El gnomo en la bota

Érase una vez, en un pequeño bosque, un pequeño gnomo llamado Gizmo. Un día, mientras Gizmo intentaba salir de su bota, se dio cuenta de que le faltaba su pequeña escalera. Sin ella, estaba atrapado dentro de su bota y no podía realizar sus tareas cotidianas.

Gizmo buscó por todas partes, pero no encontró su escalera. Cuando estaba a punto de perder la esperanza, una oruga se le acercó y le preguntó qué le pasaba.

Gizmo le explicó que le faltaba la escalera y que estaba atascado dentro de su bota. La oruga le escuchó comprensiva y se ofreció a ayudar a Gizmo a buscar la escalera.

“Súbete a mi espalda y te sacaré de tu bota”, dijo la oruga.

Gizmo se subió agradecido al lomo de la oruga y atravesaron el bosque en busca de algún rastro de la escalera desaparecida. Después de buscar durante horas, por fin vieron una ardilla encaramada a un árbol que sujetaba la escalera con las patas.

“¡Eh! ¡Esa que tienes ahí es mi escalera!” Gizmo gritó.

La ardilla miró a Gizmo y parloteó.

“Sé que quieres comer nueces”, dijo Gizmo. “Pero no puedes ir por ahí robando cosas que no te pertenecen”.

Los ojos de la ardilla se llenaron de lágrimas y soltó un parloteo apenado.

“¿Qué pasa?” preguntó Gizmo.

La ardilla parloteó y señaló a su familia, que esperaba en la base del árbol. Sin la escalera, la ardilla no podría recoger suficientes nueces para alimentarlos.

El corazón de Gizmo se ablandó al ver las lágrimas de la ardilla. Se dio cuenta de que ambos querían lo mismo: reunir comida suficiente para alimentar a sus familias.

“Entiendo”, dijo Gizmo. “Quizá podamos compartir la escalera y usarla juntos para recoger nueces. Así, ambos podemos asegurarnos de que nuestras familias estén bien alimentadas”.

A la ardilla se le iluminaron los ojos y parloteó alegremente. Los tres se adentraron juntos en el bosque, recogiendo nueces y utilizando la escalera para subir a los árboles.

A partir de entonces, Gizmo, la oruga y la ardilla se hicieron muy amigos y se pasaron el día trabajando y jugando juntos en el bosque. Y Gizmo aprendió que, a veces, con un poco de comprensión y amabilidad se llega muy lejos.


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