Pooh se había adentrado en el bosque de los Cien Acres y estaba de pie delante de lo que antes había sido la Casa del Búho. Ahora no parecía en absoluto una casa, sino un árbol derribado por el viento; y en cuanto una casa tiene ese aspecto, es hora de buscar otra. Aquella mañana, Pooh había recibido una misteriosa carta debajo de la puerta de su casa, que decía: “BUSCO UNA CASA NUEVA PARA BÚHO, ASÍ QUE HAZTE CONEJO”, y mientras se preguntaba qué significaba, había entrado Conejo y se la había leído.
—Dejo una para todos los demás —dijo Conejo—, y les dijo lo que significa, y todos buscarán también. Tengo prisa, adiós —y echó a correr.
Pooh lo siguió lentamente. Tenía algo mejor que hacer que buscar una nueva casa para Búho; tenía que inventar una canción de Pooh sobre la vieja. Porque hacía días y días que le había prometido a Piglet que lo haría, y desde entonces, cada vez que se encontraba a Piglet, Piglet no decía nada, pero se sabía por qué no lo hacía; y si alguien mencionaba zumbidos, árboles, cuerdas o tormentas en la noche, la nariz de Piglet se volvía rosada en la punta y hablaba de algo muy diferente en seguida.
—Pero no es fácil —se dijo Pooh a sí mismo, mientras miraba lo que antes había sido la casa de Búho—. Porque la poesía y los zumbidos no son cosas que se consiguen, son cosas que te consiguen a ti. Y todo lo que puedes hacer es ir donde ellos puedan encontrarte.
Esperó esperanzado…
—Bueno —dijo Pooh después de una larga espera—, empezaré “aquí yace un árbol”, porque así es, y luego veré qué pasa.
Esto fue lo que pasó.
Aquí yace un árbol que a Búho (un ave)
le gustaba cuando en pie estaba,
Y mientras Búho con un amigo hablaba
Llamado Yo (por si no lo sabes)
Cuando ocurrió algo muy grave.
Porque he aquí que un viento muy cruel
Dejó plano su árbol preferido;
Y todo está mal para él y sus amigos…
Quiero decir, para nosotros y para él…
Que se portaron de forma fiel.
Entonces Piglet (PIGLET) dijo sin pena :
“¡Valor, amigos, siempre hay esperanza.
Necesito un pequeño trozo de tanza
una, soga, un cordel, una marema
Un trozo bien largo de cadena”.
Así que fue al buzón que ya conoces
Mientras Pooh y Búho decían “¡Oh!” y “¡Zas!”
Y donde siempre llegan las cartas
(Llamado “SÓLO CARTAS”), y de bruces
Piglet pasó la cabeza y luego los pies.
¡Oh galante Piglet (PIGLET)! ¡Ho!
¿Tembló Piglet? ¿Se estremeció?
No, no, pulgada a pulgada luchó
A través de SÓLO CARTA él pasó
Porque lo vi yo.
Corrió y corrió, y luego de parar
Gritó: “¡Ayuda para Búho, un ave,
Y Pooh, un oso!”, hasta que sabe
que los demás vienen para ayudar
Tan rápido como pudieron llegar.
Piglet grita “¡Ayuda, ayuda y rescate!”
Y a los demás a donde ir mostró
¡Canten Ho! para Piglet (PIGLET) ho
Y pronto la puerta se bate
¡Y los dos salimos, jaque mate!
¡Canten Ho! ¡Para Piglet, Ho!
¡Ho!
—Así que ahí está —dijo Pooh, cuando hubo cantado esta canción para sí mismo tres veces—. Ha llegado diferente a lo que pensaba, pero ha llegado. Ahora debo ir a cantársela a Piglet.
BUSCO UNA CASA NUEVA PARA BÚHO, ASÍ QUE HAZTE CONEJO
—¿Qué es todo esto? —dijo Igor.
Conejo se lo explicó.
—¿Qué le pasa a su vieja casa? —preguntó Igor.
Conejo se lo explicó.
—Nadie me lo dijo —dijo Igor—. Nadie me mantiene informado. El viernes hará diecisiete días que nadie me habla.
—Sin duda no son diecisiete días…
—Llega el viernes —explicó Igor.
—Y hoy es sábado —dijo Conejo—. Así que serían once días. Y yo mismo estuve aquí hace una semana.
—No conversando —dijo Igor—. No primero uno y luego el otro. Tú dijiste “Hola” y pasaste como un rayo. Vi tu cola a lo lejos mientras meditaba mi respuesta. Pensé en decir “¿Qué?”, pero ya era demasiado tarde.
—Bueno, tenía prisa.
—No hubo recibir y dar —continuó Igor—. Nada de intercambio de pensamientos: “Hola… qué”. Es decir, no te lleva a ninguna parte, sobre todo si la cola de la otra persona está a la vista apenas para la segunda mitad de la conversación.
—Es tu culpa, Igor. Nunca has ido a ver a ninguno de nosotros. Te quedas aquí, en este rincón del bosque, esperando a que los demás vengan a verte. ¿Por qué no vas a verlos de vez en cuando?
