Iba a ser uno de los días más ajetreados de Conejo. Tan pronto como se despertó, se sintió importante, como si todo dependiera de él. Era justo el día para organizar algo, o para escribir un aviso firmado por Conejo, o para ver lo que los demás pensaban al respecto. Era una mañana perfecta para ir corriendo a ver a Pooh y decirle:
—Muy bien entonces, se lo diré a Piglet.
Y después ir a ver a Piglet y decirle:
—Pooh piensa… pero tal vez sea mejor que primero vea a Búho.
Era un día como de capitán, cuando todos decían “sí, Conejo” y “no, Conejo”, y esperaban a que él se lo dijera.
Salió de su casa y olfateó la cálida mañana de primavera mientras se preguntaba qué haría. La casa de Kanga era la más cercana, y en la casa de Kanga estaba Roo, que decía “Sí, Conejo” y ”No, Conejo” casi mejor que nadie en el bosque; pero había otro animal allí hoy en día, el extraño y saltarín Tigger; y era el tipo de Tigger que siempre estaba delante cuando le enseñabas el camino a cualquier parte, y generalmente estaba fuera de vista cuando por fin llegabas al lugar y decías orgulloso “¡Aquí estamos!”.
—No, a casa de Kanga no —se dijo Conejo pensativo, mientras se rizaba los bigotes al sol; y, para asegurarse bien de que no iba allí, giró a la izquierda y salió trotando en la otra dirección, que era la que iba a casa de Christofer Robin.
—Después de todo —se dijo Conejo—, Christofer Robin depende de mí. A él le gustan Pooh, Piglet e Igor, y a mí también, pero ellos no tienen cerebro. No para darse cuenta. Y respeta a Búho, porque no se puede dejar de respetar a cualquiera que sepa deletrear MARTES, aunque no lo deletree bien; pero deletrear no lo es todo. Hay días en los que deletrear martes simplemente no cuenta. Y Kanga está demasiado ocupada cuidando a Roo; Roo es demasiado joven, y Tigger es demasiado saltarín para ser de ayuda, así que en realidad no hay nadie más que yo cuando te pones a mirarlo. Iré a ver si hay algo que quiera hacer, y entonces lo haré por él. Es justo el día para hacer esas cosas.
Trotó alegremente, cruzó el arroyo y llegó al lugar donde vivían sus amigos y parientes. Esta mañana parecía haber aún más que de costumbre, y después de saludar con la cabeza a uno o dos erizos, con los que estaba demasiado ocupado para darles la mano, y de decir “Buenos días, buenos días” a algunos de los otros, y “Ah, ahí estás”, amablemente, a los más pequeños, les hizo un gesto con la pata por encima del hombro y se fue; dejando tras de sí tal aire de excitación y de no sé qué, que varios miembros de la familia Escarabajo, entre ellos Henry Rush, se dirigieron de inmediato al bosque de los Cien Acres y comenzaron a trepar a los árboles, con la esperanza de llegar a la cima antes de que ocurriera, fuera lo que fuera, para poder verlo bien.
Conejo se apresuró a bordear el bosque de los Cien Acres, sintiéndose cada minuto más importante, y pronto llegó al árbol donde vivía Christopher Robin. Llamó a la puerta y gritó una o dos veces; luego retrocedió un poco, levantó la pata para que no le diera el sol, y llamó a la copa del árbol; luego se dio la vuelta y gritó “¡Hola! ¡Es Conejo!”, pero no pasó nada. Entonces se detuvo y escuchó, y todo se detuvo y escuchó con él, y el bosque estaba muy solitario, quieto y tranquilo bajo el sol, hasta que de repente, a cien millas por encima de él, una alondra empezó a cantar.
—¡Caramba! —dijo Conejo—. Ha salido.
Volvió a la puerta verde, sólo para asegurarse; se estaba dando la vuelta sintiendo que se le había estropeado la mañana, cuando vio un trozo de papel en el suelo; había un alfiler en él, como si se hubiera caído de la puerta.
—¡Ja! —dijo Conejo sintiéndose feliz de nuevo— ¡Otra nota!
Esto es lo que decía:
MEJUI
YAGULBO
CUPDO
YAGULBO
C.R.
—¡Ja! —dijo Conejo otra vez—, debo decírselo a los otros.
Y se apresuró a marcharse de manera importante.
