El Ratón Agradecido y el Gato Atolondrado

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Érase una vez, una mañana de Acción de Gracias, un felino hambriento llamado Atolondrado. Tenía garras afiladas, ojos verdes penetrantes y una barriga que retumbaba más fuerte que un trueno. Estaba perezosamente tumbado en su acogedor cojín cuando vio algo encantador.

En el maizal había un ratoncito mordisqueando una mazorca. Su pelaje era marrón como el pan recién horneado y sus ojos brillantes como estrellas centelleantes. No era un ratón cualquiera, era Agradecido, el ratón más agradecido de todo Villa Pradera. 

“Si hiciera de ese ratoncito agradecido una comida, ¡que contento estaría! Se habría dado un festín sólo para convertirse en un festín para mí. Estaría agradeciendo al maíz su exquisitez, ¡y entonces yo le agradecería la suya!”, pensó Atolondrado con una sonrisa diabólica.

Se rio de sus pensamientos, su ronroneo resonó en el aire de la mañana. “Su agradecimiento por el maíz, y luego mi agradecimiento por él, oh, ¡qué deliciosamente agradecido estaría!”.

Así tramó Atolondrado, el astuto gato, aquel brillante Día de Acción de Gracias. Pero poco sabía él que su plan no era tan secreto como pensaba. El ratoncito Agradecido tenía orejas grandes y un corazón aún más grande.

Agradecido había oído el astuto plan del gato. Sus ojos se abrieron de par en par y su corazón latió más deprisa. Pero en lugar de huir asustado, Agradecido ideó un plan. Era conocido por su gratitud, pero pocos conocían su ingenio. 

“Tal vez pueda enseñarle a Atolondrado una lección sobre el verdadero agradecimiento”, pensó Agradecido.

Con un rápido movimiento de sus bigotes, entró en acción. Tomó la mazorca más grande y jugosa que encontró y, con todas sus fuerzas, la empujó hacia Atolondrado. Los granos dorados brillaron al sol mientras rodaban hacia el gato.

Atolondrado se sorprendió.

—¿Qué es esto? ¿Un regalo de mi futura comida?

—No es un regalo, Atolondrado, es una lección —chilló Agradecido, poniéndose de pie con valentía—. El verdadero agradecimiento no consiste en alegrarse de comer a otro. Se trata de compartir lo que tenemos con los que tienen menos. Este maíz, Atolondrado, es para ti. Que llene tu barriga y caliente tu corazón.

Atolondrado se quedó atónito. Sus ojos verdes se ablandaron y miró al pequeño ratón bajo una nueva luz. Probó el jugoso maíz y estaba delicioso. Pero lo que más lo llenó fue el calor que se extendía por su corazón.

Así que, ese Día de Acción de Gracias, el gato hambriento aprendió el verdadero significado de la gratitud. Y el ratoncito Agradecido se convirtió en el héroe de Villa Pradera. A partir de entonces, el ratoncito no sólo fue conocido por su gratitud, sino también por su sabiduría y valentía. ¿Y Atolondrado? Pues se convirtió en el gato más agradecido que puedas conocer.


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