
La polilla negó con la cabeza. āNo, no tristeā. Y le dedicó a Maya una mirada tan amistosa que a ella le hubiera gustado hacerse amiga de Ć©l en ese mismo momento.
āĀæEl murciĆ©lago todavĆa estĆ” en el extranjero, o se ha ido a descansar?ā. Esta era la pregunta por la que el elfo de las flores habĆa hecho que la polilla se detuviera.
āOh, ha estado descansando durante mucho tiempo. ĀæQuieres saber por tu compaƱera de viaje?ā
El elfo de las flores asintió. Maya querĆa saber quĆ© era un murciĆ©lago, pero el elfo de las flores parecĆa tener prisa.
āVamos, Mayaā, dijo, ātenemos que darnos prisa. La noche es muy cortaā.

āĀæPuedo llevarte parte del camino?ā, preguntó la polilla.
āEn otro momento, por favorā, respondió el elfo de las flores.
āEntonces nunca sucederĆ”ā, pensó Maya mientras se alejaban volando, āporque el elfo de las flores debe morir al amanecerā.
La polilla se quedó atrĆ”s, perdida en sus pensamientos, sobre la hoja. āHe oĆdo tantas veces que soy gris y feoā, se dijo a sĆ mismo. āY que mis alas no se pueden comparar con el esplendor de las de una mariposa. Ā”Pero la abejita vio algo hermoso en mĆ! Y me preguntó si estaba triste. No, no estoy tristeā, decidió.
Mientras tanto, Maya y el elfo de las flores volaban entre los densos arbustos del jardĆn. El fresco aliento del rocĆo y la tenue luz de la luna hacĆan que las flores y los Ć”rboles se vieran encantadoramente hermosos. Maya estaba asombrada por todo. Apretó la mano del elfo de las flores y lo miró. Una luz de felicidad brilló en los ojos del elfo.
āĀ”QuiĆ©n podrĆa haber soƱado esto!ā, susurró la pequeƱa abeja.
En ese momento, vio algo que la conmocionó. āĀ”Oh!ā, exclamó, āĀ”Mira! Ā”Ha caĆdo una estrella! EstĆ” deambulando y no puede encontrar el camino de regreso a su lugar en el cieloā.
āEso es una luciĆ©rnagaā, dijo el elfo de las flores, sin una sonrisa.
Ahora Maya sabĆa por quĆ© le gustaba tanto el elfo de las flores: el elfo nunca se reĆa de ella cuando decĆa algo equivocado.
āLas luciĆ©rnagas son criaturas extraƱasā, dijo el elfo de las flores. āSiempre llevan su propia lĆ”mpara e iluminan la oscuridad bajo los arbustos donde no brilla la luna. MĆ”s tarde, cuando estemos entre personas, tambiĆ©n conocerĆ”s una luciĆ©rnagaā.
āĀæPor quĆ©?ā, preguntó Maya.
āLo verĆ”s muy prontoā.
Para ese momento, casi habĆan descendido al suelo en una glorieta de jazmĆn y albaricoque. Hubo un leve susurro y el elfo de las flores hizo seƱas a una luciĆ©rnaga.
āĀæSerĆas tan amableā, preguntó, āde darnos un poco de luz en este follaje oscuro?ā.
āPero tu resplandor es mucho mĆ”s brillante que el mĆoā.
āYo tambiĆ©n lo creoā, exclamó Maya emocionada.
āTengo que envolverme en una hojaā, explicó el elfo, āo de lo contrario la gente me verĆa y tendrĆa miedo. Nosotros, los elfos, solo nos aparecemos en sueƱos a las personas.
āEntiendoā, dijo la luciĆ©rnaga. āHarĆ© lo que pueda, pero Āæme harĆ” daƱo esa gran criatura que tienes contigo?ā.
El elfo negó con la cabeza y la luciĆ©rnaga le creyó. Entonces, el elfo se envolvió en una hoja. Arrancó una pequeƱa campana de la hierba y se la colocó a modo de casco sobre su brillante cabeza. Solo se veĆa su diminuto rostro, pero nadie se darĆa cuenta. Le pidió a la luciĆ©rnaga que se sentara en su hombro y que atenuara la luz de un lado con su ala.
āAhora venā, dijo, tomando la mano de Maya. āSerĆ” mejor que subamos aquĆā.
Mientras trepaban por la enredadera, Maya preguntó: āĀæLa gente sueƱa cuando duerme?ā.
āSueƱan cuando duermen, pero a veces incluso cuando estĆ”n despiertos. Sus sueƱos son siempre mĆ”s hermosos que sus vidasā.
El elfo se llevó el dedo meƱique a los labios, apartó una ramita floreciente de jazmĆn y empujó suavemente a Maya hacia adelante. āMira hacia abajoā, dijo en voz baja, āahora verĆ”s lo que siempre quisiste verā.
Maya y el elfo vieron a dos personas. En un banco, a la sombra de la luz de la luna, estaban sentados un muchacho y una muchacha. La cabeza de la chica descansaba sobre su hombro, y el chico la rodeaba protectoramente con su brazo. Se sentaron en completo silencio. Maya miró fijamente a la chica de cabello dorado y labios rojos. ParecĆa melancólica, pero tambiĆ©n muy feliz. Luego se giró hacia el muchacho y le susurró algo al oĆdo, lo que provocó una sonrisa mĆ”gica en su rostro. Maya pensó que solo una criatura terrenal podrĆa verse asĆ. Sus ojos irradiaban pura felicidad.