La casa más cercana era la de Búho, y hacia allí, en el bosque de los Cien Acres, se encaminó. Llegó a la puerta de Búho, llamó y tocó, tocó y tocó, y finalmente se asomó la cabeza del Búho y dijo:
—Vete, estoy pensando… oh, ¿eres tú? —que era como siempre empezaba.
—Búho —dijo Conejo—, tú y yo tenemos cerebro. Los demás tienen pelusa. Si hay algo que pensar en este bosque, y cuando digo pensar quiero decir pensar, tú y yo debemos hacerlo.
—Si —dijo Búho—. Así es.
—Lee eso.
Búho tomó la nota de Christopher Robin que le había dado Conejo y la miró, nervioso. Podía deletrear su propio nombre, WOL; podía deletrear martes para que supieras que no era miércoles; podía leer con bastante comodidad cuando no estaban mirando por encima de su hombro y diciendo “¿Y bien?” todo el tiempo, y podía…
—¿Y bien? —dijo Conejo.
—Si —dijo Búho, luciendo listo y pensativo—, veo lo que quieres decir. Indudablemente.
—¿Y bien?
—Exactamente. Precisamente —dijo Búho. Y después de pensarlo un poco, añadió—. Si tú no hubieras acudido a mí, yo habría acudido a ti.
—¿Por qué? —preguntó Conejo.
—Precisamente por eso —dijo Búho, esperando que pronto ocurriera algo útil.
—Ayer por la mañana —dijo Conejo solemnemente—, fui a ver a Christofer Robin. Estaba fuera. En su puerta había un aviso.
—¿El mismo aviso?
—Uno diferente. Pero el significado era el mismo. Es muy extraño.
—Increíble —dijo Búho, mirando de nuevo el aviso y teniendo, sólo por un momento, una curiosa sensación de que algo le había pasado a Christofer Robin por la espalda—. ¿Qué has hecho?
—Nada.
—Lo mejor —dijo sabiamente Búho.
—¿Y bien? —dijo Conejo de nuevo, ya que Búho sabía lo que iba a hacer.
—Exactamente —dijo Búho.
Durante un rato no se le ocurrió nada más, y de pronto tuvo una idea.
—Dime, Conejo —dijo—, las palabras exactas de la primera nota. Esto es muy importante. Todo depende de esto. Las palabras exactas de la nota.
—En realidad era igual que este.
El Búho lo miró y se preguntó si debía empujarlo del árbol; pero, pensando que siempre podría hacerlo después, trató una vez más de averiguar de qué estaban hablando.
—Las palabras exactas, por favor —dijo, como si Conejo no hubiera hablado.
—Sólo decía, “Mejui. Yagulbo”. Igual que este, sólo que este también dice “Cupdo Yagulbo”.
El Búho dio un gran suspiro de alivio.
—¡Ah! —dijo Búho—. Ahora sabemos dónde estamos.
—Si, pero, ¿dónde está Christofer Robin? —dijo Conejo—. Esa es la cuestión.
Búho volvió a mirar la nota. Para alguien de su educación la lectura del mismo era fácil. “Me fui, Yagulbo. Ocupado, Yagulbo”; justo el tipo de cosas que uno esperaría ver en una nota.
—Está bastante claro lo que ha ocurrido, mi querido Conejo —dijo—. Christofer Robin ha salido con Yagulbo. Él y Yagulbo están ocupados juntos. ¿Has visto a Yagulbo por el bosque últimamente?
—No lo sé —dijo Conejo—. Eso es lo que he venido a preguntarte. ¿Cómo son?
—Bueno —dijo Búho—, el Yagulbo manchado o herbáceo es sólo un… Al menos —dijo—, en realidad es más bien un… Por supuesto —dijo—, depende del… Bueno, lo cierto es que no se cómo son —dijo el Búho con franqueza.
—Gracias —dijo Conejo. Y se apresuró a ir a ver a Pooh.
Antes de llegar muy lejos oyó un ruido. Se detuvo y escuchó. Este era el ruido.
RUIDO, POR POOH
Oh, las mariposas volando están,
Ahora los días de invierno muriendo van,
Y las prímulas intentan
Que las miren.
Y las tórtolas arrullando están,
Y los bosques se levantan y actúan,
Porque las violetas azulejan
Mientras viven.
Oh, las abejas están zumbando
Con sus pequeñas alas, y tarareando
Que el verano, que está llegando
Hasta el suelo.
