El fantasma de Halloween

Resumen

Este relato sigue a la audaz anciana Abuelita Spriggins en una noche de Halloween llena de misterio y encuentros sobrenaturales. A medida que visita un antiguo cementerio, se enfrenta a fantasmas, sombras y esqueletos en su camino hacia una iglesia vieja y sombría. La historia hace hincapié en el coraje y la curiosidad cuando Abuelita Spriggins se encuentra cara a cara con un fantasma que le habla sobre la transición de la vida a la muerte. Con un tono espeluznante pero cautivador, el cuento combina elementos de terror con un mensaje positivo sobre la valentía y el poder de la bondad, dejando a los lectores con una lección sobre la magia y el valor, incluso en las noches más aterradoras.

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Érase una vez una dulce y esbelta anciana llamada Abuelita Spriggins. Una noche espeluznante, al sonar la medianoche de Halloween, se aventuró a visitar el viejo cementerio del pueblo.

Aquella noche no era una noche cualquiera. Era Halloween, la noche en que los rumores hablaban de fantasmas que vagaban entre los vivos. La Abuelita Spriggins, por muy valiente que fuera, no pudo evitar estremecerse ante los espeluznantes gemidos y los gritos aterradores que resonaban a su alrededor.

Mientras recorría el camino hacia la iglesia, habría jurado que vio pasar una sombra. Con un silbido, una bruja en una escoba, con su gato negro al lado, voló por el cielo iluminado por la luna, como un gran murciélago negro.

De repente, cuando se acercaba a la escalinata de la iglesia, apareció una figura vestida de blanco resplandeciente. Era un fantasma, tan pálido como la luz de la luna, una visión espeluznante pero fascinante. A la pobre Abuelita Spriggins el corazón se le salía del pecho, pero se armó de valor para seguir adelante.

Al entrar en el porche de la vieja iglesia, casi se queda sin aliento. Allí, con una sonrisa de oreja a oreja, había dos esqueletos. Sus manos frías y huesudas le daban la bienvenida. A pesar de su miedo, la Abuelita Spriggins atravesó la vieja puerta de la iglesia.

Dentro, vio algo que la heló hasta la médula. Una figura yacía inmóvil y silenciosa en el suelo. Una figura fantasmal, muy parecida a la de afuera, pero que no estaba de pie. Fue una visión que le hizo sentir un escalofrío por la espalda. Era una visión espeluznante e inquietante.

El fantasma del exterior, aún bañado por la inquietante luz de la luna, susurró a la Abuelita Spriggins, que ahora temblaba ligeramente.

—Esto es lo que ocurre cuando abandonamos el mundo de los vivos —dijo en un tono bajo y solemne.

Sorprendida, la Abuelita Spriggins miró al fantasma, con el corazón oprimido por el miedo y la curiosidad.

—¿Cuánto falta para que me una a ustedes? —preguntó con voz apenas por encima del susurro.

El fantasma, en el mismo tono espeluznante, respondió:

—El tiempo lo dirá —entonces soltó un chillido escalofriante que resonó en la noche, dando a toda la escena un toque de magia terrorífica, haciendo de ésta una noche de Halloween que la Abuelita Spriggins recordaría por siempre.

Y así, queridos niños, nuestro cuento llega a su fin. Recuerden, sean valientes y amables, y la magia siempre estará de su lado, ¡incluso en una espeluznante noche de Halloween!