āAhora he visto lo mĆ”s hermoso de mi vidaā, susurró para sĆ misma. āAhora sĆ© que las personas son mĆ”s bellas cuando estĆ”n enamoradasā.
No supo cuĆ”nto tiempo estuvo allĆ sentada, pero cuando se dio la vuelta, la luz de la luciĆ©rnaga se habĆa apagado y el elfo de las flores habĆa desaparecido. A lo lejos, la luz del sol asomaba.
CapĆtulo 12: La abeja Maya y Elvis la mariquita
Ya habĆa salido el sol cuando Maya despertó en su refugio en el bosque. La luz de la luna, el grillo, la noche de verano, el elfo del bosque y el muchacho y la muchacha en la glorieta parecĆan un sueƱo maravilloso. Sin embargo, ya era casi mediodĆa, asĆ que todo habĆa sido real.
El sol brillaba fuerte y Maya escuchó el coro mixto de mil insectos. Ā”QuĆ© diferencia habĆa entre lo que sabĆan esos insectos y lo que ella sabĆa! Estaba muy orgullosa de sus aventuras, y seguramente todos podrĆan ver eso. Pero el sol brillaba como siempre y nada habĆa cambiado. Los insectos iban y venĆan, y los pĆ”jaros y las mariposas retozaban en el prado de flores.
De pronto, Maya se sintió triste. No habĆa nadie en el mundo con quien compartir su alegrĆa o tristeza. En lugar de unirse a los demĆ”s, decidió ir al bosque. El bosque, con sus muchos Ć”rboles y senderos oscuros, se adaptaba mejor a su estado de Ć”nimo.

El bosque tiene sus propios misterios que nadie sospecha mientras camina por sus senderos. Tienes que doblar las ramas de la maleza a un lado y mirar a travĆ©s de los arbustos sobre el espeso musgo. Los secretos del bosque se encuentran bajo las hojas y en los huecos de los troncos de los Ć”rboles. AllĆ encuentras alegrĆa y tristeza, alegrĆa y peligro.
Maya entendĆa muy poco de esto mientras volaba entre los Ć”rboles. En un momento volaba a la sombra, al siguiente momento, bajo el resplandor del sol, que brillaba intensamente sobre los helechos y las moras. DespuĆ©s de un tiempo, salió volando del bosque y llegó a un gran campo de grano, baƱado por la luz del sol. Se sentó en la rama de un abedul en el borde del campo y miró sin aliento ese mar de oro. El grano ondeaba suavemente en el viento. Debajo del abedul, unas pequeƱas mariposas marrones jugaban con algunas hojas. Maya las observó durante un rato.
āEso debe ser muy divertidoā, pensó. āLos niƱos de la colmena tambiĆ©n podrĆan jugar asĆ. Pero Cassandra no lo permitirĆa, ella siempre es muy estrictaā.
Ahora que pensaba en su hogar, Maya volvió a sentirse triste. Estaba a punto de echar mucho de menos su hogar cuando escuchó que alguien a su lado decĆa: āBuenos dĆas. Eres una criatura realmente peligrosa, creoā.

Maya se dio la vuelta sobresaltada. āNo, no lo soyā, dijo, āhe decidido no ser una criatura peligrosaā.
En su hoja estaba sentada una pequeƱa criatura hemisfĆ©rica de color rojo/marrón, con siete puntos negros y una diminuta cabeza con ojos brillantes. Maya vio que la criatura tenĆa unas piernas delgadas como hilos. A pesar de su extraƱa apariencia, a Maya le gustó de inmediato.
āĀæPuedo preguntar quiĆ©n eres? Yo soy Maya, del pueblo de las abejasā.
āĀæPretendes insultarme? No tienes por quĆ© hacerloā, dijo la criatura.
āĀæPero por quĆ© te estoy insultando? Ni siquiera sĆ© quiĆ©n eresā, dijo Maya, molesta.
āEs fĆ”cil decir que no me conoces. Bueno, dĆ©jame refrescarte la memoriaā. Y la pequeƱa criatura empezó a girar lentamente.
āĀæQuieres decir que tengo que contar tus puntos?ā.
āSĆ, si quieresā.
āSiete puntosā, dijo Maya.
āBueno, ĀætodavĆa no lo sabes? Nuestro apellido es Septempuncta. Esto significa siete puntos en latĆn. Pero somos mĆ”s conocidas por el nombre de familia de Mariquitas. Mi nombre es Elvis, y soy poeta de profesiónā.
Maya, temerosa de herir sus sentimientos nuevamente, no se atrevió a decir nada mÔs.
āOhā, dijo, āy vivo del sol, de la tranquilidad del dĆa y del amor a la humanidadā.
āPero Āæno comes nada?ā, preguntó Maya, sorprendida.
āPor supuesto. Como pulgones. ĀæTĆŗ no?ā.
āBueno no. Eso esā¦ā.
āĀæQuĆ© es?ā.
āNo es normalā, dijo Maya, avergonzada.
āBueno, por supuestoā, exclamó Elvis. āComo buen ciudadano, solo haces lo que es normal. Pero los poetas somos diferentes. ĀæTienes un momento?ā.
āSĆ, por supuestoā, dijo Maya.
āEntonces te recitarĆ© un poema. SiĆ©ntate quieta y cierra los ojos para que nada te distraiga. El poema se llama ‘La forma del hombre’, y es personal. Escucha: ‘No me has hecho nada malo. Me has encontrado, pero eso no importa. Redondo y largo. Con un escudo. Que se mueve tan rĆ”pido como la luz. Redondo y puntiagudo en la parte superior. EstĆ” firmemente unido en la parte inferior’ā.
āĀæQuĆ© te parece el poema?ā, preguntó Elvis despuĆ©s de una breve pausa. HabĆa lĆ”grimas en sus ojos y su voz temblaba.

