Érase una vez, en una tierra llena de maravillas y caprichos, un Pato que ansiaba la aventura. Día tras día, miraba desde su pequeño estanque, soñando con explorar el mundo más allá. Un día, mientras miraba a su amigo el Canguro saltar por los campos y sobre el agua, se le cruzó una idea como un rayo.
—¡Santo cielo! —exclamó el Pato mientras se acercaba al Canguro—. Cómo desearía poder saltar como tú, querido amigo. Mi vida es un aburrimiento en este desagradable estanque, y anhelo salir al mundo del más allá.
Conmovido por el anhelo del Pato, el Canguro accedió a llevarlo a cuestas mientras viajaban juntos por el mundo. Con un plan en marcha, el Pato se preparó para el viaje, tejiendo cuatro pares de calcetines de estambre para mantener sus pies palmeados calientes y secos. Incluso compró una capa y una bufanda para protegerse del frío y añadir un toque de sofisticación a sus viajes.
A la pálida luz de la luna, el Canguro estaba preparado, con sus fuertes patas ansiosas por explorar el mundo.
—Para equilibrarnos bien, querido Pato, siéntate firme y tranquilo en el extremo de mi cola —aconsejó.
De un salto, el Pato y el Canguro emprendieron su gran aventura. Viajaron por campos y mares, visitando todos los grandes lugares de interés. Juntos se deslumbraron ante la belleza del mundo y las maravillas que alberga. Dieron tres vueltas al mundo, con el corazón lleno de alegría y el ánimo por las nubes.
Y así, en un mundo lleno de encanto y deleite, ¿quién podría ser más feliz que el Pato y el Canguro? Porque habían encontrado la amistad, la aventura y el amor el uno en el otro, y su historia sería contada y apreciada por las generaciones venideras.