Cómo robaron a la señorita Primavera

Jack Escarcha es muy travieso, pero no tiene intención de hacer daño a nadie con sus bromas y chascarrillos, pero el viejo gigante Rey Escarcha es un tipo diferente. Congela las cosas con tanta fuerza y rapidez que, a veces, siquiera el cálido trabajo de la señora Verano puede volverlas a poner a salvo. 

Una noche, cuando ya era hora de que la señorita Primavera llegara a la ciudad, el viejo gigante Rey Escarcha, que había gobernado con una vara de hielo durante todo el invierno, no quiso volver a su castillo de hielo.

—Si tan solo pudiera atrapar a la señorita Primavera —se dijo—, la llevaría a mi castillo, y luego podría volver y quedarme todo el tiempo que quisiera.

Sabía muy bien que la señorita Primavera sería muy cuidadosa de no salir mientras él estuviera por allí, y hasta que no estuviera de vuelta en su castillo de hielo no pondría ni siquiera la punta de sus delicados pies en la ciudad. Así que era imposible que el Rey Escarcha atrapara a la señorita Primavera. Debía pensar otra forma de llevar a cabo su malvado plan.

—Ahí está Jack Escarcha —pensó—. Ella realmente no tiene miedo de Jack, y a menudo le permite acercarse a ella, según me han dicho. Podría hacer que Jack se la llevara si logro que no sospeche que quiero tenerla prisionera. 

Así que despertó a Jack y le dijo que quería gastarle una broma a la señorita Primavera y quería que lo ayudara a hacerlo.

Jack Escarcha, siempre listo para una broma, se levantó y corrió montaña abajo con el Rey Escarcha, y aquí el Rey Escarcha le dijo que debía seguir Jack solo, pues él debía esconderse detrás de la montaña. La señorita Primavera nunca sospecharía que él estuviera cerca.

—Deja que venga a la ciudad —dijo el Rey Escarcha—, y entonces salta desde detrás de donde te hayas escondido durante el día y atrápala cuando esté oscuro, y no dejes que se escape. Tráela aquí, a esta montaña, y yo haré el resto.

Así que Jack Escarcha se fue a hacer lo que el Rey Escarcha le había dicho, y la señorita Primavera llegó alegremente a la ciudad una mañana, pues no había ni rastro del Rey Escarcha ni de Jack Escarcha. Pero esa noche, cuando el sol se ocultó y todo estaba oscuro y quieto, Jack, amante de la diversión, salió sigilosamente y sorprendió a la señorita Primavera profundamente dormida en un jardín.

Ella se despertó con un grito de alarma, pero cuando vio a Jack Escarcha, se echó a reír.

—Oh, eres tú —dijo—. Ninguna de tus bromas heladas, Jack. Vete, no te tengo miedo.

Pero Jack no se fue. En cambio, estrechó a la señorita Primavera con sus helados brazos y echó a correr mientras ella luchaba por liberarse.

La llevó a la montaña, y allí la esperaba el rey Escarcha, que había estado observando desde la cima y había visto a Jack atraparla en el jardín. Cuando la señorita Primavera vio al viejo gigante Rey Escarcha, lanzó un fuerte grito, pues sabía que estaba empeñado en hacer algo cruel, y había conseguido que Jack le ayudara.

—Llévame de vuelta, Jack Escarcha. Llévame de vuelta al jardín rápidamente. El Rey Escarcha es cruel. ¡El no hace bromas solo por diversión, como tú! —gritó la pobre señorita Primavera, luchando por liberarse.

Antes de que Jack pudiera preguntar al Rey Escarcha qué intentaba hacer, el malvado Rey le había arrebatado a la señorita Primavera y había salido corriendo por la montaña hacia su casa en el frío norte. Jack Escarcha salió corriendo tras ellos, pero como tenía planeado hacer alguna que otra travesura esa noche, dio media vuelta y corrió hacia el pueblo, pensando en que el Rey Escarcha traería de vuelta a la señorita Primavera cuando Alba Rosada corriera por encima de la montaña en la mañana.

