Cómo crecen las flores

Érase una vez, en un hermoso jardín lleno de colores y risas, las flores tenían un secreto. Sabían exactamente cómo crecían y les encantaba compartir sus conocimientos con los curiosos niños que visitaban el jardín.

Un día soleado, mientras los niños jugaban entre las flores, se fijaron en una diminuta y delicada hoja del verde más puro que asomaba de la tierra. Estiró sus bracitos hacia el este y el oeste, y hacia el sur y el norte, como si quisiera saludar al mundo con un cálido abrazo.

Todos los días, los niños visitaban el jardín para ver cómo estaba su nuevo amiguito. Se daban cuenta de que crecía lentamente, envolviendo de forma protectora un pequeño capullo soñoliento. La pequeña hoja verde parecía mantener el brote caliente y acogedor mientras dormitaba, esperando el momento adecuado para despertar.

Entonces, una gloriosa mañana, cuando el sol empezaba a salir, los rayos de sol danzaron hasta el capullo dormido. Susurraron suavemente:

—Somos los hijos del sol, enviados para despertarte, pequeño.

La hojita, al oír el mensaje de los rayos del sol, se abrió de par en par, dejando al descubierto el diminuto brote que había en su interior.

El brote, ahora expuesto al mundo, empezó a abrir los ojos, contemplando la belleza del cielo brillante y soleado. Las brisas del oeste y del sur soplaban suavemente, plantando tiernos besos en los delicados pétalos del capullo, animándolo a crecer y florecer.

Día tras día, los pétalos se hacían más fuertes, más vibrantes y más hermosos. Los niños se maravillaban de la transformación que se producía ante sus ojos. Por fin, el capullo se había transformado en una impresionante flor adulta, añadiendo aún más color y belleza al ya encantador jardín.

Los niños, ahora llenos de asombro y comprensión, habían aprendido el secreto del crecimiento de las flores.


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