Una alegre calabaza, sabia y anaranjada,
dijo: “Halloween está llegando, no me robes a mirada”
Pasó un cuchillito sin filo y cortó los ojos a la calabaza. Dijo:
—Me alegro de que no seas una papa con muchos ojos.
La calabaza dijo:
—Por favor, devuélveme mis ojos.
El cuchillito sin filo dijo:
—No te devolveré tus ojos hasta que me des una piedra para afilarme.
Entonces la alegre calabaza vio que era inútil andarse con rodeos, y rodó y rodó y rodó hasta que llegó a un corral, y dijo:
—Préstame tu piedra de afilar media hora,
Pagaré lo que esté a mi alcance, ahora.
El granjero dijo:
—Oh, calabaza anaranjada, vete rodando,
pues el día de Halloween ya está llegando.
La esposa del granjero dijo:
—¿Por qué has dejado escapar la calabaza? Habría hecho una tarta —entonces llamó a la calabaza:
—Tráeme azúcar de la tienda,
que siempre he querido y me tienta.
Así que la vieja y alegre calabaza rodó y rodó hasta la tienda y dijo:
—Préstame un poco de azúcar, media hora.
Te pagaré lo que esté en mi poder ahora.
El comerciante se echó a reír hasta que le temblaron las piernas. Dijo:
—Oh, calabaza anaranjada, vete rodando,
pues el día de Halloween ya está llegando.
En ese mismo instante, el empleado de la tienda se puso a cantar:
—Tráeme cambio, que no me queda ni un pavo;
necesito cuartos, níqueles y un centavo.
Entonces la vieja calabaza rodó al banco y dijo:
—Préstame cambio, por media hora,
te pagaré lo que esté en mi poder ahora.
El empleado del banco dijo:
—Oh, calabaza anaranjada, vete rodando,
pues el día de Halloween ya está llegando.
Justo en ese momento, ni un segundo antes ni un segundo después, apareció un hombrecito y dijo:
—Soy un hombre pequeñito, con sacos de oro.
Me dicen que necesitas cambio, te lo imploro.
Entonces la vieja calabaza rodó alegremente tras él y consiguió algo de cambio, y se lo llevó al comerciante; y compró el azúcar y se la llevó a la mujer del granjero para endulzar sus tartas; y pidió prestada la piedra de afilar y se la llevó al cuchillo; y el cuchillo se afiló más y más, y afiló más, y le devolvió a la calabaza sus ojos, y le dio también una boca y una nariz, de paso, y dijo:
—Calabaza, me diste una gran sorpresa,
Aquí están tus ojos redondos, brillantes, con destreza;
y una boca y una nariz, yo te regalo,
para que seas farol, ¡a disfrutarlo!

El hombrecito trajo una vela, la encendió, la puso dentro de la calabaza y dijo:
—El viejo farol de calabaza puede correr;
pues este día de Halloween, no será un pastel.
La alegre calabaza dijo:
—Solo una cabeza de calabaza soy,
pero agradecida por lo que me has dicho estoy.
Luego bailó en un poste a gran altura;
si miras bien, la verás, estoy segura.
El hombrecito dijo:
—Si eres tan alegre como dicen por ahí,
te deseo un feliz Halloween para ti.
El afilado cuchillo dijo:
—Es bueno ser alegre en el trabajo y en el juego,
te deseo un feliz Halloween, y te digo hasta luego.
La alegre calabaza respondió:
—Con la voz entrecortada, debo responder,
estoy agradecida, por un pastel no ser.