Un día, el Tío Wiggily Orejaslargas, el señor conejo, iba saltando por el bosque, preguntándose qué clase de aventura viviría, y estaba pensando en Alicia, del País de las Maravillas, y en la extraña fiesta del té a la que había asistido el día anterior, cuando la Loca Liebre de Marzo destrozó el reloj del Sombrerero porque las manecillas siempre se quedaban a la hora del té, a las cinco de la tarde.
—Si algo así me va a pasar hoy —se dijo el tío conejo—, debería haber traído a la Nana Jane Fuzzy Wuzzy conmigo para que pudiera disfrutar de la diversión. Iré dando saltitos, y si empieza algo raro, volveré por ella.
Avanzó un poco más y, de repente, vio un trozo de queso tirado en el sendero del bosque.
—¡Ja! —dijo el Tío Wiggily—. Me pregunto si a Jollie o a Jillie Colalarga, los niños ratones, se les habrá caído de la trampa. Se los llevaré, supongo.
Recogió el trozo de queso, pensando en lo contentos que estarían el niño y la niña ratoncitos de recuperarlo, cuando, de repente, oyó detrás de él una voz que preguntaba:
—Oh, ¿lo has encontrado? Me alegro mucho, ¡gracias! —y de debajo de un arbusto salió un gato con una gran sonrisa en la parte delantera de la cara. El gato estiró su garra y tomó el trozo de queso del Tío Wiggily.
—Oh, ¿es tuyo? —pregunto el señor conejo sorprendido.
—Es queso Cheshire, ¿verdad? —preguntó el gato.
—Creo… Creo que sí —respondió el conejo—. Sí —añadió mientras miraba y se aseguraba—. Es queso Cheshire.
—Entonces, como yo soy el Gato de Cheshire, es mío. ¡Gato de Cheshire, conoce a tu queso! ¡Queso, conoce a tu gato! Mucho gusto. Me alegro de verte —y el gato estrechó las patas del queso como si el Tío Wiggily los hubiera presentado.
—Me atrevería a decir que todo está bien —continuó el tío conejo.
—¡Claro que sí! —rio el gato, sonriendo más que nunca—. Me alegro mucho de que hayas encontrado mi queso. Temía que la Liebre de Marzo se lo hubiera llevado para esa tonta fiesta de té de las cinco. Pero me alegro que no lo hiciera. Al principio te confundí con la Liebre de Marzo. Te pareces, siendo un conejo.
—Mi cumpleaños no es en marzo, es en abril —dijo el Tío Wiggily haciendo una reverencia.
—Así está mejor —dio el gato de Cheshire—. Me has hecho un gran favor encontrando mi queso, y espero poder hacerte otro algún día.

—Ni lo menciones —dijo el tío conejo, modesto y tímido, como siempre. Iba a preguntar por Alicia del País de las Maravillas cuando el gato se escapó corriendo con el queso.
“No importa. En cualquier caso, ha sido el comienzo de una aventura. Me pregunto cuál será la siguiente parte”, pensó el Tío Wiggily.
No tuvo que esperar mucho.
De repente, mientras caminaba por el bosque, apoyado en su muleta para el reumatismo, de rayas rojas, blancas y azules, se oyó un crujido en los arbustos y aparecieron un montón de ratas hambrientas.
—¡Ah, ahí está! —gritó una rata, agarrando al Tío Wiggily por las orejas.
—¡Sí, y además justo a tiempo! —gritó otra, agarrando al conejo por las patas—. ¡A nuestra madriguera con ESO antes de que llegue la trampa para ratones y nos lo arrebate!
Con esto, las ratas, que eran unas quinientas dieciséis, empezaron a empujar al Tío Wiggily por un agujero en el suelo, y lo primero que supo fue que lo tenían dentro de una habitación de madera en una casa subterránea y cerraron la puerta, sacando la llave.
—¿Qué significa esto? —dijo el tío conejo—. ¿Por qué me tratan así?
—¡Pero si puede hablar! —gritaron sorprendidas varias de las ratas.
—¡Claro que puedo! —dijo el Tío Wiggily, con su nariz rosada centelleando—. Pero, ¿por qué me llaman ESO?
—Porque eres un trozo de queso —dijo una rata—, y siempre llamamos ESO al queso.
—¿Queso? ¿Yo, queso? —preguntó asombrado el Tío Wiggily.
—Por supuesto —dijo la rata más grande de todas—. Eres el queso de Cheshire. ¡Vaya, perfumas toda la habitación! Tenemos tanta hambre de ti. Pensábamos que el almacenero se había olvidado de enviarte. Pero ya está. Oh, qué deliciosa comida tendremos. Nos encanta el queso Cheshire —y las ratas que estaban en la habitación con el Sr. Orejaslargas miraron muy hambrientas al tío conejo; muy hambrientas, por cierto.
“Oh, ¿qué voy a hacer?”, pensó el Tío Wiggily.
—Ya veo lo que ha pasado. Cuando recogí el trozo de queso Cheshire del gato de Cheshire, algo de su perfume debió de pegarse a mis patas. Las ratas lo han olido y creen que soy yo. Eso —murmuró el viejo conejo—. ¡Como si fuera un juego de atrapar! ¡ESO!
Las ratas del cuarto cerrado estaban muy atareadas, sacando sus cuchillos y platos para el queso, y el pobre Tío Wiggily apenas sabía qué hacer con esta aventura tan desagradable que le estaba ocurriendo, cuando, de repente, justo en medio de la habitación, apareció una boca grande y sonriente, con una alegre sonrisa extendida por toda ella. Sólo era una sonrisa, y nada más.
—¡Oh! —dijo el Tío Wiggily sorprendido—. ¡Oh!
Con eso todas las ratas levantaron la vista y, al ver la sonrisa, una exclamó:
—¡Huelo a gato! ¡Ay de mí! ¡Huelo a gato!
De repente, la sonrisa se hizo cada vez más grande. Entonces pareció que de la nada crecía una nariz, luego unos bigotes, después un par de ojos ardientes, y luego orejas: una cabeza, patas, garras y un cuerpo, y finalmente allí estaba el gato de Cheshire en medio de las ratas.
—¡Fuchi, ratas! —maulló el gato de Cheshire—. ¡Dispérsense!
—¿Cómo has entrado aquí? —preguntó una rata.
—Sí, dinos —ordenó otra—. ¿Cómo has entrado por la puerta cerrada?
—Por el ojo de la cerradura —dijo el gato de Cheshire—. Primero envié mi sonrisa, y luego fue fácil para mi cuerpo seguirla. ¡Ahora escabúllanse y dejen en paz al Tío Wiggily!
Y al decir esto, el gato sonrió más que nunca, mostrando unos dientes tan afilados que las ratas abrieron rápidamente la puerta y salieron corriendo, dejando al tío conejito a salvo.
—Mágicamente, Alicia del País de las Maravillas, sabía del problema en el que te encontrabas —dijo el gato de Cheshire—, así que me envió a ayudarte, cosa que hice con mucho gusto, ya que tú me habías ayudado. Mi queso Cheshire, que me encontraste cuando lo había perdido, ¡estaba buenísimo!
Entonces el tío Wiggily regresó dando saltitos a su cabaña, y el gato fue a ver a Alicia.