La caída de Bianca por el hielo

Érase una vez, en una tierra de nieve y hielo, dos mejores amigos llamados Bianca y Douglas. Nada les gustaba más que patinar sobre hielo en el lago helado. Todos los días, después del colegio, se ponían los patines y se deslizaban por la superficie blanca y lisa. Los amigos adoraban el hielo, pero también sabían que podía ser traicionero. A lo largo de los años habían aprendido muchas lecciones sobre el hielo. Sabían que el hielo nuevo es más fuerte que el viejo. Sabían que las corrientes bajo el agua pueden dificultar la formación de hielo firme. Sabían que los días despejados y sin nieve eran los mejores para patinar, porque la nieve añade peso y ralentiza la formación de hielo. Y sus madres eran muy estrictas: cada año, Bianca y Douglas tenían que escuchar un discurso sobre cómo salvarse si alguna vez se caían por el hielo. Los niños confiaban en sí mismos y en sus conocimientos y nunca tuvieron miedo de salir al hielo.

Un frío día de invierno, Bianca y Douglas decidieron patinar un poco más lejos de lo habitual. Iban bien preparados, cada uno llevaba una mochila con una cuerda, un termo con cacao caliente, una manta y un teléfono completamente cargado. Se deslizaron y giraron sin prestar atención a lo lejos que habían llegado. De repente, Bianca sintió que el hielo empezaba a resquebrajarse: “¡Douglas, tenemos que volver a la orilla! Esto no es seguro”, le dijo Bianca con calma a su amigo, pero ya era demasiado tarde. Cayó a través del hielo al agua helada. Douglas, que estaba un poco más lejos, vio caer a su amiga e inmediatamente se puso en acción.

Mientras luchaba por mantenerse a flote, Bianca recordó lo que le había dicho su madre: no intentes nadar, intenta conservar tu energía y calor corporal. Controla tu respiración, el choque del agua fría puede provocar fácilmente hiperventilación y pánico, lo que disminuye tus posibilidades de salir del agua sana y salva. Así que Bianca mantuvo la calma y respiró lenta y profundamente. Y lo más importante, intenta ponerte en posición horizontal de flotación. Luego, patalea tan fuerte como puedas para intentar deslizarte horizontalmente sobre el hielo.

Así que Bianca pateó con las piernas y usó los brazos para intentar salir del agua y llegar al hielo. Mientras tanto, Douglas había pedido ayuda y sacado la larga cuerda de su mochila. Se tumbó en el hielo, para distribuir su peso, intentando alejarse lo mejor posible del agujero. Bianca se agarró a la cuerda y, lenta pero segura, salió del agua. Douglas la llevó rápidamente a la orilla. Le ofreció ropa seca, la envolvió con mantas y le dio de beber cacao caliente. La ayuda llegó poco después de que los niños llegaran a la orilla y rápidamente atendieron a Bianca y Douglas para comprobar sus constantes vitales. Ambos estaban bien y volvieron a casa ese mismo día.

Afortunadamente, los niños estaban bien preparados y sabían exactamente qué hacer. Mantuvieron la calma. Pero se dieron cuenta de que habían tenido mucha, mucha suerte. El aterrador incidente no les asustó ni les alejó del patinaje sobre hielo ni del hielo. Volvieron a patinar sobre hielo esa misma semana, pero con los ojos bien abiertos por si había algún peligro.


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