ā’La forma del hombre’ realmente impresionaā, respondió Maya, algo tĆmida. Pero ella conocĆa poemas mucho mĆ”s hermosos.
āĀæQuĆ© te parece la forma?ā, preguntó Elvis con una sonrisa melancólica. ParecĆa abrumado por el efecto que habĆa producido.
āLargo y redondo. Eso es lo que dijiste en el poemaā.
āMe refiero a la forma artĆstica, la forma de mi versoā.
āOh sĆ. SĆ, me pareció muy buenoā.
āLo que quieres decir es que es uno de los mejores poemas que conoces. El primer requisito en el arte es que debe contener algo nuevo. ĀæTĆŗ tambiĆ©n lo crees?ā.
āDefinitivamente, definitivamenteā, dijo Maya. āCreoā¦ā
āTu fe y confianza en mĆ me abruman. Pero ya me tengo que ir, porque la soledad es el orgullo del poeta. Adiós.ā
āAdiósā, repitió Maya, que en realidad no sabĆa quĆ© buscaba de nuevo la criaturita. Luego pensó: āTal vez no ha crecido por completo, porque todavĆa es muy pequeƱoā. Lo miró correr sobre la rama. Sus pequeƱas piernas apenas eran visibles. Y Maya volvió a mirar el campo dorado de grano donde jugaban las mariposas. El campo y las mariposas le daban mucha mĆ”s alegrĆa que los poemas de Elvis, la mariquita.
CapĆtulo 13: La abeja Maya en la fortaleza de los avispones
Maya habĆa aprendido algo extraordinario. Ocurrió una tarde junto a un viejo barril de lluvia. Se sentó entre las fragantes flores de saĆŗco, y un petirrojo voló sobre su cabeza. El pĆ”jaro era muy dulce y alegre, y Maya lamentó que no pudieran ser amigos. El problema era que eran demasiado grandes, y se la comerĆan. Se habĆa escondido en el corazón de la flor de saĆŗco, cuando de repente escuchó suspirar a alguien. Cuando se dio la vuelta, vio a la criatura mĆ”s extraƱa que jamĆ”s habĆa visto. DebĆa de tener al menos cien piernas a cada lado del cuerpo, calculó. Era unas tres veces mĆ”s grande que ella, era delgado y no tenĆa alas.
āDios mĆoā, exclamó Maya en estado de shock. āCiertamente puedes correr muy rĆ”pidoā.
El extraƱo le dirigió una mirada pensativa. āLo dudoā, dijo. āLo dudo. Hay espacio para mejorar. Tengo demasiadas piernas. VerĆ”s, antes de que todas mis piernas puedan ponerse en movimiento, se pierde demasiado tiempo. No me habĆa dado cuenta de esto antes, y a menudo deseaba tener mĆ”s piernas. Y mi deseo se hizo realidad. Pero ĀæquiĆ©n eres tĆŗ?ā.
Maya se presentó. El otro asintió y movió algunas de sus piernas.
āSoy Thomas, de la familia CiempiĆ©s. Somos admirados por todos en el mundo. NingĆŗn otro animal tiene tantas patas. Ocho es su lĆmite hasta donde yo sĆ©ā.
āEres tremendamente interesante. Y tu color es muy extraƱo. ĀæTienes familia?ā.
āNo, Āæpor quĆ© deberĆa? ĀæDe quĆ© me sirve una familia? Los ciempiĆ©s salen del huevo y eso es todo. Si no podemos pararnos sobre nuestras propias piernas, entonces, ĀæquiĆ©n puede?ā.
āPor supuestoā, dijo Maya pensativa, āpero Āæno tienes amigos?ā.
āNo, querida niƱa. Me gano el pan y dudoā .
āĀ”Oh! ĀæDe quĆ© dudas?ā.
āNacĆ dudando. Tengo que dudarā.
Maya lo miró asombrada. ĀæQuĆ© querĆa decir con eso de dudar? QuerĆa saber, pero no querĆa hacer preguntas descorteses.
āEn primer lugar, dudo que hayas elegido el lugar adecuado para descansar. ĀæNo sabes lo que hay en ese gran sauce de allĆ?ā, dijo Thomas.
āNoā.

VerĆ”s, dudaba de que lo supieras. La fortaleza de los avispones estĆ” allĆ.
Maya se puso un poco pÔlida y casi se cae de la rama del susto. Preguntó dónde estaba exactamente la fortaleza de los avispones.
āĀæVes ese viejo nido para estorninos, en la base del sauce? La puerta de esa pajarera no estĆ” orientada hacia el amanecer, por lo que no entra ningĆŗn pĆ”jaro. Entonces, los avispones se han mudado allĆ. Los avispones son verdaderos villanos que tienen la vista puesta en las abejas. Lo he visto todoā.
Maya parecĆa un poco asustada de la fortaleza de los avispones. āEs mejor que me vayaā, dijo. Pero era demasiado tarde. Escuchó una risa malvada detrĆ”s de ella y sintió que la estaban agarrando por el cuello.

Thomas soltó todas sus piernas a la vez y cayó de cabeza, a travĆ©s de las ramas, en el barril de lluvia. āDudo que te escapesā, gritó. Pero la pobre Maya ya no lo escuchó.
Al principio, Maya no podĆa ver a su atacante, pero de repente vio una gran cabeza con largas pinzas encima de ella. Al principio pensó que era una avispa enorme, pero luego recordó que era un avispón. El avispón tenĆa hermosas rayas negras y amarillas, y era al menos cuatro veces mĆ”s grande que ella. Maya, que estaba muy asustada, pidió ayuda en voz baja. āPide ayuda, niƱaā, dijo el avispón con un tono dulce como la miel. āPero no tengo idea de si alguien vendrĆ”ā, dijo, mientras sonreĆa siniestramente.
āĀ”DĆ©jame ir!ā, gritó Maya. āĀ”DĆ©jame ir o te picarĆ© en el corazón!ā.
āĀæDirecto a mi corazón? Muy valiente. Pero ya habrĆ” tiempo para eso mĆ”s tardeā.
Entonces Maya se enojó. Reunió todas sus fuerzas, y mientras dejaba escapar un fuerte grito de batalla, apuntó su aguijón al medio del pecho del avispón. Pero para su sorpresa, el aguijón se dobló y no atravesó el pecho del avispón. Su armadura era demasiado dura para su aguijón. Ahora el avispón tambiĆ©n parecĆa enojado.
āPodrĆa castigarte y morderte la cabeza, pero prefiero llevarte ante nuestra reinaā.
AsĆ que el avispón voló con Maya por el aire y fue directo a la fortaleza de los avispones. Maya lo encontró tan aterrador que se desmayó en el camino. Cuando volvió en sĆ, estaba en la penumbra de un lugar que olĆa mal. Estaba en la prisión de los avispones. QuerĆa llorar, pero las lĆ”grimas no salĆan.
āAfortunadamente todavĆa no me han comido, pero eso podrĆa pasarā, pensó, temblando.
Afuera, escuchó voces y una pequeƱa luz brilló a travĆ©s de una estrecha rendija. Los avispones no hacen sus paredes de cera, como las abejas, sino de una masa seca que parece una especie de papel. Estaba muy preocupada por lo que le pasarĆa y comenzó a gemir suavemente. Nuevamente escuchó voces al otro lado de la pared. Miró por la rendija. Vio un gran salón lleno de avispones, brillantemente iluminado por gran cantidad de luciĆ©rnagas capturadas. En el medio estaba sentada la reina de los avispones en un trono. Se estaba celebrando una reunión importante. Si no hubiera tenido tanto miedo a los avispones, su poder y grandeza sin duda la habrĆan impresionado. Era la primera vez que veĆa este tipo de insecto.

