El Tío Wiggily Orejaslargas, el simpático y viejo señor conejo, salió un día de su cabaña de troncos huecos para dar un paseo. Saltó por los campos y los bosques, preguntándose si encontraría alguna aventura, cuando, al cabo de un rato, llegó a la Casa que Construyó Jack.
Y allí, bien envuelta en una bolsa, el tío conejo vio la malta que había en la Casa que Construyó Jack. La malta es una especie de harina con la que se hacen las tortas de trigo sarraceno.
—¡Madre mía! —exclamó el Tío Wiggily, mientras se rascaba su rosada y centelleante nariz—. No creía haber llegado tan lejos.
Estaba frente a la Casa que construyó Jack, preguntándose si no debería entrar y decir “¿qué tal?”, cuando vio salir de la casa a la rata que se comió la malta, y al gato que atrapó a la rata, y al perro que preocupó al gato que atrapó a la rata que se comió la malta que yacía en la Casa que construyó Jack.
—Bueno, esto es muy extraño —se dijo el Tío Wiggily—. ¡Parece que todos están huyendo!
Y así era. El gato perseguía a la rata, el perro perseguía al gato y la rata perseguía a su propia sombra para alejarse del gato y, de repente, salió la mismísima Mamá Ganso.
—Oh, ¿la has visto, Tío Wiggily? —preguntó Mamá Ganso—. ¡Estoy tan preocupada por ella!
—¿Ver a quién? ¿Por quién estás preocupada? —preguntó el señor conejo amablemente.
—La vaca saltarina —respondió Mamá Ganso—. ¡Se ha ido!
—Supongo que te refieres a la vaca del cuerno arrugado, ¿no? —preguntó el tío conejo—. Es la que, ya sabes, echó al perro que preocupó al gato que atrapó a la rata que se comió la malta que yacía en la Casa que construyó Jack.
—No, no me refiero a esa vaca —contestó Mamá Ganso—. Me refiero a la vaca saltarina. Es la peor vaca saltarina que jamás hayas visto. Salta por encima de todas las vallas y muros de piedra; y cuando queremos que dé leche para la cena del pequeño Tommie Tucker, no la encontramos. La he buscado por todas partes, pero no la encuentro. ¡Oh, Dios mío! ¡Qué problema! Pensé que estaría aquí, en la Casa que Jack construyó, con la Vaca de Cuerno Arrugado. Pero no está.
—¡Ja! Déjamelo a mí, por favor —dijo el Tío Wiggily amablemente—. Encontraré la vaca saltarina por ti. Puedo salir en mi automóvil, con neumáticos de salchicha de mortadela, que van más rápido cuando se les espolvorea pimienta, o en mi dirigible de cesto de la ropa, con globos de circo de juguete en las manijas.
—Será mejor que lleves tu dirigible —dijo Mamá Ganso—. Creo que a una vaca saltarina la encontrarías en el aire.
—Yo también lo creo —dijo el Tío Wiggily. Así que se apresuró a volver a la cabaña de troncos huecos y sacó su dirigible. En él navegó por los bosques y los campos en busca de la vaca saltarina.

—Por favor, pídele que vuelva pronto —dijo Mamá Ganso—. Porque tiene toda la leche para la cena, y Tommie Tucker y los Niños de la Anciana que Vive en un Zapato, están tan hambrientos que no saben qué hacer.
—La traeré —prometió el Tío Wiggily.
Siguió navegando en su dirigible. Pero no pudo ver a la vaca saltarina. Navegó hacia arriba y hacia abajo, y finalmente, cuando se acercó al suelo, cerca del lugar donde Sammie Colita, el niño conejo, vivía con su hermana Susie y su padre y su madre, el Tío Wiggily oyó a Jollie Colalarga, el niño ratón, cantando una canción que decía así:
“¡Tolón tolón, tilín tilín!
¡El gato está en el violín!
La vaca saltó sobre la luna,
El perrito se reía
Al ver tanto deporte,
Y el plato se escapó con la aceituna”
—Hola, ¿qué es eso? —dijo el Tío Wiggily, deteniendo su dirigible bruscamente y bajando a tierra—. ¿Qué vaca es esa, Jollie, que saltó sobre la luna?
—Oh, la vaca de Mamá Ganso —respondió el niño ratón—. Veras, Joie Gato, el niño gatito, se metió dentro del violín, jugando a las escondidas con Tommie, su hermano. Y cuando Jack Sprat trató de tocar música con el violín, hizo un ruido tan raro, que la vaca, que estaba esperando que el Pequeño Niño Azul tocara el cuerno, dio un gran salto y se fue a la luna. Así fue —dijo Jollie Colalarga.
—Ya veo —respondió el Tío Wiggili—. Bueno, en ese caso, supongo que debo ir navegando hasta la luna para encontrar a la vaca saltarina. La necesitan para llevar a casa la leche para la cena del Pequeño Tommie Tucker.
En ese momento apareció de nuevo Mamá Ganso.
—¡Oh, mira! —exclamó apuntando su escoba hacia el cielo—. Ahí está mi linda vaca saltarina. Se está cayendo de su salto sobre la luna. Oh, seguro se rompe los cuernos. ¡Oh, cielos! ¿Qué hago?
—¿Hacer? No hagas nada —dijo el Tío Wiggily amablemente—. Lo haré yo mismo. Mira, tengo mi dirigible. Navegaré y atraparé a la vaca saltarina antes de que tenga tiempo de caer. Entonces todo saldrá bien.
—¡Por favor, hazlo! —suplicó Mamá Ganso.
El Tío Wiggily Orejaslargas, el señor conejo, subió al dirigible de su cesto de la ropa.
arriba.
y
arriba
y
arriba
La vaca estaba
cayendo
y
cayendo
y
cayendo.
—¡Oh, cielos! —exclamó Mamá Ganso, en la tierra de abajo—. ¡Esa vaca debería haber sabido que no debía saltar por encima de la luna!
—Eso mismo pienso yo —dijo el Hombre de la Luna—. Intenté detenerla, pero no pude.
—No importa —dijo el Tío Wiggily—. Todo irá bien, estoy seguro.
Entonces condujo su dirigible justo debajo de la vaca que caía, que ya no saltaba. En su lugar, navegaba hacia la tierra, con un trozo de queso verde en un cuerno. Realmente había saltado por encima de la luna, pero resbaló, y así fue como el queso verde llegó a la punta de su cuerno.
—¡Te tengo! —exclamó el Tío Wiggily con su alegre voz, igual que el conductor de un trolebús—. Hay sitio de sobra adelante.
Entonces la vaca saltarina aterrizó suavemente en la aeronave del señor conejo, y éste la bajó a tierra tan ligera como una pluma, y la vaca llegó justo a tiempo con la leche para la cena del Pequeño Tommie Tucker.