Una mañana temprano, cuando el sol apenas ascendía por las colinas y todas las nubes eran aún rosas, un niño pequeño dormía en su cama.
—Despierta, despierta —decía el reloj de la chimenea—. Despierta, despierta —pero el niño no oía al reloj y seguía durmiendo pacíficamente.
—Yo lo despierto. Me arroja migas todos los días, y yo lo despertaré con una canción —dijo un pájaro que vivía en un árbol cerca de la ventana, y comenzó a cantar: “despierta, cielito, despierta, cielito”, hasta que todos los pájaros del jardín se despertaron y cantaron con él. Pero el niño siguió durmiendo en su cama.
El niño todavía dormía cuando el Viento del Sur sopló por el jardín.
—Yo conozco a este niño —dijo el Viento del Sur—. Ayer hice girar su molinillo de viento y ahora voy a soplar por la ventana para despertarlo con un beso.
Entonces el Viento del Sur sopló a través de la ventana y besó al niño en ambas mejillas. El viento agitó los rizos alrededor de su rostro, pero el niño no se movió en su cama y continuó durmiendo pacíficamente.
—Está esperando a que yo lo llame —dijo el gallo en el patio—. Nadie lo conoce tan bien como yo, porque yo le pertenezco, y yo lo despertaré.
Así que el gallo se subió a la valla, batió sus alas y cantó:
—¡Co-co-ri-coooo! ¡Co-co-ri-coooo! ¡Te llamo para que despiertes! ¡Co-co-ri-coooo! ¡Co-co-ri-coooo!
Despertó a las gallinas amarillas, a las palomas del palomar y al ternero rojo del establo. Incluso los corderos del prado oyeron su llamada. Cacareó hasta quedarse ronco, pero el niño no se despertó y siguió durmiendo pacíficamente en su cama.
Mientras tanto, el sol brillaba en el cielo y sobre la tierra. El sol también brillaba en el corral, donde cantaba el ruidoso gallo, y en jardín, donde cantaban los pájaros. Y el sol brillaba a través de la ventana justo en el rostro del niño. ¡Y entonces el niño abrió los ojos!
—¡Mamá, mamá! —gritó.
Su madre entró enseguida.
—¿Quién, oh quién, ha despertado a mi pequeño y dulce niño? —preguntó, pero nadie respondió. Porque ni el mismo dormilón sabía que el sol lo había despertado.