Érase una vez que en un acogedor salón rebosante de una gran variedad de elegantes juguetes, tres niñas llamadas Ada, Millie e Hilda celebraban la Navidad. La habitación se llenó de exclamaciones de admiración ante los maravillosos regalos que había traído Santa.
—¡Vaya, Millie! —dijo Ada, con un brillo en los ojos—. Santa ha debido de ser muy bueno contigo. ¡Nunca había visto tantos regalos!
Hilda, con los ojos muy abiertos por el asombro, añadió:
—¡Nunca tuve ni la mitad de regalos en toda mi vida!
Sin embargo, en medio de la alegría, Millie permaneció en silencio. Algo la preocupaba. Por fin confesó que estaba enfadada con Santa. Le había pedido un relojito con un pájaro incrustado de diamantes en el reverso, pero no se lo había traído.
—Tal vez Santa no pudo costearlo, Millie —intentó razonar Ada—. Este año ha sido difícil para el Polo Norte. Por eso mis regalos eran menos.
Pero Millie no estaba de acuerdo, pues creía que Santa Claus podía permitirse cualquier cosa. Fue entonces cuando Hilda empezó a hablar del Espíritu de la Navidad, un hermoso sentimiento nacido con el Niño Jesús. No era algo que se pudiera ver o tocar, sino un espíritu amoroso que llenaba los corazones de la gente durante la Navidad, inspirándola a dar y compartir.
—Pero no todo el mundo lo tiene, Hilda —dijo Millie con cara de desconcierto—. ¿Por qué?
—Bueno —respondió Hilda—, cuando la gente deja que su corazón se llene de orgullo, envidia o malos sentimientos, no queda espacio para el Espíritu de la Navidad.
Ada se dio cuenta entonces de que, con el Espíritu de la Navidad en su corazón, podía sentirse feliz y agradecida por sus regalos, por pocos que fueran. Y Millie, comprendiendo esto, empezó a ver sus numerosos regalos bajo una nueva luz.
—¿Será que el Espíritu de la Navidad está entrando por fin a mi corazón? —se preguntó en voz alta.
Se acercó a sus regalos y empezó a apreciar su belleza. En ese momento, decidió compartir sus regalos con los niños del pueblo, que tenían mucho menos que ella, y con esa decisión, quedó claro que el verdadero Espíritu de la Navidad había tocado su corazón.