Y las vacas están arrullando,
Y las tórtolas están balando,
Por eso es que Pooh está poohando
Bajo el cielo.
Pues la primavera está brotando;
Puedes ver una alondra cantando,
Y las campanas azules, están sonando,
Con voz grave.
Y el cuco no está arrullando,
Pero está cacareando y aiando,
Y un Pooh simplemente está poohando
Como un ave.
—Hola, Pooh —dijo Conejo.
—Hola, Conejo —dijo Pooh soñadoramente.
—¿Tú has inventado esa canción?
—Bueno, más o menos —dijo Pooh—. No es cerebro —continuó humildemente—, porque vete tú a saber, Conejo; pero a veces se me ocurre.
—¡Ah! —dijo Conejo, que nunca dejaba que las cosas vinieran a él, sino que siempre iba a buscarlas—. Bueno, el caso es que, ¿has visto en el bosque alguna vez un Yagulbo manchado o herbáceo?
—No —dijo Pooh—. No un… no —dijo Pooh—. Acabo de ver a Tigger.
—Eso no es bueno.
—No —dijo Pooh—, pensé que no lo era.
—¿Has visto a Piglet?
—Sí —dijo Pooh—. ¿Supongo que eso tampoco sirve? —preguntó mansamente.
—Bueno, depende de si vio algo.
—Me vio a mí —dijo Pooh.
Conejo se sentó en el suelo junto a Pooh y, sintiéndose así mucho menos importante, se levantó de nuevo.
—Todo se reduce a esto —dijo—. ¿Qué hace Christofer Robin por las mañanas hoy en día?
—¿Qué tipo de cosas?
—Bueno, ¿puedes decirme algo que le hayas visto hacer por la mañana? Estos últimos días.
—Sí —dijo Pooh—. Ayer desayunamos juntos. Junto a los Pinos. Yo había preparado una canastita
—Sólo una pequeña cesta de buen tamaño.
—Una especie de cesta grande, llena de…
—Sí, sí —dijo Conejo —, pero me refiero a más tarde que eso. ¿Lo has visto entre las once y las doce?
—Bueno —dijo Pooh—, a las once, a las once… bueno, a las once, verás. Generalmente llego a casa a las diez. Porque tengo una o dos cosas que hacer.
—¿A las once y cuarto?
—Bueno… —dijo Pooh.
—Y media.
—Si —dijo Pooh—. Y media… o quizás más tarde, tal vez lo vea.
Y ahora que lo pensaba, empezó a recordar que últimamente no había visto mucho a Christopher Robin. No por las mañanas. Por las tardes, sí; por las noches, sí; antes del desayuno, sí; justo después del desayuno, sí. Y luego, tal vez, “nos vemos, Pooh”, y se iba.
—Eso es —dijo Conejo—, ¿dónde?
—Tal vez esté buscando algo.
—¿Qué? —preguntó Conejo.
—Eso es justo lo que iba a decir —dijo Pooh. Y añadió—. Tal vez está buscando un… un…
—¿Un Yagulbo manchado o herbáceo?
—Si —dijo Pooh—. Uno de esos. En caso de que no lo sea.
Conejo lo miró severamente.
—No creo que estés ayudando —dijo.
—No —dijo Pooh—. Lo intento —agregó humildemente.
Conejo le dio las gracias por intentarlo, y dijo que ahora iría a ver a Igor, y que Pooh podría acompañarlo si quería. Pero Pooh, que sentía que se le venía encima otra estrofa de su canción, dijo que esperaría a Piglet, adiós, Conejo; así que Conejo se marchó.
Sin embargo, fue Conejo quien vio primero a Piglet. Piglet se había levantado temprano esa mañana para recoger un ramo de violetas; y cuando las hubo cogido y puesto en una maceta en medio de su casa, se le ocurrió de repente que a Igor nadie le había cogido nunca un ramo de violetas, y cuanto más pensaba en esto, más le parecía lo triste que era ser un animal al que nunca le habían cogido un ramo de violetas. Así que se apresuró a salir de nuevo, diciéndose a sí mismo: “Igor, violetas”, y luego “violetas, Igor”, por si se olvidaba, porque era ese tipo de día, y cogió un gran ramo y trotó, oliéndolas, y sintiéndose muy feliz, hasta que llegó al lugar donde estaba Igor.