Igor se quedó un rato en silencio.
—Puede que haya algo de cierto en lo que dices, Conejo —dijo al fin—. Debo moverme más. Debo ir y venir.
—Así es, Igor. Pasa por lo de cualquiera de nosotros en cualquier momento, cuando te apetezca.
—Gracias, Conejo. Y si alguien dice en coz alta “Vaya, es Igor”, puedo irme otra vez.
Conejo se quedó un momento sobre una pata.
—Bueno —dijo—, debo irme.
—Adiós —dijo Igor.
—¿Qué? Ah, adiós. Y si encuentras una casa para Búho, avísanos.
—Me lo propondré —dijo Igor.
Conejo se fue.
Pooh había encontrado a Piglet y caminaban juntos de regreso al bosque de los Cien Acres.
—Piglet —dijo Pooh tímidamente, después de haber caminado un rato sin decir nada.
—¿Sí, Pooh?
—¿Recuerdas cuando dije que se podría escribir una canción respetuosa de Pooh sobre Ya sabes qué?
—¿Lo hiciste, Pooh? —dijo Piglet, poniéndose un poco rosado—. Oh, sí, creo que sí.
—Ya está escrita, Piglet.
El rosado subió lentamente por la nariz de Piglet hasta sus orejas, y se asentó allí.
—¿Se ha escrito, Pooh? —preguntó con voz ronca—. Sobre, sobre…. ¿Aquella época cuando…? ¿Quieres decir realmente escrita?
—Si, Piglet.
Las puntas de las orejas de Piglet brillaron de repente, e intentó decir algo; pero incluso después de haber carraspeado una o dos veces, no le salió nada. Así que Pooh continuó.
—Tiene siete versos.
—¿Siete? —dijo Piglet tan despreocupadamente como pudo—. No sueles tener siete versos en un tarareo, ¿verdad, Pooh?
—Nunca —dijo Pooh—. No creo que se haya oído antes.
—¿Ya lo saben los otros? —preguntó Piglet, deteniéndose un momento para levantar un palo y tirarlo.
—No —dijo Pooh—. Y me preguntaba qué te gustaría más. Que te la tararee ahora, o que espere hasta que encontremos a los otros, y entonces se la tararee a todos.
Piglet se quedó pensativo
—Creo que lo que más me gustaría, Pooh, es que me la tararearas ahora, y… y que luego nos la tararees a todos. Porque así todos lo oiríamos, pero yo podría decir “Ah, sí, Pooh me lo ha dicho”, y fingir que no estoy escuchando.
Así que Pooh se la tarareó, los siete versos, y Piglet no dijo nada, sino que se quedó parado y resplandeciente.
Nunca antes nadie había cantado ho para Piglet (PIGLET) ho para él sólo. Cuando terminó, quiso volver a pedir uno de los versos, pero no se animó. Era el verso que empezaba “Oh galante Piglet”, y le pareció una forma muy considerada de empezar una pieza de poesía.
—¿De verdad he hecho todo eso? —dijo al fin.
—Bueno —dijo Pooh—, en poesía, una pieza de poesía; bueno, lo hiciste, Piglet, porque la poesía dice que lo hiciste. Y así es como la gente lo sabe.
—¡Oh! —dijo Piglet—. Porque pensé que me había estremecido un poco. Sólo al principio. Y dice “¿Se estremeció? No, no”. Por eso.
—Sólo te estremeciste por dentro —dijo Pooh—, y esa es la manera más valiente que existe para que un animal muy pequeño no se estremezca.
Piglet suspiró de felicidad, y empezó a pensar en sí mismo. Era VALIENTE…
Cuando llegaron a la antigua casa de Búho, encontraron allí a todos menos a Igor.
Christopher Robin les decía lo que tenían que hacer, y Conejo se lo repetía inmediatamente después, por si no habían escuchado; y luego todos lo hacían. Habían tomado una cuerda y estaban sacando las sillas, los cuadros y las cosas de Búho de su vieja casa, para ponerlas en la nueva. Kanga estaba abajo atando las cosas y llamando a Búho:
—Ya no querrás este viejo y sucio paño de cocina, ¿verdad? Y qué decir de esta alfombra, está llena de agujeros… —y Búho respondía indignado:
—¡Claro que sí! Es solo cuestión de ordenar bien los muebles. Y no es un paño de cocina, es mi chal.
De vez en cuando Roo se caía y volvía a la cuerda con el siguiente artículo, lo que inquietaba un poco a Kanga, porque nunca sabía dónde buscarlo. Así que se enfadó con Búho y le dijo que su casa era una desgracia, toda húmeda y sucia, y que ya era hora de que se derrumbara. ¡Mira ese horrible montón de hongos que crecen en el suelo! Entonces Búho bajó la mirada, un poco sorprendido porque no sabía nada de esto, y luego soltó una corta risa sarcástica, y explicó que esa era su esponja, y que si la gente no reconocía una esponja de baño perfectamente ordinaria cuando la veía, las cosas se estaban poniendo bastante feas.