Un sargento de avispas caminó alrededor y ordenó a las luciĆ©rnagas que dieran la mayor cantidad de luz posible. Entonces Maya escuchó a la reina decir: āBien, mantendremos los acuerdos que hemos hecho. MaƱana nuestros guerreros marcharĆ”n para atacar la ciudad de las abejas en el parque del castillo. Hay que saquear la colmena y capturar a las abejas. Quien capture viva a la reina Helen VII y me la traiga serĆ” nombrado caballero. SĆ© valiente y trĆ”eme el rico botĆn. Se levanta la reunión.ā
La reina avispa se levantó de su trono y salió de la habitación acompañada de sus guardaespaldas.
āMi tierraā, sollozó Maya, āy todas mis queridas abejasā. Estaba desesperada y querĆa gritar. āNadie puede advertir a mi gente. SerĆ”n atacados mientras duermen. Espero que ocurra un milagroā.
En el salón, las luces de las luciĆ©rnagas se apagaron, y gradualmente se hizo el silencio en la fortaleza. Ya nadie parecĆa estar pensando en Maya. Afuera, creyó escuchar el canto nocturno de los grillos, pero estaba encerrada en la oscuridad, en la prisión de los avispones.
CapĆtulo 14: La abeja Maya y el centinela
La desesperación de la pequeña abeja dio paso a la determinación. Volvió a recordar que era una abeja.
āEstoy lloriqueando como si no tuviera cerebro y no pudiera hacer nada. AsĆ no es como honro a la colonia de abejas. EstĆ”n en peligro, y yo tambiĆ©n. Si tengo que enfrentarme a la muerte, tambiĆ©n podrĆa ser orgullosa y valiente, y al menos tratar de salvar a mi genteā.
Aunque habĆa estado fuera de casa durante mucho tiempo, Maya se sentĆa una con su gente. HabĆa una gran responsabilidad sobre ella ahora que sabĆa del complot de los avispones. āĀ”Larga vida, mi reina!ā, sollozó en voz alta.
āĀ”Silencio por favor!ā, dijo el avispón centinela al pasar en su ronda vespertina.
Tan pronto como el centinela se hubo marchado, Maya abrió mĆ”s el hueco por el que habĆa estado mirando y se abrió camino hasta el vestĆbulo. HabĆa fuertes ronquidos. Brillaba una tenue luz azul. Vio la luz de la luna y, en la distancia, resplandecĆa una brillante estrella. Ella exhaló un profundo suspiro. āĀ”Libertad!ā, pensó. Comenzó a gatear hacia la salida.
āSi vuelo ahoraā, pensó, āsaldrĆ© de una vezā. Su corazón latĆa como si estuviera a punto de estallar. Pero allĆ, a la sombra de la puerta, habĆa un centinela apoyado en una columna.

Maya quedó petrificada en su lugar. Toda su esperanza de escapar habĆa desaparecido. Bien podrĆa regresar, ahora que sabĆa que habĆa un centinela tan fuerte. Estaba mirando el paisaje iluminado por la luna, y su armadura brillaba a la luz. Algo en la forma en que estaba allĆ parado conmovió a la pequeƱa abeja.
āSe ve triste, pero tambiĆ©n orgulloso con su hermoso escudo. Siempre estĆ” listo para luchar o morirā, pensó. Ā”Oh, cuĆ”ntas veces la bondad de su corazón y la belleza de algo le habĆan hecho perder todo sentido del peligro! De repente, una flecha dorada de luz salió disparada del casco del centinela.
āDios mĆoā, susurró Maya, āeste es mi finā. Pero el centinela dijo con calma: āSolo ven aquĆ, niƱaā.
āĀ”QuĆ©!ā exclamó Maya. āĀæMe viste?ā.
āPor supuesto, hiciste un agujero en la pared y te arrastraste hasta llegar aquĆ. Ahora perdiste tu coraje. ĀæTengo razón?ā.
āEso es ciertoā, dijo Maya, temblando de miedo. El centinela la habĆa observado todo el tiempo. Recordó lo agudos que eran los sentidos de los avispones.
āĀæQuĆ© estĆ”s haciendo aquĆ?ā, preguntó alegremente. Pero Maya pensó que todavĆa se veĆa triste. Su mente parecĆa estar muy lejos, y no preocupada por lo que estaba pasando.
āQuiero salir, y estoy asustada. Te veĆas muy fuerte y guapo con esa armadura. Pero ahora pelearĆ© contigoā.
El centinela sonrió, asombrado. Maya estaba encantada con él.

