Érase una vez, en un jardín mágico lleno de flores, árboles y todo tipo de plantas, una querida semillita llamada Retoño. Retoño estaba enterrada en lo más profundo de la tierra, tan profundo que parecía que el mundo de arriba no era más que un sueño lejano. Retoño tenía un gran secreto: no era una semilla cualquiera, sino una planta dormida esperando crecer y ver el mundo.
Una mañana soleada, un rayo dorado de sol se asomó por el suelo y susurró:
—¡Despierta! Y arrástrate hacia la luz, pequeña Retoño.
El calor del sol hizo cosquillas a Retoño, haciéndola sentir acogido y querido.
Luego, las gotas de lluvia que cayeron suavemente durante la noche empezaron a cantar su propia canción. Sus voces eran suaves y brillantes mientras gritaban:
—¡Despierta! Y únete a nosotras en el maravilloso mundo de arriba, pequeña Retoño.
Retoño escuchaba atentamente las voces de arriba, al sol y las gotas de lluvia entrelazando sus melodías. Retoño sintió un repentino impulso de crecer, de alcanzar y explorar el mundo que parecía llamarla por su nombre. Con un arranque de coraje, la pequeña planta empezó a crecer, alcanzando la superficie, ansiosa por ver el mundo que la esperaba.
Cuando atravesó el suelo y salió a la luz del sol, Retoño se quedó boquiabierta ante el impresionante espectáculo que tenía ante sí. El jardín era un caleidoscopio de colores, lleno de flores encantadoras y árboles que se mecían con la suave brisa. El sol besaba las tiernas hojas de Retoño y las gotas de lluvia bailaban sobre su tallo.
Cada día que pasaba, Retoño crecía más fuerte, más alta y más vibrante. La plantita se hizo amiga de las flores, los árboles e incluso de los insectos que visitaban el jardín. Compartían historias, risas y la alegría de vivir en el jardín mágico.
A medida que Retoño crecía y prosperaba, se convertía en parte del entramado del jardín, añadiendo su propio toque de color y belleza al paisaje. La pequeña semilla se había transformado en una magnífica planta, y su viaje sólo estaba empezando. Porque en el corazón de cada semilla yace la promesa de una aventura maravillosa, y Retoño había abrazado el llamado del sol y de las gotas de lluvia para formar parte de la encantadora sinfonía del mundo.