—Igor —empezó Piglet un poco nervioso, porque Igor estaba ocupado.
Igor sacó una pata e hizo un gesto para que se fuera.
—Mañana —dijo Igor—. O el día siguiente.
Piglet se acercó un poco para ver qué era. Igor tenía tres palos en el suelo y los estaba mirando. Dos de los palos se tocaban por un extremo, pero no por el otro, y el tercero estaba colocado sobre ellos. Piglet pensó que tal vez se trataba de algún tipo de trampa.
—Oh, Igor —comenzó otra vez—, solo…
—¿Es ese el pequeño Piglet? —dijo Igor, todavía mirando fijamente sus palos.
—Si, Igor, y yo…
—¿Sabes qué es esto?
—No —dijo Piglet.
—Es una A.
—Oh —dijo Piglet.
—O no, A —dijo Igor con severidad—. ¿No oyes, o crees que tienes más educación que Christofer Robin?
—Si —dijo Piglet—. No —dijo Piglet rápidamente. Y se acercó aún más.
—Christofer Robin dijo que es una A, y es una A… hasta que alguien me pise —añadió Igor con severidad.
Piglet retrocedió de un salto y olió sus violetas.
—¿Sabes lo que significa A, Piglet?
—No, Igor. No lo sé.
—Significa aprendizaje, significa educación, significa todas las cosas que tú y Pooh no tienen. Eso es lo que significa A.
—Oh —dijo Piglet otra vez—, quiero decir, ¿significa? —explicó rápidamente
—Te lo estoy diciendo. La gente va y viene por este bosque, y dicen “Sólo es Igor, así que no cuenta”. Pero, ¿saben algo de A? No saben nada. Para ellos son sólo tres palitos. Pero para los educados, fíjate en esto, Piglet, para los educados, sin referirnos a Pooh y Piglet, es una gran y gloriosa A. No algo sobre lo que cualquiera puede venir y respirar.
Piglet dio un paso atrás, nervioso, y miró a su alrededor en busca de ayuda.
—Aquí está Conejo —dijo alegremente—. Hola, Conejo.
Conejo se acercó de forma importante, saludó con la cabeza a Piglet y dijo:
—Igor —con la voz de quien diría “adiós” en unos dos minutos más.
—Sólo hay una cosa que quería preguntarte, Igor. ¿Qué le pasa hoy en día a Christopher Robin por las mañanas?
—¿Qué es esto que estoy mirando? —dijo Igor, sin dejar de mirarlo.
—Tres palos —dijo Conejo con rapidez.
—¿Lo ves? —dijo Igor a Piglet. Se volvió hacia Conejo—. Ahora te responderé —dijo solemnemente.
—Gracias —dijo Conejo.
—¿Qué hace Christofer Robin por las mañanas? Aprende. Se educa. Instiga; creo que esa es la palabra que mencionó, pero puedo estar refiriéndome a otra cosa; instiga el conocimiento. A mi pequeña manera, yo también, si no me equivoco, hago lo que él hace. Eso, por ejemplo, es…
—Una A —dijo Conejo—, pero no una muy buena. Bueno, tengo que volver y contárselo a los demás.
Igor miró sus palos y luego miró a Piglet.
—¿Qué dijo Conejo que era? —preguntó.
—Una A —dijo Piglet.
—¿Se lo has dicho?
—No, Igor, no se lo he dicho. Supongo que simplemente lo sabía.
—¿Sabía? Quieres decir que esta A es una cosa que Conejo sabía.
—Si, Igor. Es listo, Conejo lo es.
—¡Inteligente! —dijo Igor desdeñosamente, poniendo un pie pesadamente sobre sus tres palos— ¡Educación! —dijo Igor amargamente, saltando sobre sus seis palos—. ¿Qué es la educación? —preguntó Igor mientras lanzaba al aire sus doce palos— ¡Una cosa que sabe Conejo! ¡Ja!
—Creo… —empezó Piglet nervioso.
—No lo hagas —dijo Igor.
—Creo que las violetas son muy bonitas —dijo Piglet. Puso el ramo delante de Igor y se fue corriendo.
A la mañana siguiente, el cartel de la puerta de Christofer Robin decía:
FUERA
PRONTO DE VUELTA
C.R.
Por eso, todos los animales del Bosque, excepto, claro está, el Yagulbo Manchado y Herbáceo, saben ahora lo que hace Christopher Robin por las mañanas.