El Pato Pedro era un joven pato muy sabio. Había estado nadando solo en el estanque mucho antes de que sus hermanos dejaran a su madre, y atrapaba tantos gusanos e insectos que todos sus hermanos patos más jóvenes estaban verdes de envidia.

Pero un día, el Pato Pedro casi perdió su vida por creerse tan sabio que sabía todo. Nadó alrededor del estanque hasta llegar al bosque. Y allí estaba el señor Zorro, escondido entre los arbustos.

El Pato Pedro no se acercó lo suficiente al señor Zorro como para que éste pudiera atraparlo, pero el señor Zorro pudo ver que era un pato bonito y regordete, y eso hizo que sus ojos de zorro brillaran de deseo por un sabroso tentempié.

—Ah —suspiró el Zorro mientras el Pato Pedro nadaba—, ¡si al menos tuviera tan solo una persona sabia a la que preguntarle cosas! Soy demasiado aburrido y tonto como para saber algo.

Cuando el Pato Pedro oyó la palabra “sabio”, estaba seguro que el Zorro se refería a él. Después de todo, ¿no era él el pato más sabio que había, especialmente por su tamaño y edad? Así que dejó de nadar y miró alrededor.

El señor Zorro se había escondido muy bien entre los arbustos. Ni siquiera se le veía la punta de la nariz, y hablaba muy débilmente, como si fuera un animal muy pequeño.

—¿Quién anda ahí buscando una persona sabia? —preguntó el Pato Pedro.

—Una pobre criatura llamada animal Tekome —contestó el señor Zorro riendo tan fuerte de su propia broma que apenas podía hablar—. Soy muy estúpido y no sé mucho, y tampoco tengo amigos sabios.

El Pato Pedro jamás había oído hablar de un animal Tekome, pero de ninguna manera dejaría que nadie pensara que había algo que él no sabía. Así que nadó más cerca y dijo:

—Bueno, yo soy muy sabio, y si hay algo que quieras saber, pregúntame. Sal, para que pueda verte y así podremos hablar mejor.

Intentó echar un ojo al nuevo animal todo el tiempo, pero el señor Zorro era sabio también y no tenía intención de ser visto.

—Oh, mi querido amigo. Odiaría mostrar mi pequeño y miserable ser a una criatura tan grande y hermoso como tú —dijo el Zorro—. Ya es bastante malo que sepas que soy estúpido, pero si te cercas, podrás oír lo que quiero preguntarte.

El Pato Pedro fue valiente y se acercó, porque, ¿qué tenía que temer de una criatura tan pequeña como el animal Tekome? Así que nadó hasta el borde del estanque, y entonces el señor Zorro saltó de entre los arbustos y casi atrapa al pato.

Si el Pato Pedro no hubiera usado sus alas en lugar de sus pies, no habría escapado del Zorro; pero rápidamente voló al medio del estanque y nadó por su vida. Cuando el señor Zorro estuvo en el agua decidió que , ya que la granja no estaba lejos, no arriesgaría más su vida, así que siguió volando batiendo sus alas. 

Cuando el Pato Pedro llegó a la granja, contó a todas las gallinas y al gallo sobre el extraño animal que había visto, que se llamaba animal Tekome, y que, aunque tenía una voz muy débil, era casi tan grande como el gran perro Roberto.

Por supuesto, todos pensaron que el Pato Pedro se había vuelto más sabio que nunca cuando contó esta historia. Pero a partir de ese momento fue mucho más cuidadoso y ya no nadaba cerca del bosque. Y aunque les había contado a las gallinas y al gallo que había visto un animal Tekome, en realidad estaba bastante seguro de que se había encontrado con el señor Zorro.


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