La historia de la caja de plata

Hans y Nella eran huérfanos y vivían en una pequeña cabaña lindera a un bosque. Una noche, mientras estaban cenando, llamaron a la puerta. Cuando Hans abrió la puerta, se encontró con un anciano que buscaba comida y refugio.

—Somos pobres, pero eres bienvenido —dijo Hans—. Compartiremos nuestra cena contigo y te daremos un lugar donde dormir. Sin embargo, sólo tenemos una cama, y mi hermana duerme en ella, así que deberás dormir en el suelo.

—Puede quedarse con mi cama —dijo Nella—. Soy joven y puedo dormir en el suelo mejor que él.

—Eres amable con los ancianos —dijo el anciano—. Que el cielo te bendiga.

Después de terminar su cena, se fue a la cama sin decir mucho.

—Es una persona peculiar —señaló Hans.

—Apenas habló. Tal vez haya viajado mucho tiempo y está cansado —sugirió Nella.

A la mañana siguiente, Hans y Nella se despertaron y descubrieron que el anciano había desaparecido. Mientras Nella hacía la cama, Chocó con algo con los pies. Cuando miró debajo de la cama, descubrió una caja de plata.

—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Nella—. El anciano notará que no está y puede que regrese. Deberíamos mantenerla a salvo para él.

—La enterraremos —sugirió Hans—. Si regresa, podemos desenterrarla y devolvérsela.

Entonces llevaron la caja de plata al jardín y la enterraron a poca distancia de su casa.

A la mañana siguiente, cuando miraron por la ventana, vieron un árbol con grandes ramas frondosas que crecía justo sobre el lugar donde habían enterrado la caja.

Hans salió a examinar el árbol y vio una puerta en un lado. La abrió y se encontró enfrentando un largo y oscuro túnel. Caminó por un tiempo hasta que divisó una luz lejana. Parecía estar a kilómetros de distancia, asique Hans corrió hacia ella. Cuando llegó, se dio cuenta que era la luz del sol reflejándose en una montaña de oro.

—Oh, si tan solo tuviera una canasta podría reunir suficiente oro para asegurar una vida cómoda a Nella y a mí —pensó Hans—. Llenaré mis bolsillos —dijo, al ver que había pequeñas piezas de oro esparcidas alrededor. 

Hans llenó sus bolsillos y emprendió el camino de vuelta, donde se encontró con Nella.

—Fui al jardín a buscarte —dijo—. Cuando vi la puerta en el árbol, supe que estabas ahí dentro. Temí que algo te hubiera sucedido cuando vi lo oscuro que era.

Hans le contó a Nella sobre la montaña de oro que había descubierto, y ella expresó su deseo de verla.

—¡Oh! —exclamó al verla—¡Si tuviéramos un barril, seríamos ricos!

—Pero no podríamos cargar un barril de oro —respondió Hans—. Guarda un poco en tu delantal. Tendremos suficiente para comprar un caballo y un carro, y entonces podré encontrar trabajo en el pueblo. Eso sería mejor que ser rico, porque los ricos siempre están agobiados por su riqueza.

—Tienes razón —acordó Nella, mientras juntaba algo de oro en su delantal—. Sólo me llevaré un poco.

Regresaron por el túnel oscuro. Sin embargo, en lugar de su modesta cabaña, encontraron una encantadora casita blanca con persianas verdes. Al entrar, descubrieron que estaba perfectamente amueblada para dos personas.

—¿Crees que esto es para nosotros? —preguntó Nella.

—Por supuesto —contestó Hans—. Mira, está mi gorra en la percha, y está tu chal en la silla.

—Pero ¿quién podría habérnosla dado?

—Tal vez las hadas —sugirió Hans—. Ahora debo ir a la ciudad a comprar un caballo y un carro.

Nella lo acompaño hasta la puerta y le dijo:

—Escucha, el árbol está hablando.

—Sólo es el viento —dijo Hans. Sin embargo, prestó atención y pareció como si el árbol susurrara:

—Benditos sean, hijos míos; fueron amables con un anciano.

—¡Mira! —exclamó Nella—. El árbol parece un hombre extendiendo sus brazos. Acerquémonos.

—La puerta ha desaparecido —dijo Hans cuando se acercaron al árbol.

—Me alegro de que haya desaparecido —dijo Nella—. Lo prefiero como un hermoso árbol. 

—Yo también —coincidió Hans, y el árbol pareció envolverlos con sus largas ramas, abrazándolos cariñosamente.

—Creo que es el anciano que ha vuelto para proteger su caja —dijo Nella—. Y estoy segura que nos cuidará a nosotros también.


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