Deja que llueva

Rosa: ¡Oh no, está lloviendo! No quiero quedarme dentro todo el día. ¡Es tan aburrido!

Padre: Bueno, Rosa, ¿te alegraste de desayunar pan y mantequilla esta mañana?

Rosa: ¡Por supuesto, papá! Me sentiría muy triste si no pudiera desayunar.

Padre: ¿Y te gusta ver crecer las flores y los árboles en nuestro jardín?

Rosa: ¡Claro que sí! De hecho, estaba ansiando salir a verlos. Son tan bonitos.

Padre: ¿Y cuando ves caballos, vacas u ovejas bebiendo agua del arroyo? ¿Te molesta?

Rosa: Papá, debes pensar que no tengo corazón. Nunca querría que los caballos que trabajan duro, las preciosas vacas que nos dan leche o los simpáticos corderos tuvieran sed.

Padre: ¿No crees que morirían sin agua para beber?

Rosa: ¡Si, sería terrible!

Padre: ¿Crees que las flores y los árboles podrían crecer sin agua?

Rosa: No, se marchitarían con el calor del sol. No tendríamos hermosas flores para disfrutar ni para hacer coronas para mamá.

Padre: Rosa, ¿de qué está hecho nuestro pan?

Rosa: Está hecho de harina, que viene del trigo molido en un molino.

Padre: Así es. Y la lluvia ayuda a que crezca el trigo, y el agua acciona el molino para molerlo y convertirlo en harina. Entonces, ¿sigues descontenta con la lluvia?

Rosa: No consideré todo eso, papá. Ahora me alegro de ver llover.


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