Salomón y las abejas

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Érase una vez, en un país lejano, un rey sabio llamado Salomón, famoso por su sabiduría y la gloria de su reino. Gente de todo el mundo acudía a maravillarse ante el esplendor de su corte y a aprender de sus sabias enseñanzas.

En un país lejano vivía una curiosa Reina llamada Saba. Había oído hablar de la sabiduría del rey Salomón, de su habilidad para resolver enigmas y de su capacidad para ver a través de los trucos de los demás. Intrigada, la reina Saba decidió visitar el reino de Salomón y comprobar por sí misma si esos rumores eran ciertos.

La Reina de Saba emprendió un largo viaje, llevando consigo preciosos regalos para presentarlos al sabio Rey. Cuando por fin llegó a la corte de Salomón, no quedó decepcionada. La grandeza del palacio no se parecía a nada que hubiera visto antes.

Pero la reina Saba no estaba allí sólo para admirar el palacio, sino que quería poner a prueba la sabiduría del Rey Salomón. Ideó un astuto plan para engañarlo. En cada una de sus manos sostenía una corona de flores. Una era un hermoso arreglo de flores frescas arrancadas de los mejores jardines de la naturaleza, mientras que la otra era una exquisita creación de flores artificiales, elaboradas con tal precisión que era casi imposible distinguirlas.

Con una sonrisa maliciosa, la reina Saba preguntó al rey Salomón:

—¿Cuál es la verdadera, y cuál es la falsa? 

El Rey y sus cortesanos se quedaron perplejos mirando las coronas, incapaces de ver la diferencia entre las flores verdaderas y las artificiales.

Mientras el Rey Salomón reflexionaba sobre el desafío, se fijó en un grupo de abejas que zumbaban cerca de una rosa marchita que había junto a la ventana. Se le ocurrió una idea y ordenó abrir la ventana. Cuando las abejas entraron en la habitación, se sintieron inmediatamente atraídas por las flores reales que la Reina Saba tenía en la mano.

La corte estalló en aclamaciones, y la Reina supo que había sido burlada. La sabiduría del rey Salomón había quedado demostrada una vez más. Impresionada y humilde, la Reina Saba regresó a su reino para compartir la historia de su encuentro con el sabio Rey.

Y así, la historia nos enseña que incluso los detalles más pequeños de la vida pueden ofrecernos valiosas lecciones. Al igual que el rey Salomón aprendió sabiduría de las abejas, nosotros también podemos encontrar conocimiento y comprensión en el mundo que nos rodea, si nos tomamos el tiempo de observarlo y apreciarlo.


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