āNo pelearemos, pequeƱa abejaā, dijo. āTus abejas son poderosas como pueblo, pero nosotros, los avispones, como individuos somos mĆ”s fuertes. Puedes quedarte aquĆ y hablar un rato, pero no demasiado, porque tengo que despertar a los soldados pronto. Luego tendrĆ”s que volver a tu celdaā.
Maya quedó llena de admiración, y con grandes ojos tristes miró a su enemigo y siguió el impulso de su corazón: āSiempre he oĆdo hablar mal de los avispones. Pero no eres malo. No puedo creer que seas maloā.
āHay criaturas buenas y criaturas malas en todas partesā, dijo con seriedad. āPero no debes olvidar que somos tus enemigos, y siempre lo seremosā.
āPero Āæun enemigo debe ser siempre malo?ā, preguntó Maya. āCuando te vi a la luz de la luna, olvidĆ© que eras peligroso y cruel. ParecĆas triste. Siempre pensĆ© que los seres tristes no pueden ser malosā.
El guardia no dijo nada y Maya continuó valientemente: āEres fuerte. Puedes volver a meterme en mi celda y morirĆ©, o puedes liberarme, si quieresā.
Ante esto, el guardia se puso de pie. Su armadura traqueteó y el brazo que levantó brilló a la luz de la luna. āTienes razón, yo podrĆa hacer esoā, dijo. āPero mi pueblo y mi reina me han confiado este poder. Ninguna abeja que entre en esta fortaleza saldrĆ” viva de ella. PermanecerĆ© leal a mi puebloā.
DespuĆ©s de una pausa, aƱadió suavemente: āAprendĆ por amarga experiencia cómo puede doler la deslealtad, cuando Lovedear me dejóā¦ā, Maya se conmovió con sus sentimientos y sus palabras. Amor por los de su especie, lealtad a su pueblo. Todos cumplieron con su deber, pero todos siguieron siendo enemigos de los demĆ”s. Lovedear era una hermosa libĆ©lula que vivĆa en la orilla del lago, entre los nenĆŗfares. Maya tembló de emoción. AquĆ estaba quizĆ”s su salvación. Pero no estaba del todo segura. Entonces dijo con cautela: āĀæQuiĆ©n es Lovedear, si puedo preguntar?ā.

āNo importa, pequeƱa. Ella no es asunto tuyo, y la he perdido para siempre. Nunca la encontrarĆ© de nuevoā.
āPero conozco a Lovedearā, dijo Maya con la mayor indiferencia posible. āElla es la mĆ”s hermosa de todasā.
La actitud del guardia cambió repentinamente. Saltó hacia Maya y gritó: āĀ”QuĆ©! ĀæConoces a Lovedear? Dime dónde estĆ”. DĆmelo ahora mismo.ā
āNoā. Maya habló con calma y resolución.
āTe arrancarĆ© la cabeza de un mordisco si no me lo dicesā. El guardia se acercó peligrosamente.
āEso va a suceder de todos modos. No traicionarĆ© a Lovedear. Es una buena amiga mĆa y quieres encerrarla.
Maya vio que el guardia estaba luchando y teniendo un conflicto interno.
āDios mĆo, es hora de despertar a los soldados. No, abejita, no quiero hacerle daƱo a Lovedear. La amo con todo mi corazón. DarĆa mi vida por ella. Dime dónde puedo encontrarlaā.
Maya era inteligente. Dudó deliberadamente antes de decir: āPero amo mi vidaā.
āSi me dices dónde vive Lovedear, te liberarĆ©ā. Maya vio que al guardia le costaba decir estas palabras.
āĀæMantendrĆ”s tu palabra?ā.
āTe doy mi palabra como guardiaā, dijo con orgullo.
Emocionada, Maya se dio cuenta de que podrĆa salvar a su gente a tiempo.
āTe creoā, dijo ella. āLovedear vive en una cala de un gran lago, bajo los tilos, cerca del castillo. AllĆ la encontrarĆ”s todos los dĆas al mediodĆa, cuando el sol estĆ” alto en el cielo, entre los nenĆŗfares blancosā.
El guardia tenĆa ambas manos presionadas contra su pĆ”lida frente. ParecĆa estar luchando consigo mismo. āEstĆ”s diciendo la verdadā, dijo finalmente en voz baja. āMe habló de un lugar con flores blancas. Esas deben ser las flores de las que hablas. Vuela lejos ahora. Graciasā.
Se hizo a un lado, liberando la salida. Amaneció.
āUn guardia cumple su palabraā, dijo.
No sabĆa que Maya habĆa escuchado la reunión y creĆa que una abejita mĆ”s o menos hacĆa poca diferencia.
āAdiósā, gritó Maya, sin aliento por la prisa, y se fue volando sin una palabra de agradecimiento. No habĆa tiempo que perder.
CapĆtulo 15: La abeja Maya advierte a la reina
La pequeƱa Maya reunió todas sus fuerzas y voló a la velocidad del rayo a travĆ©s del amanecer pĆŗrpura hacia el bosque, donde podrĆa esconderse si la guardia de avispas la perseguĆa. Los finos velos de niebla se cernĆan sobre la tierra, y el frĆo amenazaba con paralizar las alas de Maya. ParecĆa que todo y todos seguĆan dormidos en la tierra.
Maya voló alto en el cielo tan rĆ”pido como pudo hacia la colmena amenazada. TenĆa que advertir a su gente para que pudieran prepararse para el ataque. Si la colonia de abejas tuviera la oportunidad de preparar sus defensas, podrĆa luchar contra los oponentes mĆ”s fuertes. Pero si fuera un ataque sorpresa, no tendrĆan ninguna posibilidad. Maya estaba muy preocupada.
Mientras pensaba en la fuerza, la energĆa y el coraje de su pueblo, y su dedicación a su reina, la pequeƱa abeja sintió una enorme ira hacia los avispones. Estaba orgullosa de su gente. No fue fĆ”cil para ella encontrar su camino a travĆ©s del bosque, porque no recordaba la ruta que habĆa tomado. El frĆo le estaba haciendo daƱo y apenas podĆa ver el mundo debajo de ella.
āOh, oh, Āæcómo continuarĆ” esto? ĀæQuĆ© camino debo tomar? Ahora podrĆa pagar por mi deslealtad a mi genteā, pensó Maya. De repente, una fuerza secreta la envió en cierta dirección. Tal vez fue la nostalgia por su tierra lo que la guio. Se rindió al instinto y siguió volando rĆ”pidamente. A lo lejos aparecieron los imponentes tilos del parque del castillo.
āAhĆ tengo que irā, exclamó con alegrĆa. Descendió hacia la tierra. Sobre los prados flotaban hilos de niebla mĆ”s gruesos que sobre el bosque. Pensó en los espĆritus de las flores que alegremente iban a la muerte en el rocĆo de la maƱana. Eso le devolvió la confianza y su miedo desapareció. La colonia de abejas podrĆa expulsarla de su reino y la reina podrĆa castigarla, siempre que las abejas se salvaran de la invasión de los avispones.
Ahora estaba cerca del largo muro de piedra que protegĆa la ciudad de las abejas del viento del oeste. Y a lo lejos, vio su patria entre los abetos azules y verdes. Su corazón latĆa con fuerza y estaba sin aliento, pero siguió volando rĆ”pidamente hacia la entrada. En la entrada habĆa dos centinelas que gritaron āĀ”Alto!ā. Maya no pudo decir una palabra y amenazaron con matarla. Eso es exactamente lo que sucede cuando un extraƱo ingresa a la ciudad de las abejas sin el permiso de la reina.
āRetrocede, tĆŗā, gritó un centinela, empujĆ”ndola bruscamente. āSi no lo haces, te mataremos. ĀæQuĆ© sucede contigo? Nunca antes habĆa visto algo asĆā.