La señora Verano había oído el grito de la señorita Primavera pidiendo ayuda, así que le dijo a Alba Rosada que la buscara la mañana siguiente; pero, por supuesto, no pudo encontrarla.

Tan pronto como salió el señor Sol, Alba Rosada corrió a decir a la señora Verano que no había podido encontrar a la señorita Primavera.

—Es el viejo gigante Rey Escarcha quien ha hecho esta madad —dijo la señora Verano—. Pagará por esto si no la trae de regreso.

Pero el rey Escarcha no la trajo de vuelta; tenía a la señorita Primavera encerrada en su castillo de hielo, y tenía pensado mantenerla allí hasta que estuviera listo para volver a casa para siempre.

La señora Verano esperó mucho tiempo, y cada día Alba Rosada sacudía la cabeza tristemente. No podía encontrar a la señorita Primavera.

Por supuesto, la señora Verano no tenía mucha ropa; la que llevaba puesta era vieja y de aspecto monótono, pero sabía que debía olvidar su orgullo y salir en busca de la señorita Primavera si quería que alguna vez la tierra se liberase de las garras del Rey Escarcha.

Entonces una mañana se fue con Alba Rosada y, desde lo alto de la montaña, miró a su alrededor.

No estaba vestida con ropa bonita como la que solía llevar, y el Rey Escarcha no la reconoció, así que no se molestó en esconder su casa, sino que salió corriendo hacia ella mientras el señor Sol brillaba para arrebatarle unas horas de sueño.

—Ah —dijo la señora Verano, al verlo—. Así que esa es tu casa, y sé que allí está la pobre señorita Primavera llorando amargamente. Pagarás por esto, malvado rey. 

La señora Verano puso manos a la obra. Corrió montaña abajo hacia los campos y jardines, y sobre los estanques y arroyos cubiertos de hielo, pero no se acercó al castillo del Rey Escarcha.

Cuando cayó la noche, el rey salió y miró a su alrededor; luego salió corriendo montaña abajo, pero para su sorpresa, descubrió que no se sentía con fuerzas; de hecho, parecía a punto de desmoronarse y caer al suelo.

—Me pregunto si la señora Verano habrá venido —dijo, secándose el sudor de la frente—. Estaba seguro que no aparecería sin su ropa nueva.

El rey Escarcha regresó a su casa, pero, ¡qué espectáculo lo aguardaba cuando llegó al lugar donde se levantaba su castillo!

La señora Verano había estado allí mientras él no estaba, y sobre el castillo y el bosque de hielo lanzó su cálido aliento, y el castillo ya no estaba.

El rey Escarcha no tenía donde apoyar su vieja y blanca cabeza, pues la señora Verano había estado trabajando con rapidez y seguridad, y su helado reino había desaparecido.

Con un poderoso rugido de rabia, el viejo Rey Escarcha se tiró al suelo y se revolcó, arrancándose los blancos mechones, pues la señorita Primavera no sólo había escapado, sino que la señora Verano lo había echado antes de tiempo.

Bajó al suelo helado, sus lágrimas de rabia derritieron para él un lecho donde fue a dormir para soñar con su malvada hazaña todo el verano. 

La pobre la pequeña señorita Primavera había llorado hasta más no poder; había llorado ríos de lágrimas, y mientras la señora Verano la conducía por la ciudad, miraba con los ojos llorosos los jardines y campos que debería haber preparado para el verano, todos vacíos y desnudos. Era demasiado tarde; ahora debía irse a casa y esperar otro año, pero nadie culpó a la señorita Primavera; era todo culpa del malvado gigante Rey Escarcha.

La señora Verano tampoco la culpaba, aunque aquel año tuvo que hacer ella misma toda la costura además de otras cosas, y cuando llegó el otoño se alegró de irse a dormir. 


Downloads