El maravilloso mago de Oz: El arte de magia del Gran Engaño (16/24)

A la mañana siguiente, el Espantapájaros dijo a sus amigos:

—Felicítenme, finalmente voy camino a que Oz me dé mi cerebro. Cuando regrese seré como los demás hombres.

—Siempre me has gustado tal como eres —dijo Dorothy.

—Es amable de tu parte que te guste un Espantapájaros —respondió—. Pero seguramente te gustaré más cuando escuches los maravillosos pensamientos que tendré con mi nuevo cerebro. 

Luego se despidió de todos alegremente y se fue al Salón del Trono, donde llamó a la puerta.

—Adelante —dijo Oz.

El Espantapájaros entró y vio al hombrecito sentado bajo la ventana, sumido en profundos pensamientos.

—He venido por mi cerebro —dijo el Espantapájaros, un poco inquieto.

—Oh, sí; toma asiento en esa silla, por favor —dijo Oz—, debes disculparme por quitarte la cabeza, pero debo hacerlo para poner tu cerebro en el lugar correcto.

—Está bien —dijo el Espantapájaros—. puedes sacarme la cabeza, siempre y cuando sea mejor cuando vuelvas a colocármela.

Entonces el Mago le quitó la cabeza y la vació de paja. Luego entró en la habitación del fondo y tomó una medida de salvado, que mezcló con muchos alfileres y agujas. Después de agitarlos bien, llenó la parte superior de la cabeza del Espantapájaros con la mezcla y rellenó el resto con paja para mantenerlo en su lugar.

Cuando ya había cosido la cabeza del Espantapájaros al cuerpo nuevamente, le dijo:

—A partir de ahora serás un gran hombre, porque te he dado un montón de cerebros nuevos.

El Espantapájaros se sintió orgulloso y satisfecho al ver su mayor deseo cumplido, y luego de agradecer cálidamente a Oz, regresó con sus amigos.

Dorothy lo miró curiosa. Tenía la cabeza bastante abultada de cerebros.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—De hecho, me siento sabio —respondió seriamente—. Cuando me acostumbre a usar mis cerebros, lo sabré todo.

—¿Por qué hay alfileres y agujas saliendo de tu cabeza? —pregunto el Leñador de Hojalata.

—Es la prueba de su inteligencia —dijo el León.

—Bueno, debo ir a Oz a buscar mi corazón —dijo el Leñador de Hojalata. Y se encaminó hacia el Salón del Trono y golpeó la puerta.

—Adelante —dijo Oz, y el Leñador de Hojalata entró y dijo:

—He venido por mi corazón.

—Muy bien —respondió el hombrecito—, pero deberé cortar un hoyo en tu pecho, así podré poner el corazón en el lugar correcto. Espero que no te haga daño.

—Oh, no —contestó el Leñador de Hojalata—. No debería sentir nada. 

Oz trajo unas tijeras de hojalatero e hizo un pequeño agujero cuadrado en el lado izquierdo del pecho. Luego, dirigiéndose a un armario, tomó un bonito corazón hecho completamente de seda y relleno de aserrín.

—¿No es una belleza? —preguntó.

—¡Sí, lo es! —contestó el Leñador de Hojalata, muy satisfecho—. ¿Pero es un corazón bondadoso?

—¡Muy! —contestó Oz. Puso el corazón en el pecho del Leñador de Hojalata, y luego volvió a colocar el cuadrado de hojalata, soldándolo con cuidado, por donde había sido cortado.

—Listo —dijo—, ahora tienes un corazón del que cualquier hombre estaría orgulloso. Lamento haber tenido que poner un parche en tu pecho, pero realmente no podía evitarlo.

—No me importa el parche —exclamó feliz el Leñador de Hojalata—, Estoy muy agradecido, y nunca olvidaré tu amabilidad.

—No digas eso —respondió Oz.

El Leñador de Hojalata regresó con sus amigos, quienes se mostraron muy contentos con su buena fortuna.

Entonces el León fue hacia el Salón del Trono y llamó a la puerta.

—Adelante —dijo Oz.

—Vine en busca de mi coraje —dijo el León mientras entraba a la habitación.

—Muy bien —respondió el hombrecito—; te lo traeré.

Se dirigió a un armario y estirándose para alcanzar el estante más alto, tomó una botella cuadrada de color verde, y volcó su contenido en un plato de oro verde, hermosamente tallado. El Mago se lo puso delante al León Cobarde, que lo olfateó como si no le gustara, y dijo:

—Bebe.

—¿Qué es? —preguntó el León.

—Bueno —contestó Oz—, si estuviera dentro tuyo, sería coraje. Sabes, por supuesto, que el coraje siempre está dentro de uno; de modo que esto no puede llamarse realmente coraje hasta que lo hayas bebido. Por lo tanto, te aconsejo que lo hagas lo antes posible.

El León no lo dudó más, y bebió hasta que el plato estuvo vacío.

—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó Oz.

—Lleno de coraje —contestó el León, que regresó alegremente con sus amigos para contarles su buena fortuna.

Oz, en soledad, sonrió al pensar en su éxito al dar al Espantapájaros, al Leñador de Hojalata y al León exactamente lo que ellos pensaban que querían. 

—¿Cómo puedo evitar ser un farsante —dijo—, cuando todas estas personas me obligan a hacer cosas que todos sabemos que no se pueden hacer? Fue fácil hacer feliz al Espantapájaros, al León y al Leñador de Hojalata, porque ellos piensan que yo puedo hacer cualquier cosa. Pero hará falta algo más que imaginación para llevar a Dorothy de regreso a Kansas, y estoy seguro que no sé cómo podré hacerlo.


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