Entonces Maya pronunció la contraseña que conocen todas las abejas. Los centinelas la soltaron inmediatamente.
āĀ”QuĆ©!ā, exclamaron. āĀæEres una de nosotros y no te conocemos? ĀæCómo es eso posible?ā.
āDĆ©jame ir con la reinaā, suplicó la pequeƱa abeja. āĀ”De inmediato, rĆ”pido! Estamos en gran peligroā.
Los centinelas aĆŗn dudaban. No podĆan comprender la situación.
āLa reina no puede ser despertada antes del amanecerā, dijo uno de los centinelas.
āEntonces la reina nunca despertarĆ” con vidaā, exclamó Maya desesperadamente. āLa muerte me sigue. LlĆ©vame ante la reina lo mĆ”s rĆ”pido posibleā. Su voz sonaba tan enojada que los centinelas se asustaron y obedecieron.
Los tres corrieron juntos por las viejas calles y familiares pasillos de la ciudad de las abejas. Maya reconoció todo y, a pesar de toda su emoción y prisa, su corazón tembló de alegrĆa al ver las queridas escenas familiares.
āEstoy en casaā, tartamudeó.
En la sala de recepción de la reina, casi se derrumba. Uno de los guardias le brindó ayuda mientras el otro se apresuraba a las habitaciones privadas de la reina. Las primeras abejas ya estaban despiertas y asomaban curiosas la cabeza por las aberturas. La noticia se difundió rĆ”pidamente. Dos oficiales de abejas salieron de los aposentos privados de la reina. Maya los reconoció de inmediato. En solemne silencio, sin decirle una palabra, tomaron sus posiciones, una a cada lado de la puerta: la abeja reina no tardarĆa en aparecer.
Llegó sin sus cortesanos, sólo acompañada por su ayudante y dos damas de honor. Corrió directamente hacia Maya. Cuando vio la condición en la que se encontraba la niña, la expresión severa en su rostro se relajó un poco.
āĀæHas venido con un mensaje importante? ĀæQuiĆ©n eres?ā.
Maya logró pronunciar dos palabras: āĀ”Los avispones!ā.
La reina se puso pƔlida, pero mantuvo la calma.
āPoderosa reinaā, sollozó Maya. āPerdóname por no cumplir con mis deberes. MĆ”s tarde explicarĆ© todo, siento remordimiento en mi corazón. Pero no hace mucho, como por milagro, escapĆ© del fuerte de los avispones y lo Ćŗltimo que escuchĆ© fue que planeaban atacar y saquear nuestro reino al amanecerā.
La consternación de las damas de honor, los guardias y el asistente fue indescriptible. Todos querĆan huir en todas direcciones. Pero fue extraordinario ver la calma con que se mantuvo la reina al recibir esta terrible noticia. Se puso de pie, alta y majestuosa, inspirando asombro y confianza. Sintió que nunca habĆa experimentado algo mĆ”s importante desde que se convirtió en reina.

La reina hizo señas a los oficiales a su lado y emitió algunas órdenes.
āĀ”Oh, mi reina!ā, dijo Maya.
La reina inclinó la cabeza ante la abejita y la miró con amor y ternura, diciendo: āNuestra gratitud es grande. Nos has salvado. Lo que hayas hecho antes, lo has hecho mil veces mejor. Pero ahora descansa, niƱa, te ves muy miserable y tus alas estĆ”n temblandoā.
āMe gustarĆa morir por tiā, tartamudeó Maya, temblando.
āNo te preocupes por nosotrosā, respondió la reina. āEntre los miles que habitan esta ciudad, no hay uno que dude en sacrificar su vida por mĆ y por el bienestar del paĆs. Puedes descansar ahoraā.
Se inclinó hacia adelante y besó a la pequeña abeja en la frente. Luego llamó a las damas de honor y les dijo que cuidaran a Maya. Maya se conmovió con las palabras de la reina y se dejó llevar. Como en un sueño, escuchó sonidos distantes y vio a todas las abejas importantes reunidas, y sintió que la colmena temblaba sobre sus cimientos.
āĀ”Los soldados! Ā”Nuestros soldados!ā, susurraron las damas de compaƱĆa a su lado.
Lo último que escuchó Maya antes de quedarse dormida fue el sonido de los soldados que pasaban frente a su puerta y gritaban órdenes con una voz alegre y decidida. Y en sueños, escuchó la antigua canción del soldado de las abejas:
āOh, luz del sol con tus rayos dorados y brillo dorado, A travĆ©s de tu resplandor, nuestras vidas se iluminan, Bendice nuestro trabajo, bendice a nuestra reina, Que estemos unidos para siempreā.
CapĆtulo 16: La abeja Maya en batalla
HabĆa una gran conmoción en el reino de las abejas. La colmena retumbó y zumbó. Todas las abejas estaban enojadas y listas para enfrentarse a su viejo enemigo en la batalla hasta el amargo final. Sin embargo, no hubo desorden. Todo estaba preparado de acuerdo con las reglas y cada soldado conocĆa su deber y estaba en el lugar correcto en el momento correcto.
Al llamado de la reina para defender la entrada, se ofreció un grupo de abejas. A algunos de ellos se les ordenó ver si el enemigo se acercaba. Los avispones estaban en camino. Toda la colmena estaba en silencio. Los soldados formaban una fila en la entrada, orgullosos y serenos. Nadie habló. Toda la colmena parecĆa haber caĆdo en un profundo sueƱo. En la entrada, la capa de cera de abejas era tan espesa que el agujero casi se redujo a la mitad.
La reina tomó una posición elevada desde la que podĆa supervisar la batalla. Sus asistentes volaban de un lado a otro. El tercer mensajero regresó. Se hundió exhausto a los pies de la reina.
āSoy el Ćŗltimo en volverā, gritó con todas las fuerzas que le quedaban. āLos demĆ”s fueron asesinadosā.
āĀæDónde estĆ”n los avispones?ā, preguntó la reina.
āEn los tilos, escuchaā, tartamudeó con miedo.
āĀæCuĆ”ntos hay?ā, preguntó la reina con severidad. āY responde en voz bajaā.
āContĆ© cuarenta”ā.

