Érase una vez, en una tierra muy lejana, una elefanta muy especial llamada Ella. Ella vivía en una hermosa selva con todos sus amigos animales. Era la elefanta más grande y fuerte de la selva, y todos la admiraban.
Un día, Ella estaba jugando a las escondidas con sus amigos cuando tropezó accidentalmente con una rama y cayó al suelo. Lanzó un fuerte grito de dolor al intentar levantarse, pero su pierna no la sostenía.
Sus amigos corrieron rápidamente a buscar ayuda y pronto llegó el médico para examinar la pierna de Ella. El médico examinó la pierna de Ella y vio que se había hecho mucho daño. Sabía que Ella necesitaba descansar la pierna y no apoyarla en el suelo para que se curara bien.
El médico intentó darle unas muletas para ayudarla a andar, pero le resultaban demasiado difíciles de usar. Luego probó con una silla de ruedas, pero Ella era demasiado grande y pesada. El médico empezaba a preocuparse. No quería que Ella se quedara en un sitio mientras se le curaba la pierna.
Pero entonces, el doctor tuvo una idea brillante. Fue a su taller y volvió con un pequeño carrito. Ató el carrito bajo la pierna de Ella para que no tocara el suelo y Ella pudiera moverse con facilidad.
Ella estaba encantada de poder moverse de nuevo. Se sentía mucho mejor sabiendo que su pierna estaba descansando lo necesario para curarse. Utilizó su carrito para visitar a todos sus amigos y explorar la selva.
Al final, la pierna de Ella se curó y pudo volver a andar. Ella estaba muy agradecida al médico por haberla ayudado y por haber encontrado una solución tan inteligente. Sabía que siempre podría contar con él cuando lo necesitara.
Y así, Ella vivió feliz para siempre, disfrutando de todas las aventuras que le ofrecía la selva.