La historia de Acción de Gracias de la abuela

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La abuela estaba acurrucada en su cómodo sillón con sus alegres nietos: el valiente Willie, el vivaracho Joey, la reflexiva Nettie y la dulce Bess. El viento aullaba, la nieve caía y el fuego crepitaba cálidamente, pintando sus rostros con sombras danzantes. El momento perfecto para un cuento.

Nettie miró el reloj:

—Sólo quedan veinte minutos antes de acostarse. Hora de tu cuento, abuela.

—Ah, sí, ¿de qué les gustaría que tratara? —preguntó la abuela arropando a Bess en su regazo.

—Una historia de Acción de Gracias, por favor —dijo Joey—. Una de verdad.

Así que la abuela, con un brillo en los ojos, comenzó su relato:

—Pues bien, viajemos a una época en la que Inglaterra era el hogar de un grupo de personas conocidas como Puritanos. Eran valientes y aventureros, y anhelaban una nueva vida. Así que se embarcaron en un gran viaje a través del océano en un barco llamado ‘Mayflower’. El viaje fue largo y penoso, pero se aferraron a sus sueños.

Los niños escucharon con los ojos muy abiertos mientras la abuela continuaba:

—Finalmente, llegaron a las costas de América en el gélido frío de diciembre. Los hombres construyeron casas de troncos para dar cobijo a sus familias. Sin embargo, su primera primavera no fue tan fructífera como esperaban. Jack Escarcha llegó y les robó las cosechas de maíz, dejándolos hambrientos y a la espera de un barco de suministros procedente de Inglaterra.

—Imagínense la alegría cuando por fin vieron ese barco —se suavizó la voz de la abuela—. Celebraron su abundancia y dieron gracias a Dios por su comida. Aquel día, todos los niños comieron todo lo que pudieron.

—¿Por eso celebramos Acción de Gracias? —preguntó Bess, con los ojos llenos de asombro.

—No exactamente —respondió la abuela con una suave sonrisa—. Celebramos Acción de Gracias para dar gracias por todas las bendiciones del año, no sólo por la comida. Pero el espíritu es el mismo. Los puritanos estaban agradecidos por haber sobrevivido a su primer año y por la comida que les ayudó a hacerlo. Nosotros estamos agradecidos por todas las cosas buenas y la gente encantadora que hay en nuestras vidas.

—Y ahora —dijo, mientras el reloj daba las nueve—, es hora de que los pequeños se vayan a la cama. Sueñen con las fiestas y la diversión que los esperan mañana en Acción de Gracias.

Con cálidos abrazos y besos de buenas noches, los niños se fueron corriendo a la cama, con sus mentes llenas de imágenes del Mayflower y los valientes puritanos, y sus corazones cálidos al pensar en las alegrías de Acción de Gracias. Mientras tanto, el viento seguía aullando en el exterior, mientras en el interior de la casa de la colina, los corazones brillaban de calidez y expectación ante el feliz día que se avecinaba.


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