Aunque la reina se sorprendió por la cantidad de enemigos, no lo demostró. Con voz fuerte y confiada dijo: āNinguno de ellos volverĆ” a ver su hogarā.
Sus palabras sobre la caĆda del enemigo tuvieron un efecto inmediato. Todas las abejas sintieron aumentar su coraje. Entonces se escuchó un fuerte zumbido fuera de la colmena. Los avispones se estaban acercando, y las abejas ahora estaban un poco asustadas. Entonces sonó la voz serena de la reina, clara y tranquila, desde su elevado lugar: āQue entren uno por uno hasta que dĆ© la orden de atacar. Entonces atacaremos con cientos de abejas a la vez y bloquearemos la entrada. Ā”Recuerden que el destino de toda la colmena depende de su fuerza, resistencia y coraje! Ā”No tengan miedo, el enemigo no sabe que estamos preparados!ā.
Entonces detuvo su discurso. La primera cabeza de avispón entró por la puerta. Las abejas temblaron, pero permanecieron en silencio. El avispón se retiró en silencio hacia afuera y lo escucharon decir: āEstĆ”n en un sueƱo profundo. Pero la entrada estĆ” medio amurallada y no hay guardias. No sĆ© si esto es una buena o mala seƱalā.
āĀ”Buena seƱal!ā, se escuchó. āĀ”Adelante!ā.
Entonces los avispones saltaron y se abrieron paso a travĆ©s de la colmena. Pero la abeja reina seguĆa sin dar la orden de atacar. ĀæNo podĆa hablar del shock? Los avispones no vieron que habĆa una fila de abejas alineadas a izquierda y derecha, listas para pelear. Finalmente, la orden vino desde arriba: āĀ”En nombre de la justicia eterna, en nombre de tu reina, defiendan el reino!ā
Luego hubo un fuerte grito de batalla y se escucharon montones de zumbidos. Una abeja joven, que querĆa atacar primero, no habĆa esperado la orden de la reina. TambiĆ©n fue el primero en morir. Picó al avispón, pero su enemigo lo atrapó. Las otras abejas, envalentonadas por su valiente acto, solo se volvieron mĆ”s ansiosas por luchar y lanzaron un feroz contraataque. Los avispones lo pasaron mal. Pero los avispones son una raza antigua y estĆ”n entrenados para luchar. Estaban confundidos por el ataque de las abejas, pero las picaduras de las abejas no atraviesan los escudos de los avispones aunque fueran muchas, y un avispón es muchas veces mĆ”s grande que una abeja.
Pero la abeja reina habĆa acertado con sus tĆ”cticas. Se lo pusieron difĆcil al enemigo y los avispones sucumbieron. Del lado de las abejas, tambiĆ©n habĆa muchos heridos y muertos. Las abejas que aĆŗn vivĆan se enojaron mĆ”s y lucharon aĆŗn mĆ”s. Poco a poco, el tumulto de la batalla se fue calmando. Los intrusos del interior ya no respondieron a la fuerte llamada de los avispones en el exterior. Su nĆŗmero se redujo a la mitad.

