Érase una vez, en un pequeño pueblo de la India, seis ciegos. Eran ciegos de nacimiento, por lo que nunca habían visto el mundo que les rodeaba. Sin embargo, esto no apagó su espíritu ni su curiosidad por el mundo. Oían historias de los aldeanos, escuchaban el susurro de las hojas, el fluir del río y pintaban sus propias imágenes del mundo en sus mentes.
Un día, un viajero que pasaba por su aldea trajo un elefante. Los aldeanos se emocionaron mucho al ver al elefante, un animal tan grandioso y majestuoso. Pasaron horas observándolo y hablando de su enorme tamaño y poder.
La noticia del elefante llegó a oídos de los seis ciegos, que sintieron una gran curiosidad. Como no podían ver al elefante, decidieron tocarlo para entender cómo era. Creyeron que esto les daría una nueva perspectiva y la oportunidad de aprender algo nuevo sobre su mundo.
Uno a uno, cada ciego se acercó al elefante y lo tocó. El primero extendió la mano, tocó el costado del elefante y exclamó:
—¡Oh! ¡Un elefante es como un muro grande y fuerte!
El segundo hombre tocó el colmillo del elefante y declaró:
—¡No, te equivocas! Un elefante es largo y duro, como una lanza.
El tercer hombre, al tocar la trompa del elefante, dijo:
—¡Los dos están equivocados! Un elefante es como la rama gruesa de un árbol.
El cuarto hombre, que se había agarrado a la pata del elefante, discrepó diciendo:
—¡Es como un poderoso pilar!

El quinto hombre tocó por casualidad la oreja del elefante y dijo:
—No, un elefante es como un abanico gigante.
El último hombre, que agarró la cola del elefante, dijo:
—¡No es como ninguna de esas cosas! El elefante es como una cuerda.
Empezaron a discutir con vehemencia, cada uno convencido de sus propias percepciones, cada uno creyendo que tenía razón y que los demás estaban equivocados. Levantaron la voz y la discusión parecía no tener fin.
En ese momento, pasó por allí un anciano sabio de la aldea. Había observado la pelea desde lejos. Se acercó a ellos y les preguntó:
—¿Por qué discuten?
Cada ciego explicó lo que había sentido y cómo los demás estaban equivocados en su comprensión de lo que es un elefante. El anciano sabio escuchó pacientemente y luego dijo:
—Todos están en lo cierto y, sin embargo, todos están equivocados. Cada uno de ustedes tocó una parte diferente del elefante y cada uno la describió correctamente. Sin embargo, un elefante no es sólo una pared, una lanza, una rama, un pilar, un abanico o una cuerda. Es todas estas cosas combinadas.
Los ciegos se quedaron perplejos. El sabio continuó:
—Al igual que ustedes, las personas ven el mundo desde su propia perspectiva, basándose en sus propias experiencias y conocimientos. Lo que puede ser cierto para una persona puede no serlo para otra. Para entender algo de verdad, debes intentar verlo desde todas las perspectivas, no sólo desde la tuya.
Los ciegos comprendieron las palabras del sabio. Acordaron dejar de discutir y, en su lugar, tratar de aprender de las experiencias de los demás. A partir de aquel día, no sólo se hicieron más sabios, sino también más amigos.
Esta parábola india nos enseña la importancia de la empatía, la comprensión y la apertura mental. Nos enseña que nuestras experiencias y perspectivas individuales no son más que una pieza del cuadro general, y que debemos estar abiertos a escuchar y aprender de los demás.