Cómo los ratones atraparon a gata

—Me resulta muy extraño —dijo Ratón Gris a su hermano Bigotes—, que Gata nos deje corretear por toda esta despensa y nunca haga ni el menor intento por atraparnos.

—Supongo que piensa que hay suficientes trampas por aquí para hacer eso —dijo Bigotes—. Hay una en la estantería, otra en el suelo detrás de un barril, y una en el armario debajo de la estantería. Pero por supuesto que a nosotros no nos importan esas; hemos visto demasiadas como para ser atrapados por una simple trampa.

—Si, eso mismo es lo que me hace pensar que es muy extraño que Gata no cumpla con su deber e intente atraparnos —respondió Ratón Gris.

—Iré a mirar —continuó— y averiguar, si puedo, por qué nos deja corretear por aquí. Ahí viene. Corre detrás de ese plato; yo me meteré en esta cesta de huevos. Mantén los ojos abiertos.

Gata entró a la despensa a paso lento, olfateó el aire y miró a su alrededor; luego se frotó contra unas bolsas de papel que había en el suelo, y un ratón que estaba detrás de una caja corrió a su agujero; pero Gata fingió no darse cuenta de su presencia.

Se acercó al estante donde había un bol de nata y se subió de un salto; luego esperó un minuto como si estuviera escuchando, metió su cabeza en el bol y no la sacó hasta que la mitad de la nata hubo desaparecido. Entonces volcó suavemente el bol y el resto de la nata corrió por el estante.

A continuación, Gata se sirvió un trozo de carne que había en un plato y bajó de un salto.

Bigotes salió de su escondite cuando ella se hubo ido y corrió hacia la cesta de huevos, donde estaba escondido Ratón Gris.

—Se comió la nata y tomó un trozo de carne; ya la hemos visto hacerlo antes —dijo.

—Regresa y guarda silencio —respondió su hermano—. Creo que conoceremos su secreto si esperamos lo suficiente.

Ratón Gris tuvo el tiempo justo de esconderse, ya que en ese momento se abrió la puerta y entró la criada.

—¡Dios mío! —exclamó al ver el bol volcado—, esos ratones son tan revoltosos que vuelcan las cosas además de comerse todo lo que está a la vista; incluso se han llevando el trozo de carne que quedaba del desayuno. Tendré que conseguir mas trampas. La pobre gata no puede atraparlos a todos. 

—¿Qué te dije? —dijo Bigotes cuando la criada se hubo ido—. Esta astuta Gata nos deja corretear para que nos echen la culpa de todo lo que pasa en esta despensa, mientras ella se lleva siempre toda la nata que quiere, y otras cosas también.

—Ahora pondrán un nuevo lote de trampas aquí y sin saber que terrible muerte nos espera. Desearía que podamos hacer algo para devolvérsela.

—No veo que estemos peor que si ella tratara de atraparnos todo el tiempo —dijo Ratón Gris—. Es Gata o nuevas trampas.

—Si, es cierto —contestó Bigotes—, pero sabemos sobre las viejas trampas y podemos mantenernos alejados de ellas, y lo único que debemos hacer con Gata es no corretear cuando esté en la casa.

—Si Gata no se comiera la nata y otras cosas para las que nosotros no tenemos gusto, lo poco que comemos nunca se notaría. Tal y como están las cosas, nos la está jugando, y consigue todo lo que quiere comer a nuestras expensas.

Un cálido día, no mucho después, Gata entró a la despensa y miró alrededor. Hacía unos minutos que habían dejado un bol con leche tibia junto a la ventana, y cerca había un plato de sopa.

Gata se levantó de un salto y se sirvió, y para cuando había terminado la sopa, tenía sueño, así que, sin salir de la despensa, se estiró en el suelo y pronto se quedó dormida.

Unos minutos después, Ratón Gris y Bigotes estaban correteando cuando de pronto se encontraron a Gata dormida.

—Es nuestra oportunidad —le susurró Bigotes a Ratón Gris—. ¿Ves esa trampa justo al lado de su cola?

—Si, veo la trampa, pero ¿qué le vamos a hacer con una trampa en la que no podría meter la pata, y mucho menos la cabeza?

—No necesitamos su cabeza, tonto —dijo Bigotes—. Todo lo que necesitamos es su cola.

Ratón Gris observó a su hermano, sin tener la menor idea de qué pretendía hacerle a la Gata dormida.

—¡Oh-oh! —dijo al ver que Bigotes se acercaba a Gata y le agarraba el extremo de la cola.

Esto asustó tanto a Ratón Gris que corrió detrás de un barril hasta asegurarse de que Gata no se despertara.

—Si no puedes quedarte callado, será mejor que te vayas a casa —dijo Bigotes con un susurro furioso.

Ratón Gris no respondió a su hermano, pero se quedó a una distancia prudencial de Gata y observó a Bigotes.

Esta vez, Bigotes tomó el extremo de la cola de Gata y la introdujo en la trampa.

Todo sucedió en un segundo, la trampa se cerró instantáneamente. Bigotes corrió y Gata saltó; y empezó a maullar además de saltar, pues llevaba la trampa en la punta de su cola.

Bigotes y Ratón Gris se revolcaron de risa al ver a Gata intentando librarse de la trampa, pero fue inútil, y salió a la cocina, con la trampa golpeando tras ella a su paso.

Bigotes y su hermano nunca supieron como se liberó de la trampa, pero sí sabían que Gata, durante los días siguientes, tuvo mucho cuidado de no mover la cola al caminar. Y oyeron a la criada decirle:

—Si hubieras cumplido con tu deber, Señora Gata, en vez de robar la nata, no te hubieras dormido en la despensa y te habrían pillado en la trampa. Te lo mereces.


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