āNos han traicionadoā, dijo el lĆder. āLas abejas estaban preparadasā.
Los avispones estaban reunidos en el abeto plateado. PĆ”lidos y temblorosos por la furia de la batalla, los guerreros se pararon alrededor de su lĆder, quien sentĆa un terrible conflicto interno. ĀæQuĆ© debĆa hacer? ĀæSer cauto, o ceder a sus ganas de saquear? Eligió la cautela. Toda su tribu estaba amenazada de destrucción y, de mala gana, envió un mensajero a las abejas para exigir el regreso de los cautivos. Pero no hubo respuesta.
El lĆder, ahora con mucho miedo de que todos los que estaban dentro estuvieran muertos, envió rĆ”pidamente a otro mensajero. āĀ”Se rĆ”pido!ā gritó, mientras colocaba una hoja de jazmĆn blanco en la mano del mensajero. āLa gente vendrĆ” pronto, y entonces estaremos perdidos. Di a las abejas que las dejaremos en paz para siempre si nos entregan a los cautivosā.
El mensajero salió corriendo, agitando su señal blanca en la entrada. La abeja reina fue informada de inmediato y envió a su asistente a negociar. Y ella envió esta respuesta de vuelta:
āTe entregaremos los muertos. No hay cautivos. Todos los avispones que han entrado en nuestro territorio estĆ”n muertos. No creemos en tu promesa de no volver jamĆ”s. Si quieres continuar la lucha, estamos listos para luchar hasta la Ćŗltima abejaā.
El lĆder de los avispones vaciló. PreferĆa vengarse, pero la razón prevaleció.
āVolveremosā, dijo. āĀæCómo nos pudo pasar esto a nosotros? ĀæNo somos mĆ”s poderosos que las abejas? ĀæCómo le digo a nuestra reina sobre esta derrota? Debe haber un traidor en alguna parteā.
Un avispón mayor, conocido como amigo de la reina, respondió: āEs cierto que somos una raza mĆ”s poderosa, pero las abejas son un pueblo unido, inquebrantable y leal a su estado. Esa es una gran fuente de fuerza, y los hace irresistibles. Ninguno de ellos se convertirĆa jamĆ”s en un traidor. Piensan en el bienestar de todos y no en sĆ mismosā.
El lĆder apenas escuchó. āNo me importa la sabidurĆa de una simple abeja. Soy un bandido y morirĆ© como un bandido. Pero es inĆŗtil continuar la lucha ahoraā. Y envió este mensaje a la abeja reina:
āDevuĆ©lvenos nuestros muertos. Nos retiraremosā.
āDebemos tener cuidado con el engaƱoā, dijo la abeja reina cuando escuchó la decisión de los avispones, pero hizo que sacaran veintiĆŗn avispones muertos de la ciudad. La batalla habĆa terminado, las abejas habĆan ganado.
Pero Āæa quĆ© precio? Ni una sola abeja pudo disfrutar de la deliciosa maƱana de verano llena de fragantes flores. Pero cuando llegó el mediodĆa, todas las abejas reanudaron sus tareas habituales. Las abejas no celebraron su victoria y no dedicaron tiempo al luto por sus muertos. Cada abeja llevó su orgullo y tristeza en silencio en su corazón y volvió a trabajar.

CapĆtulo 17: La abeja Maya se hace amiga de la reina
El ruido de la batalla despertó a Maya de un breve sueƱo. QuerĆa salir de inmediato para ayudar a defender la ciudad, pero se dio cuenta de que todavĆa estaba demasiado dĆ©bil. Un montón de abejas y un avispón se acercaron rodando hacia ella. Eventualmente, el avispón, exhausto, cayó. Luchó tanto como pudo, sin quejarse, pero finalmente tuvo que abandonar la lucha. Las abejas se apresuraron a regresar a la entrada.
El corazón de Maya latĆa con fuerza. Voló hacia el avispón, que yacĆa acurrucado, pero aĆŗn respirando. Cuando Maya vio que aĆŗn estaba vivo, le trajo un poco de agua y miel. Pero Ć©l negó con la cabeza y le hizo un gesto con la mano para que se alejara.
āTomo lo que quieroā, dijo con orgullo. āNo me importan los regalosā.
āOh”ā, dijo Maya, “āsolo pensĆ© que podrĆas tener sed”ā.

El joven oficial-avispón le sonrió y luego dijo, no triste, pero con una extraƱa seriedad: āDebo morirā.
La pequeña abeja no pudo pensar en una respuesta. Por primera vez en su vida, creyó entender lo que significaba tener que morir.
āSi hubiera algo que pudiera hacerā, dijo, y se echó a llorar. Pero el avispón no respondió mĆ”s, estaba muerto.
Maya nunca olvidó lo que habĆa aprendido de esta breve despedida. Ahora sabĆa que sus enemigos eran criaturas como ella, que tambiĆ©n amaban la vida. Pensó en el elfo de las flores que le habĆa contado sobre su renacimiento cuando llegó la primavera. Ahora querĆa saber si eso tambiĆ©n era cierto para otras criaturas. āSimplemente creerĆ© que lo esā, se dijo suavemente a sĆ misma.
Entonces recibió el llamado de la reina. Maya era muy tĆmida y le temblaban las piernas. HabĆa un ambiente solemne, porque algunos de los oficiales de la reina no habĆan sobrevivido a la batalla. Sin embargo, tambiĆ©n habĆa alegrĆa. La reina se puso de pie, caminó hacia la pequeƱa Maya y la tomó en sus brazos. Maya nunca habĆa esperado esto, y estaba tan profundamente conmovida por este gesto que se echó a llorar.
Todas las abejas se conmovieron. Todos estaban muy agradecidos por el valiente acto de esta pequeƱa abeja. Ahora Maya debĆa contar cómo se habĆa enterado del plan de los avispones y cómo habĆa logrado escapar de la terrible prisión. Maya habló sobre la libĆ©lula con sus alas brillantes, sobre el saltamontes, sobre Thekla la araƱa y Puck, y cómo Bobbie la habĆa ayudado mucho. Cuando habló sobre el elfo de las flores y los humanos, se hizo un gran silencio en la colmena.
āAhā, dijo la reina con una sonrisa, āĀæquiĆ©n hubiera pensado que los elfos de las flores eran tan hermosos? Su canción tambiĆ©n es maravillosaā.
Maya continuó su historia sobre los avispones y todas las abejas escucharon sin aliento.
āTerribleā, dijo la reina, ārealmente terribleā¦ā
āY asĆā, concluyó Maya, ālleguĆ© a casa. Y le pido perdón a Su Majestad.ā

Pero nadie culpó a la abejita por huir de la colmena.
āNo olvidaste tu hogar y tu genteā, dijo amablemente la reina. āEn tu corazón, fuiste leal. AsĆ que no te desterraremos. De ahora en adelante, permanecerĆ”s a mi lado y me ayudarĆ”s con los asuntos de estado. De esa manera, puedes usar todo lo que has aprendido durante tus aventuras para tu gente y tu paĆsā.
Estalló hubo una ovación de aprobación.
Asà termina la historia de las aventuras de la abeja Maya. Dicen que hizo un gran trabajo por su colonia de abejas, y que era muy querida. Ahora vive como una anciana en su pensión. A veces, por las noches, va a hablar con las abejas jóvenes, a quienes les gusta escuchar todas las aventuras que ha tenido.
