Érase una vez una pequeña Gota de Lluvia que pensó que ya había jugado bastante tiempo en las nubes y dijo que bajaría a la tierra a ver qué bien podía hacer. Y se puso en marcha.
Mientras caía tuvo que atravesar una nube que estaba muy fría, y esta graciosa gotita de lluvia, en vez de encogerse como hacemos nosotros cuando tenemos frío, se estiró y se estiró hasta que dejó de ser redonda y se hizo larga, delgada y dura como una aguja; y eso es justamente lo que era: una pequeña aguja de hielo.
Mientras seguía cayendo, se encontró con otra igual.
La segunda dijo:
—Pequeña Aguja de Hielo, ¿a dónde vas?
—A la tierra, a ver qué bien puedo hacer.
—Yo también iré —así que la segunda aguja de hielo se unió a la primera, y cayeron juntas.
Muy pronto se encontraron con una tercera, y dijo:
—Pequeñas Agujas de Hielo, ¿a dónde van?
—A la tierra, a ver qué bien podemos hacer.
—Entonces yo también iré —así que se unió a las demás y cayeron juntas.
Luego se encontraron con otra, y otra, y otra, que se les unieron. Entonces había seis pequeñas agujas de hielo cayendo juntas, y tenían un nuevo nombre: Copo de Nieve.
El pequeño Copo de Nieve se encontró con otros que le preguntaron adónde iba.
—Al suelo a ver qué bien puedo hacer.
—Nosotros también iremos. Pero ¿a dónde iremos?

Lo sé —dijo una de las pequeñas agujas de hielo—. El verano pasado, cuando estaba calentito, vi un lugar donde un pobre niño enfermo había plantado unas semillas que le dio una amable señora, y creo que sería muy bonito caer sobre ese lugar y mantenerlo caliente, para que las semillas de la tierra no se congelen, y el niño pueda tener algunas flores el próximo verano.
—Así lo haremos —dijeron todos, y cayeron cada vez más deprisa para llegar antes. Otros copos de nieve los vieron y también fueron, y el suelo se fue cubriendo cada vez más de nieve hasta que hubo suficiente para evitar que las semillas se congelaran durante todo el invierno.
Cuando el tiempo empezó a ser más cálido, la nieve se convirtió en agua y corrió hacia la tierra, y las semillas la bebieron y se hincharon e hincharon hasta que, poco a poco, salieron hojitas por encima de la tierra, de cada semilla. Luego crecieron otras hojas y, cuando llegó el verano, el pequeño Frank volvió a tener sus flores, y todo porque una pequeña gota de lluvia quiso hacer algo bueno en el mundo.