—Bueno —dijo Kanga, y Roo se incorporó rápidamente gritando:
—¡Tengo que ver la esponja de Búho! ¡Oh, ahí está! ¡Oh, Búho! Búho, no es una esponja, ¡es un barro! ¿Sabes lo que es un barro, Búho? Es cuando tu esponja se pone toda…
—¡Roo, querido! —dijo Kanga muy rápidamente, porque esa no es manera de hablarle a alguien que puede deletrear MARTES.
Pero todos estaban muy contentos cuando llegaron Pooh y Piglet, y dejaron de trabajar para descansar un poco y escuchar la nueva canción de Pooh. Entonces todos le dijeron a Pooh lo buena que era, y Piglet dijo despreocupadamente:
—Es buena, ¿verdad? Quiero decir, como canción.
—¿Y la nueva casa? —preguntó Pooh— ¿La has encontrado, Búho?
—Ha encontrado un nombre para ella —dijo Christofer Robin, mordisqueando perezosamente un trozo de hierba—, así que ahora lo único que quiere es la casa.
—La voy a llamar así —dijo Búho de manera importante, y les mostró lo que había estado haciendo. Era una tabla cuadrada con el nombre de la casa pintado en ella.
LA WOLERÍA
Fue en este emocionante momento cuando algo atravesó los árboles y chocó con el Búho. La tabla cayó al suelo, y Piglet y Roo se inclinaron sobre ella con impaciencia.
—Ah, eres tú —dijo Búho malhumorado.
—¡Hola, Igor! —dijo Conejo—. ¡Aquí estás! ¿Dónde has estado?
Igor no hizo caso.
—Buenos días, Christofer Robin —dijo, apartando a Roo y a Piglet, y sentándose en LA WOLERÍA—. ¿Estamos solos?
—Si —dijo Christofer Robin sonriendo para sí.
—Me han dicho… las noticias han llegado hasta mi rincón del bosque, la parte húmeda de la derecha que nadie quiere… que cierta persona busca casa. Le he encontrado una.
—Bien hecho —dijo Conejo amablemente.
Igor miró lentamente hacia él y luego se volvió hacia Christofer Robin:
—Algo se nos ha unido —dijo en un fuerte susurro—. Pero no importa. Podemos dejarlo atrás. Si vienes conmigo, Christofer Robin, te enseñaré la casa.
Christofer Robin se levantó de un salto.
—Vamos Pooh —dijo.
—¡Vamos, Tigger! —gritó Roo.
—¿Vamos, Búho? —preguntó conejo.
—Espera un momento —dijo Búho, levantando su tablón de anuncios, que acababa de aparecer de nuevo a la vista.
Igor le devolvió el gesto.
—Christofer Robin y yo vamos a dar un paseo —dijo—, no a jugar. Si quiere traer a Pooh y Piglet con él, me alegraré de su compañía, pero uno debe poder respirar.
—Está bien —dijo Conejo, bastante contento de que lo dejaran a cargo de algo—. Seguiremos sacando las cosas. Ahora bien, Tigger, ¿dónde está esa cuerda? ¿Qué pasa, Búho?
Búho, que acababa de descubrir que su nueva dirección era LA MUGRE, tosió a Igor con severidad, pero no dijo nada, e Igor, con la mayor parte de LA WOLERÍA detrás de él, marchó con sus amigos.
Así, al poco rato, llegaron a la casa que Igor había encontrado, y durante algunos minutos antes de llegar a ella, Piglet estuvo dándole codazos a Pooh, y Pooh a Piglet, y se decían unos a otros “¡Es!”, “¡No puede ser!” y “¡Es, de verdad!”.
Y cuando llegaron allí, realmente era.
—¡Ya está! —dijo Igor con orgullo, deteniéndolos frente a la casa de Piglet —¡Y el nombre puesto y todo!
—¡Oh! —gritó Christofer Robin, preguntándose si reír o qué.
—Justo la casa para Búho. ¿No te parece, Piglet?
Y entonces Piglet hizo una cosa noble, y la hizo en una especie de sueño, mientras pensaba en todas las maravillosas palabras que Pooh había tarareado sobre él.
—Sí, es la casa ideal para Búho —dijo grandilocuentemente—. Y espero que sea muy feliz en ella.
Entonces tragó saliva dos veces, porque él mismo había sido muy feliz en ella.
—¿Qué te parece, Christofer Robin? —preguntó Igor un poco inquieto, sintiendo que algo no iba del todo bien.
Christopher Robin tenía una pregunta que hacer primero, y se preguntaba cómo hacerla.
—Bueno —dijo al fin—, es una casa muy bonita, y si la tuya se derrumba, tendrás que irte a otro sitio, ¿verdad, Piglet? ¿Qué harías si se volara tu casa?
Antes de que Piglet pudiera pensar, Pooh respondió por él.
—Vendría a vivir conmigo —dijo Pooh—, ¿verdad, Piglet?
Piglet le apretó la pata.
—Gracias, Pooh —dijo—, me encantaría.